Preocupados por lo urgente, los conflictos de Gaza y Ucrania, nos olvidamos de lo importante, el nuevo orden mundial. Ese orden liberal, en crisis, Florentino Portero dixit, se construyó durante la Segunda Guerra Mundial (sobre todo en el último año), donde las instituciones económicas y financieras, Fondo Monetario Internacional (FMI) o Banco Mundial (BM) creadas en aquellos acuerdos de Bretton Woods -julio de 1944- beneficiaban a los Estados Unidos dado que la moneda de referencia era el dólar y se estableció el Patrón Oro. También se crearon las Naciones Unidas, en 1945, para asegurar el orden y el status quo de los vencedores de la segunda guerra mundial. Para complementar las anteriores organizaciones económicas se firmó, posteriormente en 1947, el GATT, acuerdo general sobre aranceles aduaneros y comercio.
El anterior sistema tuvo su primer gran tropiezo en los 70s, como consecuencia de la crisis inflacionaria, la guerra del Vietnam y aquel primer déficit comercial USA de 1971 que llevó a Richard Nixon a suspender la conversión acordada del dólar al oro. Después vino el fin de la guerra fría, en los finales de la segunda mitad de los años 80s del siglo pasado; y la aparición de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995, tras diferentes reuniones iniciadas en Punta del Este (Uruguay), el GATT se transformó y personificó en este organismo, con sede en Ginebra (Suiza), fuera de los USA.
A partir de aquel momento, inicio del siglo XXI, se produjo el encumbramiento de China como gran potencia mundial. Primero especuladores y financieros (y sus adláteres) deslocalizaron la industria occidental en aquel país asiático para engrosar sus cuentas de resultados, logrando que China se volviera la gran fábrica del mundo y posteriormente en el gran banco. Por la ingente cantidad de divisas que acumulaba, pues aunaba características del sistema capitalista y socialista, una especie de nacional-socialismo 2.0, que ha actuado cual termita en el sistema internacional.
Los avances tecnológicos y económicos del imperio del centro del mundo (significado del nombre de China) son espectaculares, porque desde 1978 ha tenido una estrategia de país continuista, con las “Cuatro modernizaciones” del dirigente Deng Xiaoping, la Agricultura, la Industria, la Defensa Nacional, y finalmente la Ciencia y Tecnología, que ha logrado el objetivo de alcanzar el Made In China 2025, dentro de la política de Xi Jinping de “El sueño chino” desde 2014, sustituyendo al “ascenso pacífico de China”, del defenestrado en directo en TV el 22 de octubre de 2022 en el XX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, y además octogenario Hu Jintao.
Los avances son espectaculares, el desarrollo de una exclusiva Estación Espacial Orbital, el alunizaje en nuestro satélite en la cara oculta (suena a película de James Bond, por que el que tiene algo que ocultar nada bueno planea), el envío de una sonda a la luna para recoger muestras y volver a la tierra con ellas, el desarrollo y avance de la computación cuántica, el 6G de los móviles, de la Inteligencia artificial, etcétera, etcétera, etcétera.
En la actualidad, mientras Occidente estamos entretenidos, preocupados y ocupados con los conflictos de Ucrania y Gaza, la República Popular China, está de perfil, está como si no le fuera en ello, ni esta ni se le espera en esos conflictos, haciendo caja y aumentando influencias, ¿cómo? Primero con hidrocarburos más baratos procedentes de Rusia, sometida a sanciones por Occidente y a la que ayuda a financiar la guerra y mantener su economía, nunca olvidemos que la energía es la base de la economía, ya sea en forma bruta-animal-esclavos, hidráulica, carbón, petróleo, nuclear, o renovables…
Después en Oriente Medio no olvidemos el enconamiento de posiciones, y simplemente con no intervenir, permite un mejor posicionamiento para cualquier acuerdo económico posterior. Además, ya sabemos que China tiene buenas relaciones con Irán, bloque Chií, pues ahora tiene una posibilidad de establecer indirectamente relaciones con los suníes (los grandes enemigos de los chiíes), tras el acuerdo entre Pakistán y Arabia Saudí. Recordemos que Pakistán es un aliado de China, por contrapeso a la India, y aquello del viejo dicho de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, que evidenció los beneficios de su tecnología en el enfrentamiento militar con la India de hace escasos meses. Ahora con el acuerdo de Defensa entre Pakistán y Arabia Saudí puede influir en este líder de los sunníes; por lo que China logrará lo imposible prácticamente en las relaciones internacionales, ser aliado de dos partes enfrentadas en un conflicto, cosa que no será la primera vez, ya lo logró cuando la guerra entre Sudan y Sudan del Sur.
Pero no es oro todo lo que reluce, además de las clásica tensiones periféricas y centrifugadoras por el Tíbet, los musulmanes uigures, hasta los mongoles, existen diversos problemas en el país del centro del mundo, como por ejemplo, el desapego por el partido comunista de esas millonarias clases medias-altas, los problemas demográficos resultado de aquellas políticas de hijo único, la transformación de la economía exportadora a una de mayor consumo interno, especulaciones inmobiliarias, la existencia de una Deuda Pública publicada de alrededor de un 90%, etcétera.
Pero el gran desafío, si me permiten, será el relevo de Xi Jinping, aunque quiera vivir tras lo hablado con Vladimir Putin 150 años, porque en 2018 el líder chino acabo con el liderazgo colectivo que había permitido esa política continuista (antes citada) que ha permitido a la Republica Popular ser una superpotencia, y al existir ahora mismo un liderazgo individual (Xi Jinping), el día que por cuestiones de la naturaleza sea sustituido, se puede producir un momento disruptivo, recordemos a Napoleón Bonaparte cuando dijo aquello de que “cuando China despierte, el mundo temblará”, y qué ocurrirá cuando estornude, les traslado desde estas líneas.