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OPINIÓN Responsabilidad ante la "la marea de putrefacción", por Cruz Sierra

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Producen sonrojo los argumentos que políticos y patronos ofrecen para justificar los desmanes contables que durante años se han estado perpetrando desde el Consell

VALENCIA. El mensaje no puede ser más inmoral y simple: "Como nos estaban financiando poco y mal, tuvimos que hacer trampas en las cuentas para tapar los agujeros". Es el mismo razonamiento empleado para defender el ingente recurso al endeudamiento que los sucesivos consellers de Hacienda han efectuado durante lustros y que han situado a la Comunidad Valenciana en la actual posición de morosidad y bajo intervención del Estado.

Así, sin que se les mueva un músculo de la cara a  dirigentes políticos y empresariales, los líderes de la autodenominada sociedad civil valenciana, unos y otros están respaldando políticamente prácticas seudodelictivas bajo la escusa del maltrato fiscal del Estado.

No basta con el hecho de que los dirigentes de la Generalitat hayan estado falseando sistemáticamente la formulación de las cuentas de ingresos, gastos y déficit públicos a través de las 'facturas en el cajón', o que hayan desoído sistemáticamente los tímidos pero reiterados avisos lanzados desde la Sindicatura de Comptes y reproducidos en el altavoz de los medios de comunicación independientes (el caso de RTVV, que durante años fue situada por los síndicos en situación de ‘quiebra técnica' sin que desde el Consell se moviera un papel para reconducir la situación, es paradigmático).

En fin, no basta que desde Bruselas nos hayan sacado los colores en lo que nos tememos pueda ser una larga lista de denuncias por irregularidades contables ‘a la griega', extensibles a la Feria de Muestras, Ciegsa y las unviersidades, sino que ahora además debemos escuchar a los padres de la patria valenciana justificar semejantes comportamientos con peregrinos argumentos propios de mal pagador.

Con el ejemplo que nos dan quienes deberían ser los vigilantes de la legalidad y la moral pública, dentro de poco podríamos escuchar igual de pintorescos razonamientos de cualquier ciudadano valenciano cuando se tome la justicia por su mano: "Como en mi empresa me pagan poco, presento facturas falsas para mejorar mi sueldo". "Como la Administración me cobra muchos impuestos, evado lo que puedo y trabajo con dinero negro". "Como meto demasiadas horas de clases a mis alumnos me pongo ‘malo' unos días y así compenso". Es el mensaje que está recibiendo estos días la opinión pública. Impresentable.

Sí, amigos, hasta ahí llega el razonamiento que las élites políticas y empresariales de nuestro tiempo han construido en un alarde de complicidad y autoexculpación para ‘explicar' las manipulaciones de la cuentas púublicas de la Generalitat Valenciana. En otros términos podríamos hablar de ley del talión, del ojo-por-ojo-diente-por-diente. Tú me chuleas, yo te chuleo más. Y así hasta el infinito, como en una república bananera cualquiera. ¿Dónde queda el imperio de la ley?

Todo lo cual no quiere decir que los valencianos deban renunciar a exigir con firmeza e indignación lo que en justicia les pertenece (la injusticia no es nueva: viene de atrás, pero antes corría el dinero... prestado). Es una realidad que Madrid está maltratando financieramente a la Comunidad, pero no parece que sea el vehículo más apropiado para enfrentar esa situación las declaraciones extemporáneas o las frases presuntamente ingeniosas con recurso a metáfora infantiles que no conducen a nada más que a nuestro propia ignominia.

Cualquier sociedad madura cuenta con argumentos políticos, parlamentarios, económicos y empresariales suficientes para hacer oir su voz y sus reivindicaciones de manera más sólida que con el gallinero desplegado durante los últimos días en el que cada uno ha ido a la suya mientras las imputaciones por actuaciones presuntamente irregulares e imputables judicialmente seguían marcando el ritmo de la desgraciada actualidad de esta comunidad. Qué imagen.

Todo menos un sincero y democrático ejercicio de recapitulación y reconocimiento de errores como primera medida ante la regeneración que necesita y con urgencia el entramado institucional valenciano. Algo parecido a lo que ayer nos llegó desde Alicante: "Estamos ya cansados de que la sombra de la corrupción sea una compañera constante de las contratas administrativas, y la sensación de que siempre sean para las mismas empresas, hasta el punto de que algunas de ellas únicamente concurren los "llamados" a cubrirlas, porque es un secreto a voces la inmensa corruptela que en el ámbito de la Administración Pública existe". Este doloroso lamento no lo ha pronunciado ningún político de la oposición ni tampoco un perdido catedrático ‘sinmiedo' y ni siquiera un periodista outsider. La expresó ayer en un informe la Junta Directiva de la humilde patronal Cepyme de Alicante.

El citado informe será enviado al presidente Fabra para que "de forma inmediata contenga la marea de putrefacción que inunda el buen nombre de nuestras instituciones y proceda de forma inmediata a intervenir para restablecer la confianza del ciudadano en las instituciones y en sus representantes. Basta ya de líneas rojas que no se cumplen y de la vergüenza de los que cada día luchamos con nuestro esfuerzo, nuestro trabajo, nuestro sacrificio y el de los recortes que nos han impuesto, para sacar adelante esta Comunidad, inmersa en un problema que no hemos creado, y que estamos pagando". Difícil mejorar esta fotografía del del sentir general de la sociedad valenciana.

¿Con qué fuerza el actual conseller de Hacienda, por muy honrado y eficiente que sea, que lo es, va a reclamar en Madrid una mejor financiación si antes no es capaz de admitir públicamente los desmanes que sus antecesores han estado llevando a cabo durante lustros? ¿Con qué fuerza patronos y lobbystas pueden levantar su voz en La Moncloa si antes no han sido capaces de limpiar -o al menos denunciar- su propio gallinero de privilegiados adjudicatarios de obra y servicios públicos? ¿Cómo podrán las Corts plantear una reivindicación justa y colectiva ante los poderes del Estado si al frente de la cámara se mantiene un exponente perfecto de todo aquello que ha conducido a esta Comunidad al escarnio, la ruina y la vergüenza ante toda la nación e incluso ante toda Europa?

La crudeza del ‘problema valenciano' hace temer que ni siquiera unas elecciones y relevo al frente de los órganos de gobierno autonómicos pueda borrar la penosa imagen adquirida por esta sufrida sociedad si antes no se produce una sincera catarsis de la clase política -oposición incluida- y de la empresarial. Forman parte del problema. Tal vez, dicen, esta propuesta de catarsis sea un gesto ingenuo, pero la fuerza de los hechos permite esgrimirla con autoridad.

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