VALENCIA. Este sábado, Podemos celebró su manifestación en Madrid. Una demostración de fuerza que, en el momento en el que escribo estas líneas, no ha finalizado aún. Como, a diferencia de Hermann Tertsch, no tengo el don de predecir el futuro, me abstendré de valorar el éxito o fracaso de la iniciativa, que lógicamente busca cohesionar los apoyos electorales en torno a Podemos, enardecer a la militancia y hacer una demostración de fuerza: capacidad de movilización y de motivación social, más allá de su indudable impacto mediático y sus buenos resultados en las encuestas.
Las perspectivas para Podemos parecen, en muchos aspectos, inmejorables. Un partido en el que Podemos se reconoce (y viceversa), Syriza, ha pasado a gobernar en Grecia. Muchos sondeos les otorgan ya el liderazgo electoral, y casi todos ubican a Podemos por delante del PSOE. Desde las filas de sus rivales bipartidistas sólo llegan mensajes negativos, o de manifiesta incapacidad, con los que será difícil que PP y PSOE recuperen a muchos votantes (y sobre todo, a los votantes que ya se han ido a Podemos). Cualquier persona que asistiera, o viera por televisión, el mitin de Podemos en Valencia se haría una idea precisa del caudal de ilusión, esperanzas y, en fin, votantes que este partido ha logrado congregar en muy poco tiempo.
ESCÁNDALOS EN ALUVIÓN
Sin embargo, en las últimas semanas ha comenzado a cundir, en algunos ambientes, la idea de que Podemos podría estar desinflándose (la teoría del soufflée, una vez más). Alguna aparición desafortunada de Pablo Iglesias en televisión, insultando en repetidas ocasiones a Eduardo Inda, que no gustó a la audiencia (por impresentable que sea un contertulio televisivo, no es buena idea ponerse a su nivel). Evidencias cada vez más apabullantes de la centralización extrema del partido (de lo que la manifestación de Madrid es un ejemplo más). Candidatos que hacen declaraciones, como mínimo, peculiares. Y, por encima de todo, diversos escándalos mágicamente aparecidos en las últimas semanas en torno a los principales dirigentes de Podemos.

En realidad, en este último aspecto radica el quid de la cuestión. Podemos se ha presentado, desde el principio, como una alternativa de raíz, no sólo en cuestiones menores, al bipartidismo, a la "Casta". Frente a los desacreditados líderes políticos de PP y PSOE, la fuerza de Podemos no está en sus propuestas, en sí difusas y que, en todo caso, fundamentalmente importan ahora a quienes no piensan votarles, como vía para ejemplificar las insuficiencias de este partido.
Por el contrario, la fuerza de Podemos está condensada en dos elementos: la credibilidad y buena reputación de sus principales líderes y, en particular, de Pablo Iglesias, por un lado; y la evidencia de que votar a Podemos es hoy por hoy el mejor voto "a la contra" (contra el PP y el PSOE, contra la "Casta") que puede hacerse, por otro.
Pues bien: los escándalos que están difundiendo los medios de comunicación atacan a ambas líneas de fuerza, pero sobre todo a la primera: pueden minar la reputación de los líderes de Podemos y, con ello, desacreditar a este partido como auténtica alternativa frente a PP y PSOE. Si Podemos es "más de lo mismo", aumentan las posibilidades de que los ciudadanos sigan votando a lo mismo de siempre. O, al menos, de que no voten a Podemos; no se movilicen electoralmente a la contra.
Todo esto, naturalmente, no tendría nada de particular, y de hecho sería muy positivo, si los escándalos que se están denunciando fuesen ciertos, y además fuesen graves. El problema es que, en muchos casos, el tiempo demuestra que los escándalos eran muchísimo menos escandalosos de lo que en principio parecían.
