Opinión

Sequía sexual

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VALENCIA. El copular se va a acabar. Me encontraba buceando por la red tratando de averiguar el significado de "sequía" para la redacción de un texto de un trabajo de inglés cuando me topé con el siguiente titular: "Según el estudio de un profesor de Sociología de la South Bank University de Londres, Jeffrey Weeks, los periodos de crisis económica hace que las personas se vuelvan más conservadoras en sus comportamientos sexuales".

La noticia fue un golpe duro. Ni la subida del IVA, las privatizaciones o el euro por receta podían superar un recorte tan devastador como lo era el fin de una época de consolidada bonanza golfa. Empecé a ser consciente de que el declive financiero nos transportaba a un desierto, donde lejos de encontrar un oasis monetario, ni medidas de urgencia como la Viagra pondrían firme al paquete de un vaquero.

En una sociedad fálica como la hispana, donde el macho ibérico es atractivo turístico nacional y el piropo obsceno nuestra seña de identidad, ¿cómo un periodo de bajón podría apagar la pasión del semental español? Según el estudio, los tiempos de incertidumbre generan depresiones y tantas preocupaciones que instalan el pesimismo en la habitación.

Dispuesta a indagar en el tema, me reuní con mis amigas y exponer el delicado asunto. No sé si fue casualidad, pero cada una en su diferente condición de amante o pareja estable, relataban la escasez de líbido percibida los últimos meses en su relación. "La prima de riesgo sube más veloz que mi chico en una erección precoz", comentaba una. "A mi, las únicas que me dan caña son mis telarañas", confirmaba otra. "Yo he decidido usar la imaginación cuando mi novio carece de intención", se lamentaba una tercera.

La indignación, aquella tarde de domingo en un agradable Café Berlín de Ruzafa, continuaba in crescendo. ¿Cómo soportar una vida de inexistente movimiento salarial sin la necesaria válvula de escape del deseo sexual? ¿Sería necesario a partir de ahora imponer un nuevo copago para tener acceso a la cama y evitar este drama? ¿Acaso era oportuno protagonizar un encierro bajo el lema "Abajo la crisis del amante, no seamos más insignificantes"?

Tras años de intensas y largas horas de preocupación con mis amigas, únicamente por la calidad en el juego de la pulsión, el debate cambiaba por primera vez de tercio. Un factor externo, lejos de la destreza del hombre o mujer en acción, ha venido a invadir con la pereza a nuestro colchón con la más que justificada excusa del "cariño, el jefe acaba de anunciar un ERE", o "Lo siento, hoy nos quedamos sin salir a cenar, mi empresa lleva dos meses sin pagar".

En mi opinión, el afecto, goce y amor estimula al ser humano a liberar endorfinas y a estar de buen humor. Una inyección gratuita y exenta de impuestos, ya que en al acto carnal la única regla a seguir es la de "el fin sí justifica los medios" cuando se trata de alcanzar un clímax como poderoso elixir. No sumemos al saco de los dolores nuestras mentes indecentes y fortalezcámoslas con la pureza, transparencia e integridad del placer. En su vertiente más sentida o ardiente.

En cualquiera de sus formas, pues no importa mientras exista entrega y se luche por un sobresaliente. Despertemos la calidez de la erótica del vicio en una sociedad en la que casi todo lo que nos rodea produce escalofríos sin beneficio ni oficio. Montemos un centro hospitalario público y universal donde en caso de urgencia nos receten montar una bacanal para nuestra salud mental.

Concluiré con una recomendación: concienciados y animados, una vez en el arte del cortejo, tengan a bien alejarse de temas laborales y de las penas actuales, pues una satisfactoria excitación comienza por una buena conversación.

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