VALÈNCIA. Una de las grandes preguntas que se hace buena parte de la gente es cómo es posible que esta persona siga al frente de un gobierno autonómico y vaya realizando comparecencias (con sólo gráficos, sin permitir preguntas de la prensa) en las que se reitera en sus mentiras, sin que se vislumbre ni sensación de culpa, ni ganas de pedir perdón públicamente, ni vergüenza alguna. Es más, actúa con la chulería que le caracteriza, elevando el tono y aparentando estar cargado de una razón que no tiene.
Y la pregunta no es baladí, pues para cualquier persona que ejerciera el cargo de President, encontrarse con el panorama de cientos de muertos ahogados mientras tú estabas haciendo no se sabe qué en un reservado en el Ventorro, más varias horas después ocultadas a los demás pero bien conocidas por él, quizás de copa y puro, quizás de siesta, quién sabe. Y todo ello mientras varias comarcas valencianas eran arrasadas por el agua que se llevaba la vida de tanta gente sin que recibieran ni ayuda ni aviso alguno por parte de la Generalitat, a pesar de las miles y miles de llamadas al 112. Esta circunstancia dejaría en estado de shock y vergüenza a la gran mayoría de personas. Pero no a él. Y la gran pregunta es ¿qué le pasa a Mazón para que una tragedia así no le afecte lo más mínimo? ¿cómo se puede tener tanta falta de empatía como para no haber siquiera pedido perdón por su obvia responsabilidad política? ¿carece Mazón de humanidad?
Todo indica, en suma, que valores tiene pocos y principios ninguno, pues atreverse a mentir de esa manera reiterada cuando se trata de una catástrofe con cientos de muertos, ya nos indica que la honestidad no le acompaña.
Cuando dos días después de la tragedia de la DANA paralizó el CECOPI para encerrarse con su equipo durante horas planificando la estrategia a seguir y preparar el relato a contar para defenderse de lo indefendible, relato que no es más que culpar de todo al gobierno de Sánchez, ya dejó claro que su máximo objetivo era y es salvarse él mismo.
Cuando nombró a un militar retirado para dirigir la reconstrucción, al que después no pone ni personal ni presupuesto ni mando, y cuyo plan ha sido privatizado por contrato a dedo de 2,2 millones de euros en manos de una consultora, evidenció que solo busca el relato y seguir engañando a la ciudadanía.
Cuando presenta los presupuestos de la vergüenza, profiriendo sin problemas en su discurso las frases racistas y negacionistas que le dicta VOX, evidencia que carece de principios y que está dispuesto a todo por continuar en el cargo.
Cargo que le permite otorgar contratos a dedo a las empresas y empresarios amigos del PP condenados por sobornos a su partido, parte del botín en el que VOX le ha exigido participar para aprobarle las cuentas.
Cargo desde el que está desmantelando la red de servicios sociales que con tanto esfuerzo se creó en las pasadas legislaturas desde la dirección de Mónica Oltra primero y Aitana Mas después, dignificando y ampliando las plazas de residencias y la Renta de Inclusión y la dependencia. Igual que ha desmantelado la memoria democrática, la oficina antifraude, la independencia de la TV pública o la protección del territorio.
Un cargo de President en el que, si aguanta, le podrá suponer a Mazón esa renta de 75.000 euros hasta la jubilación en el Consell Jurídic Consultiu.
Mazón funciona desde el desprecio a quien le juzga, desde la burla a quien le cuestiona, carente de espejo en el que mirarse sigue adelante pensando en sí mismo y arrasando con todos los avances logrados durante ocho años de gobierno del Botànic.
La política debe servir al bien común. Pero Mazón no sabe ni lo que es eso. El problema es que sus pactos de la vergüenza nos arrastran a todos, y tal y como el agua y el barro arrasaron pueblos enteros y se llevaron la vida de cientos de personas mientras él miraba hacia otro lado, hoy sus decisiones siguen condenando al pueblo valenciano al yugo del racismo, el desmantelamiento de los servicios sociales, el negacionismo del cambio climático, el ataque a la educación en la lengua propia y a la propia democracia, con la corrupción y la mentira como ejes de su gobierno.
El lema de su campaña era “Sonríe, ya viene el cambio”, bien alejado de lo que ha supuesto su acción de gobierno: sus decisiones solo están provocando tristeza y vergüenza.