CASTELLÓ. Se acaba el año 2025, se acabó el primer tramo de las fiestas navideñas, el tiempo transcurre a modo de bisagra esta semana. Recibimos un nuevo año,un nuevo ciclo vital. El tránsito de mis días dejó el regalo navideño de un amanecer con nieve, en Morella, entre los municipios de Els Ports, en medio de un océano de montañas nevadas, una estampa bellísima. La ciudad amurallada despertó bajo el manto blanco, con el humo de sus chimeneas, con el atrayente olor de la leña de carrasca que se quema en los hogares, con las tenues luces navideñas en sus balcones. La más bella imagen para celebrar estos días que celebran la vida, a pesar de las ausencias y el signo de las sillas vacías.
Mi Navidad ha sido mi familia, mis cuatro nietos, Aimar, Biel, Quim y Guillem, y su inocencia, sus sonrisas, sus abrazos y besos a una abuela visitante en Nochebuena. Gozar de la alegría infantil, del bullicio de sus risas, de sus pequeñas manos hiperactivas, de esos infinitos gestos de ternura, constituyen un universo de placeres imprescindibles para mi existencia. Hay otros placeres, los gastronómicos, y la cocina morellana da buena prueba de ello. Insuperables les Pilotes de Nadal de Maite, el ternasco de Montse, sus mágicas salsas y sus entrantes. Insuperables los langostinos de Argimiro, los embutidos noruegos y el salmón que viajaron con uno de mis hijos, el panettone del forn de la Plaça.

Como todas las navidades vividas, mayoritariamente, estos días son un abuso de comidas y, sobre todo, de emociones. Somos afortunadas de poder escribir estas sensaciones, de contar con una familia, de contar con un techo que nos cobija, de habitar un mundo de sueños, ilusiones, de buenas realidades. Hay otras Navidades, muy diferentes a las nuestras. Son las peores fechas para vivir en soledad, la sobrecarga emocional negativa que nos invade es un arma de destrucción masiva para muchas personas vulnerables. Es difícil escapar del ruido, de la algarabía que llena las calles, los machacones villancicos, las deslumbrantes luces navideñas. A nuestro lado, caminan personas solitarias, tristes, frágiles, deseando que pase este tránsito donde se decreta por decreto social y consumista la exagerada celebración de estos días.
Y, además, en Badalona más de cien personas inmigrantes sobreviven a la ignominia de un Ayuntamiento inhumano. Hay otras Navidades. Rusia ha bombardeado sin piedad la ciudad de Kiev, y en Gaza hay niñas y niños que mueren de hambre y que caminan descalzos sobre un suelo de barro e inundaciones. En Gaza, Israel sigue matando, asesinando sin piedad a la ciudadanía civil, en la misma tierra donde Herodes decretó la muerte de los infantes inocentes. Así es la vida y la historia que se repite. En Cisjordania, Netanyahu ha dado luz verde a más invasión, más apartheid con la construcción de nuevos asentamientos ilegales de judíos sionistas, ocupando cada vez una mayor porción del territorio. Es el genocidio que no cesa.
Mientras, Trump bombardea Nigeria con la excusa de detener la matanza de cristianos, y Netanyahu sigue malmetiendo entre los países árabes cercanos, atacando sin piedad el sur de Siria, país que ya sufre aterrado por la violencia interna y sectaria. Despedimos un año maldito y recibimos otro periodo de incertidumbre, ignominia e indignación colectiva.

Se acabó. Se acaba un periodo anual de guerras, conflictos, gobernantes negacionistas, una ultraderecha que crece con el consentimiento y protección de la derecha de toda la vida. Vox decide y el PP cumple. Es la complicidad de dos partidos unidos por el poder, en contra de las políticas sociales, de la sanidad pública, de la enseñanza pública, de los servicios sociales, en contra de las mujeres, recortando sus derechos y libertades, recortando las ayudas sociales y calificando cualquier aspecto solidario como “chiringuitos ideológicos”. Es tremendo el tiempo que se avecina.
Y se acabó este artículo, se acabaron estos artículos, el ciclo de casi una década de acompañarles cada lunes. Todo se acaba en la vida. Mis palabras viajarán a otros espacios, a otras páginas, seguiremos en tránsito, sintiendo, reflexionando y plasmando los significados. Todo comenzó un día, gracias a personas que confiaron en mi oficio, que me dieron la oportunidad de escribir en este espacio. No puedo olvidar a mi amiga querida y añorada Fina Cardona- Bosch que tanto me promocionó, ella, que era la mejor escritora del país valenciano y de este grupo editorial.
Mi vecina Carmen y mi viejito perro Pancho también se despiden de este espacio que hemos llenado con nuestro paso por la vida, transformando cada artículo en una crónica de nuestros días. Caminaremos hacia otras rutas, con la mirada amplia y los mapas precisos de la existencia. Dibujaremos nuevas geografías anímicas y humanas en otros espacios, en otros destinos. Gracias por todo este tiempo de complicidades.
Buena semana. Buena suerte. No se olviden nunca de Gaza, ni de Cisjordania.