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LA OPINIÓN PUBLICADA

Un año de parálisis y polarización artificiosa

Publicado: 25/10/2025 ·06:00
Actualizado: 25/10/2025 · 09:03
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La semana que viene se cumple el primer aniversario del desastre de la Dana. Ha pasado aún poco tiempo y falta perspectiva para entender la dimensión de la catástrofe que asoló la provincia de Valencia, y las enormes consecuencias que va a tener para la Comunitat Valenciana en su conjunto. Pero no es pronto para afirmar que todo este proceso, desde el primer día hasta hoy, ha retratado en unos términos deleznables a nuestra actual clase política.

El president de la Generalitat, Carlos Mazón, primero menospreció y después ignoró el riesgo que se cernía sobre la población. Su desaparición en las horas clave fue determinante para agravar las consecuencias de las inundaciones, sobre todo en lo que se refiere a las víctimas. Luego Mazón intentó aparecer como lo que es: el hombre al mando de la situación. Algo de lo que ahora, teniendo en cuenta las implicaciones judiciales, seguro que se arrepiente. Pero, sobre todo, más allá de su desaparición el 29-O, que por sí misma debería haber conducido a su dimisión, después Mazón se ha conducido con una falta de empatía con las víctimas rayana en la obscenidad, combinada con una arrogancia sin fundamento alguno, salvo en la desvergüenza con la que deja claro que lo único que le preocupa es su supervivencia judicial y política (ambas ligadas).

Mazón es, desde entonces, un cadáver político, que nadie (salvo él y cuatro iluminados a sueldo) cree que pueda repetir como candidato a la presidencia de la Generalitat, y menos aún conforme queda claro que la instrucción de la jueza Nuria Ruiz Tobarra acabará con su imputación por parte del TSJ. Y si alguien tenía alguna duda, la para mí sorprendente decisión de la Audiencia provincial de que la periodista Maribel Villaplana comparezca como testigo para hablar de su ágape con Mazón deja claro que en el poder judicial van a ir en esa dirección. Mazón, contra viento y marea, se mantiene al frente del gobierno autonómico y con ello cimenta la sensación de parálisis e interinidad en la que vivimos desde el desastre.

El comportamiento del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, no merece un balance mucho mejor. Su salvoconducto es que no tuvo que ver con el desastre en sí (aunque no pueda decirse lo mismo de la CHJ, agencia a su cargo). Pero su actuación tras las inundaciones ha sido lamentable y, al mismo tiempo, previsible. Con Pedro Sánchez, todo es una oportunidad para hacer electoralismo. Da igual que se trate de Palestina, el 5% de la OTAN, el cambio horario o la Dana que asoló la provincia de Valencia. Lo primero y aparentemente lo único en lo que piensa Sánchez, ante todas estas situaciones, es: ¿cómo puedo beneficiarme? Da igual que haya víctimas o su cuantía.

El presidente del Gobierno vio aquí una oportunidad para erosionar al PP por la pésima gestión de la crisis y marcar la agenda política con un president de la Generalitat calcinado y que continúa contra toda evidencia. Sánchez hizo oposición a la oposición, y con ello "olvidó" que, como presidente del Gobierno, su deber era y es atender a las víctimas, proteger a la gente, y poner todos los recursos del Estado a su disposición desde el primer minuto. En lugar de ello, Sánchez se abandonó, como siempre, al frío cálculo electoral. Cuando fue increpado y agredido en Paiporta decidió desaparecer, y ahí seguimos: con un presidente que se comporta con Valencia como si fuera Nueva Caledonia, y con las 229 víctimas como si fueran un par de heridos leves. Ni está, ni se le espera, a estas alturas.

La estrategia del PSPV en la Comunitat Valenciana, por su parte, sigue a rajatabla el camino marcado por Pedro Sánchez, y esto significa que el PSPV está tan interesado en que siga Mazón como el propio Mazón. Así tampoco es que tengan que hacer mucho más, sino solamente poner cara de indignación ante las cámaras y ante la gente con lo malvado y felón que es el president. Pero oposición, lo que se dice hacer oposición, no es que hagan mucho; ni siquiera han presentado una moción de censura, no vaya a ser, Dios no lo quiera, que salga adelante y pierdan a Mazón, su principal y se diría que único activo electoral.

Tampoco en Compromís están muy por la labor de que desaparezca Mazón, en la constatación de que, con una izquierda agotada ante la opinión pública por el largo mandato de Pedro Sánchez y por la caída de Mónica Oltra -consentida y hasta se diría que alentada por la parte socialista del gobierno del Botànic, sin que Compromís moviera un dedo para oponerse-, mejor que siga Mazón. Porque si mañana hubiera elecciones, como volvió a quedar claro con las encuestas del 9 d'Octubre, las posibilidades de la izquierda se reducen muchísimo si Mazón no sigue al frente (razón por la cual es seguro que no seguirá).

También en Vox están encantados de la situación, y aquí con mayor fundamento. Vox participó en el gobierno de Mazón durante su primer año y hasta cierto punto es responsable subsidiario de lo que sucedió y de la falta de previsión: hasta tres meses antes del desastre, era Vox quien tenía la gestión de Emergencias. Es Vox el partido que hizo a Mazón president y que le sostiene en el poder desde entonces. Y, sin embargo, Vox ha conseguido una posición privilegiada en la que se beneficia del enorme desgaste del PP (mayor, por razones evidentes, que en el resto de España), porque es la única alternativa que maneja casi todo el electorado desafecto con el PP, y sin embargo no recibe aparentemente ningún castigo de dicho electorado por su parte de responsabilidad en la tragedia. Así que, como es obvio, tampoco en Vox quieren que Mazón abandone el Palau.

En resumen: todos los partidos, desde el día siguiente a la tragedia, se pusieron en modo electoral. Y ahí siguen. Todas las iniciativas de gestión son convenientemente reivindicadas y enarboladas como argumento electoral. Lo importante no es que el dinero público se gaste bien, ni que la reconstrucción obedezca a una planificación coherente, sino que los ciudadanos lleguen a la conclusión de que "los otros lo están haciendo aún peor". Porque eso es mucho más fácil que lograr que piensen "los míos lo están haciendo bien", visto el material.

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