Opinión

Opinión

BITÁCORA DE UN MUNDO REINVENTADO

¿Por qué la guerra?

Publicado: 27/06/2025 ·06:00
Actualizado: 27/06/2025 · 12:30
Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

Estoy con Noah Juval Harari: las guerras de los hombres las mueve la narrativa. Son puro relato. Historias. El historiador defiende que el Homo Sapiens logró ponerse a la cabeza de la pirámide alimenticia apoyándose en relatos (colaboración, astucia y suma de fuerzas). Igualmente, asumo que quizá se borre de la faz de la Tierra contándose una historia fallida. 

Me pregunto todo esto mientras espero en un probador de ropa y me aíslo del bullicio adolescente. Es final de curso, tiempo de graduaciones. Mi hija se mide con un puñado de Lolitas que vestirán de gala en su despedida del bachiller. Están preciosas. Quieren bordar una historia de éxito, promesas y salto a otra pantalla; de nuevo, una historia. Lo que se cuentan ha llegado a la hipérbole y varias han pasado meses absorbidas en la fiesta Prom en vez de atender al temario de la EBAU. Fotos de grupo. Discursos larguísimos que aplanan el culo a una silla de pinza. Gorros académicos lanzados al aire como en las high school movies. Alguien dijo que ya no hay cuerpo y alma, sino cuerpo y apariencia. Leo estos días que la cosa ha llegado a primaria y ya hay niñas que elucubran con esto en el paso de cuarto a quinto. Mi hija pesca un modelo que tenía fichado en las redes y corremos a la caja antes de que nos lo quiten. Aquí hemos ganado una batalla pero, ¿y la guerra?, ¿nos pillará el colapso nuclear con escote barca o drapeado? 

Ponerme frívola no me salva y vuelvo a Harari. Si la vida es injusta, esto se apoya básicamente en historias. El divulgador judío ha crecido en Oriente Medio, es natural que se preguntara desde niño: ¿por qué la guerra? Le decían que era natural, que los animales también forcejean por el territorio y la comida. Pero él ha pensado más allá y defiende que luchamos por una historia. Algo imaginario que se hornea en nuestras cabezas. Es cierto, me digo, esto mismo puede ser en sí mismo una historia. Pero él no exige que le crean, ni se propone hacer un frente violento con sus libros: es sólo un científico, un divulgador súper ventas. Y un valiente, porque asegura que entre el Mediterráneo y el río Jordán hay territorio de sobra para vivir sin estrecheces. Es más, desafía a quien cree que su tierra es sagrada y admite que el paisaje es de lo más ordinario. No dispone de petróleo ni minas de oro. Un árbol o una roca de su país, nos recuerda, tan sólo es eso: un árbol, una roca. Tampoco cree que Rusia necesitara anexionarse Ucrania por ganar unos kilómetros cuadrados: es el país más grande del mundo.

En nuestras luchas personales también desafiamos una historia. Cuando bajamos de lo colectivo a lo personal, también lo que nos contamos puede liquidar o sanar una vida. He visto a gente suicidarse por un relato injusto o erróneo. Matarse en vez de matar a quien los dañó. En terapia acostumbro a torcer las historias de mis pacientes hacia una orilla más amable y también reviso con ellos las guerras que han declarado a su alrededor. A menudo, un divorcio no es más que una narrativa enfrentada a otra, hecha de cemento armado. Si tú no fueras tan así. Si yo hubiera sabido que. Pacificar personas también consiste en ablandar sus argumentos y hacer un guión nuevo con lo que sale al paso, ¿surgirá por fin un relato que nos salve como especie?

No es nuevo esto, pero hiela la sangre porque hay cabezas nucleares apuntándose por todo el globo. ¿Qué historia prevalecerá?, ¿la Historia Universal de la Infamia? En 1933, Einstein se carteó con Freud para aprovechar su conocimiento sobre los instintos humanos y le preguntó el porqué de la guerra. El maestro del psicoanálisis había explorado a fondo el instinto de muerte o Tanatos y lo había descrito como una pulsión indisoluble de la que nos lleva a crear, cuidar y crecer, o sea, el Eros. “Innumerables muestras de barbarie que jalonan la historia y la vida cotidiana no hacen más que confirmar su existencia”, contestaba. “A veces, cuando oímos hablar de las crueldades de la historia, tenemos la impresión de que los móviles idealistas sólo han servido de pretexto a los apetitos destructores”, seguía. 

Uno de esos idealismos que usamos como coartada para guerrear se llama nacionalismo. Harari también me hizo pensar en la diferencia entre patriotismo y nacionalismo: soy patriota, amo mi terreta, pero no creo que mi patria sea mejor que la del vecino (lo que haría de mí alguien nacionalista). Sin embargo, el relato nacionalista es trendy, como las sandalias doradas o los vestidos de Lady Pipa que lucen nuestras graduadas 2025.

En la planta de perfumería, entre las diosas de la cosmética que nos intimidan desde sus paneles gigantes, mi hija confiesa que todo esto de la belleza es un poco decepcionante. Peluquería, uñas, depilaciones, pruebas de maquillaje. El chat donde todas suben el vestido que llevarán para no repetir modelito. Todo le cansa, admite, hasta los probadores, el skincare y la excitación de sus amigas, de la que no logra contagiarse. Lo único que no cansa es invisible a los ojos, añado, pensando en El Principito y citándolo a mi manera. He aguantado sus quejas adolescentes toda la tarde, sus dudas, sus inseguridades, ¿demasiado básica?, ¿demasiado llamativa? Pero de pronto está pasando a otra story, ¿acaba de hacerse adulta en este mismo instante? Sólo quiere merendar e irse a casa. 

Rumio mi éxito en las escaleras mecánicas, soñando con que haya un nuevo relato que la colonice a ella y a toda su generación, que nos traiga un poco de paz a esta humanidad erizada de hostilidades. Que toda su generación comparta algún día el relato que la haga sostenible. 

Recibe toda la actualidad
Valencia Plaza

Recibe toda la actualidad de Valencia Plaza en tu correo