VALENCIA. La grave crisis en el segmento del alquiler se recrudece una vez más en València. Un problema que se viene arrastrando año tras año como consecuencia de una escalada de precios que no cesa. Tanto es así que en el segundo trimestre de este 2025, la renta mensual ha batido récords, situándose de media en los 1.900 euros mensuales. Una cuantía prohibitiva para una gran parte de la población, que ve imposible asumir esos importes, siendo expulsados de sus ciudades y obligados o bien a compartir piso o, incluso, habitaciones. Una situación que es ya insostenible y que está generando un verdadero drama social.

El alza de precios ha llegado a tales niveles que todos los barrios de la ciudad superan ya de media los 1.000 euros al mes, algo impensable hace unos años, cuando el precio estaba en los 900 euros, y que dificulta a muchos colectivos acceder a un piso teniendo en cuenta los salarios actuales. De hecho, si hace años el alquiler era una opción para iniciar la emancipación y comenzar un primer proyecto de vida, ahora par muchos es una opción descartada, lo que también explica el aumento de la infravivienda y el chabolismo en la ciudad, tal y como advierte la Cátedra Observatorio de la Vivienda de la Universitat Politècnica de València. 

De hecho, de acuerdo con su último informe, relativo al segundo trimestre de este año, el alquiler se sitúa ya en los 1.900 euros al mes, un 2,5% más que hace tres meses antes cuando estaba ya disparado en los 1.700 euros. De este modo, se mantiene la tendencia alcista iniciada en 2021. Lejos quedan los 900 euros de 2019. A partir de ese año, las subidas has sido progresivas y continuadas, a excepción de 2020, año de la pandemia, cuando los precios bajaron a los 875 euros.

Ya en 2021 se alcanzaron los 1.092 euros de renta mensual y, un año después, el alza llegó hasta los 1.201 euros. En 2023, se superó por primera vez la barrera de los 1.500 euros y 2024 cerró en los 1.646 euros de media. Ahora, al inicio de 2025, el precio medio en la ciudad se situó en los 1.674 euros, algo más estable, pero de nuevo ha vuelto a incrementarse, llegando a máximos y confirmando la senda de crecidas trimestre tras trimestre.

Y todo ello, pese a que ha repuntado la oferta de pisos disponible en la plaza valenciana al pasar de las 1.724 unidades a las 1.917 viviendas en un solo trimestre. Según las inmobiliarias, esta tensión en el mercado del alquiler se ha agravado aún más porque a lo largo de este 2025 expiran los contratos que se firmaron en 2020, antes de que se produjera el 'boom' de precios, lo que está obligando a los arrendatarios a enfrentarse a un escenario del alquiler muy distinto al de hace cinco años, teniendo que asumir rentas mucho más altas de las que estaban pagando. Y, en la mayoría de los casos, son imposibles de afrontar, obligando a buscar fuera de la ciudad para encontrar alquileres más asequibles.

Y es que los precios en todos los distritos de la ciudad están desorbitados, todos ellos por encima de los 1.000 euros al mes. Incluso, algunos superan con holgura la media de la ciudad. Concretamente, de acuerdo con el informe de la Cátedra, el alquiler aumentó en 11 distritos, disminuyó en siete y se mantuvo estable en uno. Concretamente, en los que más aumentó fue en Benicalap, un 13% más; le sigue Jesús, 10,9%; y Poblats Marítims, 9,4%. De hecho, el precio medio de alquiler más elevado de la ciudad en este trimestre se registra, como en el informe anterior, en el distrito de L’Eixample situándose en los 2.011 euros, algo más económico que hace tres meses.

También, está por encima de la media Campanar, con una mensualidad de 1.981 euros, mientras que Ciutat Vella y Pla del Real se sitúan en los 1.800 euros. En cambio, son más económicos, pero siguen rebasando la barrera de los 1.000 euros de renta al mes, Pobles del Nord, con valores medios en los 1.100 euros; Pobles de l'Oest, 1.072 euros y Pobles del Sud, 1.014 euros.

"Inseguridad y rigidez normativa"

Para el director de la Cátedra, Fernando Cos-Gayón, entre los factores que explican este panorama están "la rigidez de la regulación, la incertidumbre jurídica y el deterioro de la seguridad contractual" que, a su juicio, "están empujando a muchos pequeños propietarios fuera del mercado residencial". "El relato de que el alquiler turístico es la causa directa del encarecimiento de la vivienda oculta una realidad más compleja, y sobre todo, más incómoda: los contratos de larga estancia también están creciendo. El número de testigos de alquiler tradicional ha pasado de 1.724 a 1.917 en un solo trimestre, y los de corta estancia han crecido de 605 a 1.278. Ambos segmentos crecen, porque el parque se está reordenando allí donde el mercado lo permite", señala.

Asimismo, apunta a las consecuencias de la Ley de la Vivienda. "Ha provocado la retirada voluntaria de muchas viviendas, que migran hacia el alquiler turístico o se mantienen vacías por miedo a la okupación. Y ha generado un efecto perverso: los precios suben porque hay menos oferta móvil, no porque haya más demanda especulativa. La ley ha conseguido lo contrario de lo que pretendía. El alquiler no se decreta. Se construye", concluye.