EL "SOUFFLÉE" DEL ESCÁNDALO DE LAS ESTANCIAS DE MONEDERO
El pasado miércoles, el diario El País publicaba en portada un titular muy llamativo: "Monedero falseó la mayor parte de su currículo académico". Curiosamente, bastaba con leer la noticia para constatar que El País también había "falseado la mayor parte" de su titular de portada, porque en realidad el escándalo se resumía en sembrar dudas sobre dos estancias de investigación desarrolladas por Juan Carlos Monedero en otras tantas instituciones académicas, la Universidad Humboldt de Berlín y la Universidad de Puebla, en México. Lo cual puede ser más o menos escandaloso (de ser cierto), pero en ningún caso puede considerarse "la mayor parte" del currículum del líder de Podemos.
Sin embargo, en días posteriores ha quedado evidenciado que el periódico apenas indagó en su supuesto escándalo, porque la Universidad de Puebla confirmó que Juan Carlos Monedero fue profesor invitado en cinco veranos sucesivos; y desde la Universidad Humboldt se anunció que Monedero sí que estuvo allí como científico visitante (una figura, es cierto, menos prestigiosa que la de profesor invitado).
En resumen: el supuesto escándalo, al que El País le ha dedicado una portada y varios artículos en tres días sucesivos, se resume en que Monedero tal vez exageró al reflejar en su currículum las condiciones de una estancia de investigación que, en todo caso, sí hizo.
Es evidente que la credibilidad del diario El País sale dañada por un asunto así. Pero la cuestión es si, en el camino, también ha contribuido a socavar la credibilidad de Monedero. Desde cierto punto de vista, así es, según la idea de que la exposición pública continua, si es en términos negativos, acaba afectando a la reputación de cualquiera. De que, aunque la mayoría acabe por rechazar el escándalo prefabricado, algunos sí que se lo creerán, o le darán importancia.
Pero otro punto de vista, que me parece más pertinente, sería considerar si la saturación con todo tipo de supuestos escándalos, la mayoría exagerados, ridículos o directamente inexistentes, no acabará por inmunizar a muchos ciudadanos (sobre todo, de nuevo, los que piensen votar a Podemos o estén sopesando esa posibilidad), dada la obvia intencionalidad que subyace detrás de los mismos, por parte de los medios que los publican y difunden.
Y es posible, además, que los escándalos ridículos contribuyan a ocultar escándalos menos ridículos, como -sin ir más lejos- el que afecta también al propio Monedero, que cobró 425.000€ en calidad de asesor de diversos gobiernos latinoamericanos. Un escándalo bastante más sustancioso que el "curriculumgate" que se ha sacado de la manga El País, no sólo por la cantidad económica (sin duda relevante), sino por la posible incompatibilidad laboral en la que habría podido incurrir Monedero con su trabajo en la Universidad; así como por la formalización de los pagos a través de una empresa creada ad hoc.
Es pronto para saber el efecto de esta estrategia de bombardeo por saturación que están siguiendo algunos medios de comunicación: si tendrá efecto, y en qué sentido. No descartemos un efecto boomerang, como protesta respecto de quienes difunden los escándalos que en buena medida explica el éxito actual de Podemos. Pero lo que está muy claro es que, de aquí a las Elecciones Generales, vamos a encontrarnos muchos más "escándalos", y posiblemente algún escándalo más (sin comillas), que afecte a este partido.
#prayfor... Sara Montiel y Ramón Mercader

ABC adelantaba el bombazo de la revista Lecturas de esta semana: La diva española Sara Montiel tuvo una hija con... el asesino de Trotsky, Ramón Mercader, que mató a Trotsky asestándole un golpe de piolet en la cabeza. Mercader, que se pasó los siguientes veinte años en una cárcel mexicana, tuvo ocasión de conocer a Sara Montiel -a la que indudablemente dejó cautivada- en la década de los cincuenta.
La fuente de esta espectacular historia merece toda confianza: el peluquero de la mismísima Sara Montiel, Pepe de la Rosa. Tal vez no les parezca una fuente muy impresionante, pero recuerden que por estas latitudes los peluqueros han mandado mucho en tiempos no tan remotos.