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#OpiniónVP Podemos: ascenso, estancamiento y... ¿caída?, por Guillermo López

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VALENCIA. Hubo un tiempo en que casi todo el mundo hablaba de Podemos, para satisfacción de los dirigentes de este partido, que habían logrado ubicarse en la "centralidad del tablero". Pero, meses después de alcanzar su punto álgido, liderando incluso la intención de voto en muchas encuestas, las expectativas no hacen sino moderarse. Fundamentalmente, por dos motivos: la aparición de una peligrosa competencia, Ciudadanos, por una parte; y los vaivenes e inconsecuencias estratégicas que menudean en Podemos en el período más reciente, por otra.

LA MARCHA DE MONEDERO

El hasta ahora número tres de Podemos y fundador del partido, Juan Carlos Monedero, anunció esta semana que dimitía de sus cargos orgánicos y abandonaba la política activa. Si nos atenemos a lo declarado por Monedero, a decir verdad, sus motivos parecen bastante razonables: Monedero piensa que el partido se está alejando de sus esencias ideológicas y programáticas e -implícitamente, al menos- que se estaría prestando a cierto juego de'‘pasteleo' con el poder, totalmente contradictorio con lo que inicialmente se supone que buscaba este partido. Monedero también se queja de la colusión de sus principios e inquietudes ideológicas con la fría realpolitik, con la que no se encuentra a gusto. 

Por otra parte, objetivamente la pérdida de Monedero, a efectos prácticos, no tendría por qué resultar trágica para Podemos, dada la querencia del ya exdirigente por meterse en problemas y hacer declaraciones extemporáneas; y, sobre todo, por el asunto -en absoluto menor- de sus informes pagados por Venezuela a precio de oro, que Monedero explicó de forma harto peculiar, en una rueda de prensa, por momentos, surrealista.

Sin embargo, y a pesar de las consideraciones previas, es indudable que, en términos de imagen, su marcha puede ser muy dañina para Podemos, por lo que simboliza. Y en un momento, además, particularmente delicado, en el que a Podemos, por primera vez desde que apareció en la escena política española, se le acumulan los problemas.

AUMENTO DE LA COMPETENCIA POR LA DERECHA

El primer problema, y posiblemente el principal, es la aparición de Ciudadanos, que ha monopolizado la atención pública como hasta ahora lo había hecho Podemos. Sea este un ascenso genuino o fabricado por quién sabe qué poderes ocultos (como también se dijo en su momento de Podemos), es indudable que a efectos electorales da igual: en estos momentos, mucha gente se ha acercado a Ciudadanos viendo en este partido un voto de protesta, y de cambio, respecto de la política tradicional. Un cambio mucho más liviano, por supuesto, que el que inicialmente proponía Podemos, y al que se han acercado muchos exvotantes conservadores, hasta ahora en el PP, en la abstención, ... o en Podemos.

La irrupción de Ciudadanos en un espacio que, en parte, había ocupado Podemos se explica mejor si observamos que muchos votantes perciben a este último partido muy escorado hacia la izquierda, con lo que su capacidad para alcanzar el voto de centro, si hay competencia real (en el contexto del voto protesta frente a "lo viejo"), disminuye drásticamente. Ahí es donde Ciudadanos ha debilitado las expectativas electorales de Podemos. También lo ha hecho, por supuesto, con el PSOE (y más aún, singularmente, con el PP).

Pero en el caso de Podemos se suma el importante matiz de que este partido, como Ciudadanos, explica su crecimiento, sobre todo y ante todo, por una cuestión de visibilidad pública y percepción ciudadana: que el público piense que este partido es el que realmente les conviene, y se ajusta más a su visión de las cosas, para conseguir el cambio político que están buscando (fuera cual fuera este).

PERDER BUSCANDO LA CENTRALIDAD DEL TABLERO

La reacción de Podemos ante la irrupción de Ciudadanos ha sido imprimir, de manera muy poco sutil, un viraje hacia el centro político. El problema de esta estrategia, sin embargo, es múltiple: por un lado, este centro ya está copado por Ciudadanos, cuyas propuestas se ajustan mucho mejor a los intereses de muchos de sus votantes, que no en vano provienen del PP. Es el mismo problema que tiene el PSOE cuando se dedica (como en la segunda legislatura de Zapatero, y después también) a asimilar como propios los preceptos del PP: que, puestos a elegir, el público prefiere confiar en el original que en la copia.

Por otra parte, los votantes que en un momento pensaron confiar en Podemos y ahora ya no lo hacen difícilmente volverán si el giro al centro consiste en mostrarse como un partido idéntico, en la práctica, y sobre todo en lo que se refiere a sus relaciones con la "Casta", que los partidos que, en teoría, Podemos aspira a sustituir. Y a sustituirlos no sólo para ponerse en su lugar (que es la sensación que da ahora), sino para hacer algo más que ellos si logra acceder al poder; que es la sensación que trataba de dar Podemos en un principio, y con la que alcanzaron el éxito.

#prayfor... ¡Cuidado, valencianos! ¡Ciudadanos son... catalanes!

Naturalmente, Ciudadanos no solo molesta a Podemos; también molesta al PP, y mucho: tener competencia en el mismo espacio ideológico es algo que los conservadores españoles no experimentaban desde los años ochenta (cuando su techo electoral a duras penas superaba el 25% de los votos). Por supuesto, Ciudadanos también reporta ventajas: permite recuperar "para la causa" un voto que quizás se perdería en la abstención (o, peor aún: ¡en Podemos!) de no existir Ciudadanos como opción de "conservadurismo para todos los públicos", sin corrupción, amnistías fiscales, cuatro años de exitosa gestión de Rajoy (más de veinte, en el caso del PP valenciano) y demás galería de monstruos que hoy por hoy ofrece el PP a su electorado.

Pero Ciudadanos tal vez sea pan para hoy y hambre para mañana: pactos de gobierno para hoy, un serio peligro de la hegemonía del PP en el campo conservador para mañana. Como lo segundo, si se consumase, es mucho peor para el PP que lo primero, y como estamos en campaña electoral, la reacción inicial del PP está siendo más bien hostil. La cuestión es si están acertando con las teclas adecuadas. Tarde o temprano, pero más bien temprano, sale el comodín: mucho cuidado con Ciudadanos, que son catalanes. Ni siquiera importa que sean catalanes "buenos" (desde la óptica del PP: catalanes españolistas). El hecho de que sean catalanes les hace ser sospechosos.

El PP ya jugó esta carta (con recordado éxito electoral) en las recientes elecciones andaluzas. Y, por lo visto, no tuvo suficiente, porque esta semana Rita Barberá volvió a abundar en el argumento (por llamarlo de alguna manera): cuidado con Ciudadanos, que estaríamos poniendo Valencia en manos de los catalanes. Y ya se sabe lo que pasa a continuación: te roban la paella y te obligan a hablar en catalán normativo, como si el valenciano no viniese directamente del íbero. ¡Qué escándalo, que pretendan gobernar a los valencianos desde Cataluña, con lo bien que nos ha ido estos años, con el gobierno teledirigido de Mariano Rajoy desde Madrid!

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