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#OpiniónVP ¿Quién teme al TTIP feroz?

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VALENCIA. Tuve la oportunidad, hace unas semanas, de asistir a una jornada donde se analizaban las negociaciones del Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión con Estados Unidos (ATCI en español o Transatlantic Trade and Investment Partnership, TTIP, en inglés) desde el punto de vista de España y, en concreto, de la Comunitat Valenciana. Al llegar a la sede de dicha jornada me encontré con que había manifestantes con carteles en contra del TTIP.

Hasta ese momento no había sido consciente de que existiera una campaña de este tipo pero dentro me confirmó una estudiante a quien le interesaba el tema que, hasta ese momento, sólo había acudido a reuniones en contra y que tenía curiosidad por conocer los argumentos a favor. La tensa votación en el Parlamento Europeo esta pasada semana ha confirmado que hay sectores que perciben estas negociaciones como una amenaza.

La Unión Europea ha realizado, a lo largo de sus más de 60 años de historia, infinidad de acuerdos internacionales en materia de comercio e inversión, bien sea de manera bilateral, como el Acuerdo de Asociación con México de 1997 o el más reciente con Canadá, regional (como sus acuerdos con los países mediterráneos) o multilateral, en el ámbito de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

UNA CAMPAÑA EN CONTRA SIN PRECEDENTES

Sin embargo, en pocas ocasiones se ha encontrado con campañas tan importantes en contra del acuerdo. Ello ha llevado a desplegar una intensa actividad pública de los principales responsables de las negociaciones (desde la comisaria Malmström hasta el jefe de la delegación europea, el español Ignacio García Becerro), así como por las oficinas de la Comisión Europea en los diferentes países miembros y, finalmente, a través de la propia página web de la Comisión (donde se describen las ventajas y los riesgos del acuerdo).

Dado que la Unión Europea es una unión aduanera, los países miembros tienen una Política Comercial Común que regula la negociación y adopción de tratados con países terceros. En concreto, el proceso en el caso de un tratado de este tipo se realiza en tres etapas. En la primera, los países  envían el mandato para iniciar negociaciones, tal y como se hizo en 2013 en una decisión del Consejo de Ministros de la UE.

En una segunda etapa, en la que nos encontramos actualmente, la Comisión Europea lleva a cabo las negociaciones, en sucesivas rondas donde se van tratando los diversos temas y se va llegando a acuerdos parciales. En tercer lugar, al finalizar las negociaciones, el texto final del acuerdo debe ser ratificado por cada uno de los países miembros y por el Parlamento Europeo

EL PROBLEMA DE LAS BARRERAS COMERCIALES

¿Por qué realizar un tratado de este tipo? Estados Unidos es el primer socio comercial de la UE, así como su mayor inversor. Sin embargo, dado que también es su principal competidor, no siempre se han hecho todos los esfuerzos necesarios para facilitar los intercambios comerciales o las inversiones.

La existencia de barreras al comercio, restricciones o  requisitos técnicos sin justificación sanitaria o de seguridad encarece el comercio, lo cual perjudica no sólo a consumidores, que deben pagar más por los productos, sino también a los empresarios europeos que intentan vender sus productos en Estados Unidos. Dado que Europa ha tardado bastante tiempo en lanzar estas negociaciones, otros países con los que competimos han logrado mejores posiciones en el mercado americano de productos no sólo industriales sino también agrícolas. En concreto, el informe que sirvió de base al inicio de las negociaciones cifraba la ganancia potencial del acuerdo en 0,5 puntos adicionales del PIB europeo.

Las principales críticas que los que se oponen a este acuerdo ha dado lugar a que la propia Comisión Europea elaborara una tabla respondiendo a cada uno de los argumentos que hemos insertado aquí. Además, en un reciente discurso, la Comisaria Malmström ha contestado a las cuatro principales fuentes de preocupación. En primer lugar, se argumenta que un acuerdo con Estados Unidos reduciría nuestros niveles de seguridad alimentaria, como las que normas que rigen la alimentación con hormonas del vacuno o los alimentos modificados genéticamente. El ATCI respetará la capacidad de la UE para mantener sus propias regulaciones.

TRANSPARENCIA DE LAS NEGOCIACIONES

Además, también se ha puesto en duda la transparencia de las negociaciones. Para evitarlo, la Comisión Europea mantiene un portal actualizado con los temas tratados en las sucesivas rondas y los acuerdos alcanzados. El tercer ámbito de preocupación es la protección de la inversión, dado que el tratado supone dar facilidades para que se lleve a cabo inversión americana en Europa (y viceversa). Lo que más preocupa es el mecanismo de solución de diferencias entre inversores y Estados, que puede suponer en ocasiones que el gobierno tenga que indemnizar a los inversores extranjeros ante cambios normativos.

Para evitarlo, la UE está intentando crear mecanismos de arbitraje claros y códigos de conducta internacionales. Finalmente, los detractores sostienen que el ATCI puede afectar a los servicios públicos europeos, tales como la sanidad o la educación. Desde la UE se ha insistido, de forma categórica, en que no está en duda nuestro derecho a organizar nuestro sistema sanitario o educativo y que esto no está abierto a debate o la negociación, tal y como ha ocurrido cuando se han negociado otros tratados internacionales.

Para los que sigan albergando dudas, es posible citar algunos ejemplos de productos que nos son familiares. En el caso de las alcachofas, a España se le aplican aranceles elevados para entrar en el mercado de Estados Unidos, mientras que el NAFTA (que incluye a Canadá y a México) ha firmado acuerdos con productores asiáticos o con Colombia, logrando que sus alcachofas entren libres de aranceles. Por lo que se refiere al calzado, se le aplican aranceles de hasta un 37,5%, mientras que los azulejos sufren crestas arancelarias de hasta el 25%

¿UNA MALA IDEA?

De nuevo México, miembro del NAFTA  y, por tanto, con arancel cero tiene ya una importante cuota en el mercado de Estados Unidos. También será más fácil y más barato para los consumidores la compra directa de productos estadounidenses, al reducirse los trámites aduaneros y bajar los aranceles.

En una era en que nos movemos en la mayor parte de la Unión Europea con una sola moneda y donde el consumidor está acostumbrado a la variedad y transparencia que nos proporciona internet, extender esas ventajas a nuestro principal mercado exterior no parece una mala idea.



 

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