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LA OPINIÓN PUBLICADA

Resistir en el sillón para que no resistan los otros

Publicado: 12/07/2025 ·06:00
Actualizado: 12/07/2025 · 06:00
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Parecía que esta vez sí. Esta vez, Pedro Sánchez lo tenía crudo para sostenerse. En el PP se las prometían muy felices, mientras los medios adláteres no podían reprimir su entusiasmo ante la inminente caída del "sanchismo"; y su sustitución por un "feijóoismo"; cuyas fuentes nutricias resultan insondables en estos momentos, salvo la certidumbre de que tendrá como principal objeto colocar a los suyos en los puestos de poder todo el tiempo que sea posible.


Sin embargo, los días pasan y Sánchez permanece ahí. El presidente del Gobierno se maquilla como si hubiera salido de un campo de concentración. Con voz grave y  apenada afirma que ha estado a punto de dimitir, por enésima vez. Amaga con escribir otra "carta a la ciudadanía"; (no, por piedad, presidente: otra vez no). Todos los fuegos de artificio que ustedes quieran, pero ahí sigue.


Sigue porque, al final, la ecuación es la misma desde 2023: nadie que no sea Vox quiere pactar con el PP, porque todos ven que el PP, a la hora de la verdad, está deseando pactar con Vox con tal de llegar al poder. Y como Vox es percibido como un peligro por parte de los partidos que no son PP y Vox, y también por sus votantes, mientras las cuentas salgan apoyarán a Pedro Sánchez no porque estén muy entusiasmados con sus políticas, sean estas las que sean, sino para que no lleguen al poder los otros. Y Pedro Sánchez, que lo sabe perfectamente, y que ha hecho de "poner un muro a la derecha y la extrema derecha" su principal activo electoral, puede plantarse en el Congreso de los Diputados haciendo solemnes promesas de enmienda, sabiendo que los socios están deseando aparentar que creen en lo que dice lo suficiente como para que no haya elecciones. Y así seguiremos unos meses o incluso años más.


Sólo en dos circunstancias se podrían adelantar las elecciones: por un lado, si surgen nuevos escándalos o problemas que provoquen un cisma en el PSOE (muy poco probable), una ruptura con Sumar (casi imposible, visto lo visto; otra cosa es que Sumar vaya adelgazando más y más conforme haya defecciones de sus socios y se queden ahí los de "hacia el progreso con un cargo"), o una defección de alguno de los socios que no se quede en dejar de votar con el Gobierno en el Congreso (esto, de hecho, ya es bastante habitual), sino que alcance a votar una moción de censura con "los otros". Por otro lado, si Pedro Sánchez considera que adelantar elecciones le beneficia y puede sacar un buen resultado (es decir, como en 2023: que PP y Vox no sumen ni puedan hacerlo con Coalición Canaria o algún partido similar). Esto ahora mismo es impensable, porque las encuestas muestran una mayoría aplastante de PP y Vox y porque la izquierda, como es lógico, está desmovilizada tras constatar el enésimo escándalo de comisiones y contratas por parte de los que llegaron al poder merced a una moción de censura motivada por echar del sillón a los que les había estallado el penúltimo escándalo de comisiones y contratas, dictamen judicial incluido. Pero, aunque ahora no sea factible, podría serlo en el medio plazo.

En cualquier caso, Pedro Sánchez lo tiene muy complicado. Desde que llegó, ha hecho de resistir, de la resiliencia contra viento y marea, un emblema de sus políticas, sean estas las que sean. No está muy claro para qué quiere mandar Pedro Sánchez, salvo para que no manden los otros. Tampoco se sabe muy bien cómo es posible que "el Gobierno más progresista de la historia" sea absolutamente incapaz de encauzar el problema de la vivienda, que hoy es la principal cuestión que genera profundas desigualdades en nuestro país. Y como el de la vivienda, muchos otros. Lo que sí sabemos es que, mientras esté él, no estará Alberto Núñez Feijóo. Y como el líder del PP llegará acompañado por Vox, para muchos votantes eso basta. De hecho, con toda su desfachatez el Gobierno despliega este argumentario: no hay que dimitir, ni asumir responsabilidades, ni convocar elecciones, porque perderíamos y llegaría la malvada extrema derecha. Nadie se molesta en precisar que esto es así porque claramente la mayoría social se está decantando hacia un pacto PP-Vox, no les entusiasme (salvo tal vez a los votantes de Vox), sino porque ha quedado ya claro que no hay otra alternativa de oposición.


Y no será porque en el PP no intenten hacer creer que tienen intención de gobernar sin Vox. De hecho, eso ha afirmado recientemente, en el cierre del Congreso "búlgaro" del PP, Alberto Núñez Feijóo: que no gobernarán con Vox. El propósito de este compromiso es evidente: no asustar a los votantes de izquierda y que no vayan a votar en masa (o en número suficiente) cuando llegue el momento. El truco es muy visible y, sinceramente, no creo que funcione. Porque todo el mundo sabe que, si luego PP y Vox suman y el PP no puede alcanzar la investidura sin Vox, pactarán todo lo que haga falta, porque aquí el PP, igual que el PSOE, tiene como principio motor gobernar ellos para impedir que lo hagan los otros, que no saben calentar el sillón como conviene. Y ya después, instalados en el sillón, si eso, pues aplicar sus políticas, cualesquiera que éstas sean.

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