Opinión

CRÓNICAS DESDE EL PURGATORIO

Una cuestión de estatus

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Inertes ante una casta política que solo busca perpetuarse en sus privilegios y nichos de poder, el abanico de posibilidades de reforma y cambio se va reduciendo a solo dos: ellos o todos los demás. De momento 'ellos' ganan por goleada

VALENCIA. Parece definitivo. Vencida por la crisis y desarmada por las deudas y los impagos, la Generalitat se halla bloqueada en mitad de este cenagal políticoeconómico en que ha devenido el día a día oficial de esta comunidad. Abandonada a su suerte por el 'Estado Rajoy', ya puede desgañitarse lo que quiera el consejero de Hacienda -"¡Hasta aquí hemos llegado!", exclamaba el otro día el muy infeliz-, o montar los numeritos que quiera el de Economía, Máximo 'happy' Buch, que nos encontramos solos. Solos con nuestras tristes circunstancias. O sea, de pena.

Dieciocho meses después del mutis de Francisco Camps, el fuelle inicial que mostró el presidente de reemplazo Alberto Fabra está ofreciendo evidentes muestras de agotamiento, cuando no de repliegue tras las faldas del partido. Una mala noticia en tanto que ‘el partido' no muestra signo alguno de convicción acerca de la necesidad vital de una regeneración que permita a la sociedad valenciana trabajar por una salida a este túnel infinito.

Y esa actitud nos está matando. O peor, nos está ‘rematando'. Hoy por hoy, Valencia, lo valenciano, la Comunidad Valenciana, caminan zombis por tierra de nadie, a expensas del fuego graneado de las circunstancias e incluso, o especialmente, del ‘fuego amigo'.

El rechazo de las enmiendas presupuestarias, la tasa del gas, la ‘recepción' protocolaria y artificial -casi humillante- de Rajoy hacia Fabra y la ‘madrina' Barberá en una salita tras el escenario del Palacio de Congresos, el goteo de ayudas para pagar deudas, la plena intervención fiscal, la falta de inversiones y esa fría distancia percibida entre ambos extremos del otrora ambicioso eje Madrid-Valencia... incluso los frívolos vaivenes con el Corredor Mediterráneo... nos han situado a los pies de los caballos. No solo a los responsables de la gran chapuza administrativa de los últimos años, sino a todo el cuerpo social.

En el frente interior la situación no es mejor y el caso de RTVV es paradigmático de lo que está ocurriendo. Todavía la semana pasada estaba el Consell contratando a un despacho de abogados -Garrigues- para ‘engrasar' la reforma del ente: ¿Cuánto tiempo es necesario para taponar ese boquete de pérdidas y nepotismo? La Generalitat no ha accedido a escuchar los consejos de los dirigentes empresariales que le proponían suprimir directamente el grupo RTVV, pero está consumiendo la paciencia de sus trabajadores y la de los contribuyentes con esa falta de vigor ejecutivo que aparece cada vez que debe tomar una decisión ‘fuerte'.

Por su parte, la parálisis y endogamia de los cuadros dirigentes de la Administración autonómica está perjudicando superlativamente a la expectante economía regional, cuyos representantes y dirigentes -la invisible y no mucho más activa sociedad civil valenciana- observan pesimistas la pasividad con la que los gobernantes se desenvuelven. "Solo piensan en conservar su estatus", señalaba al que esto firma uno de los más ubicuos y emblemáticos personajes del mundo civil valenciano. Pero la complicidad inane campa por sus alturas.

Nos encontramos ante un Gobierno pusilánime incapaz de dirigirse a la sociedad para explicar "lo que hay": que no se pueden pagar deudas ni las mas acuciantes carencias sociales porque no se tiene con qué, que existen problemas cotidianos de mantenimiento del aparato autonómico, incluido el pago de nóminas, y -sobre todo- que es necesario de forma urgente un trato entre las partes para superar el bloqueo del vigente contrato social. Así las cosas, la división está alcanzando incluso los aledaños del Palau. Toca la ley del sálvese quien pueda.

Los actuales administradores de la Generalitat Valenciana no están siendo capaces de sacar la nave del arenal en la que se halla encallada. Aislados, egoistas, pendientes de los intereses propios y partidarios, han bajado los brazos en lugar de actuar y comportarse a la altura de lo que la Historia y la sociedad espera de ellos. O tiran lastre por la borda y abandonan generosamente su estatus, o está claro que nos arrastrarán a todos al vacío de lo irrelevante durante años. Y por lo que se ve, allá nos llevan. Salvo que no nos dejemos.

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