Opinión

El mayor portacontenedores del mundo, el MSC Pamela

Un monumento a la negligencia institucional

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Una situación que no debería haberse dado nunca si las administraciones públicas que intervinieron en la operación hubieran actuado con sentido común, diligencia y en defensa de los derechos ciudadanos, "de todos los ciudadanos" y no en defensa de sus propios intereses políticos, los electorales.

Nunca debió aprobar el Ayuntamiento de Valencia la ubicación de un nuevo megaestadio dentro del casco urbano, en lugar de situarlo, como se hace en las ciudades de vanguardia, en el extrarradio, con buenas conexiones de transporte público y privado y aparcamientos ad hoc. Sin embargo, el populismo del actual equipo de gobierno municipal, a la cabeza del cual se halla la no menos populista Rita Barberá, se dejó llevar por las presión de un empresario ambicioso pero sin destreza alguna en el mundo de los negocios ni en estrategia empresarial como era Juan Bautista Soler, a la sazón presidente de Valencia SAD.

La permuta de parcelas autorizada por la alcaldesa, después de un sinfn de filigranas legalistas, es un ejemplo de trato de favor hacia unos accionistas y empresarios impropio de una institución pública que debe defender los intereses de toda la sociedad, no de parte de ella, en aras a un supuesto interés superior por la imagen de la ciudad en el exterior. Vean la imagen que está ofreciendo un estadio paralizado en obras...

Nunca debió apoyar de esa forma tan incondicional la Generalitat Valenciana a una empresa que, por muy popular que sea, como los es el Valencia CF, no deja de ser una firma privada con unos intereses económicos muy determinados y que refleja hacia el exterior, además, la imagen de toda la Comunidad Valenciana. Deuda, enfrentamientos societarios, ruina... esa es la imagen que ofrece ahora ese apoyo a ciegas.

Nunca debió recibir Valencia SAD el apoyo incondicional de una entidad financiera, Bancaja, sin que se dieran las condiciones objetivas para tanto riesgo financiero que ya desde hace años se veía irrecuperable. Ceder a los chantajes de un grupo de directivos oportunistas no es un buen negocio, como se puede comprobar ahora que la citada entidad es dueña de un club endeudado, moroso y con unos activos a medio ejecutar.

Al menos que sirva de penitencia para todos los que han permitido semejante estropicio urbano y urbanístico y de recordatorio para los próximos dirigentes de este maltratado y malconducido país valenciano.

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