Plaza Inmobiliaria

Solo el 0,5% del parque ya edificado en la Comunitat tiene máxima eficiencia energética frente al tercio de las nuevas viviendas

Bruselas exige una calificación mínima y prohibirá en 2030 la comercialización de inmuebles con certificado inferior a la letra E

  • Vivienda en construcción.
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VALÈNCIA. Para muchos, su vivienda se ha convertido en un refugio en el que refrescarse en estos tiempos de ola de calor y temperaturas infernales. No solo los sistemas de climatización como el aire acondicionado son el gran salvador ahora mismo, sino que también juega un papel importante en la temperatura de un hogar un buen aislamiento térmico o el uso de ciertos materiales en la construcción. Una combinación de sistemas que parten desde la propia concepción de la vivienda para precisamente maximizar su eficiencia y mejorar su confort. Pero, también, para reducir consumos y emisiones y aligerar las facturas. Sin embargo, no todas las casas están diseñadas para ello.

Tanto es así que, a cierre de 2024, solo el 0,5% del parque edificado en la Comunitat Valenciana tenía la máxima certificación energética a nivel de emisiones, la letra A, según la memoria de 2024 del Comité Económico y Social de la Comunitat Valenciana (CES-CV). Cabe recordar que la calificación energética va en orden alfabético, siendo la 'A' la máxima que puede obtener una vivienda y que implica un bajo consumo y bajas emisiones de CO2, mientras que la 'G' es la menos eficiente. Un panorama, que sin embargo, mejora sustancialmente en las edificaciones de obra nueva, ya que un 31,8% de las que se construyen actualmente cuenta con la más alta de calificación, mientras que la mayoría, el 47,8%, se levantan con la calificación B, que es también alta.

Esta cuestión no es baladí. No solo para contribuir con los objetivos climáticos y lograr un mayor ahorro económico a largo plazo, sino también porque el 40% de las emisiones de CO2 proceden de la edificación. De hecho, Bruselas ha fijado que a partir de 2030, las viviendas que se vendan o alquilen deberán tener una calificación energética mínima E, por lo que propiedades con calificaciones más bajas, como F o G, no se podrán comercializar si no mejoran. Este requisito se elevará a una calificación mínima D en 2033. Por tanto, a la vista de los datos, todavía queda un largo camino por recorrer.

Según la memoria del CES, la autonomía valenciana cuenta con 885.382 inmuebles con una superficie total de 87.194.601 metros cuadrados. Un parque residencial que, sin embargo, mayoritariamente no cumple con los nuevos estándares de eficiencia energética. Así, de este total, tan solo el 0,5% del conjunto de unidades cuenta con certificado A en materia de emisiones, es decir, 4.580 viviendas; mientras que al notable alto, la letra B, llega un residual 1,2%, que se traduce en 10.610 inmuebles. 

Por su parte, tienen una calificación C en materia de emisiones un total de 31.393 unidades, el 3,5% del conjunto residencial construido, mientras que suspende el grueso de las promociones existentes. En este sentido, el 15,5% de las viviendas, 137.757, tienen una letra D; el 66,3%, 587.693 viviendas, una calificación E; y más de 100.000 inmuebles tienen una F y una G, por lo que según el criterio de Bruselas en 2030 no se podría comercializar con ellas.

De igual modo, a nivel de consumo de energía, solo el 0,4% tiene la máxima calificación, unos 3.762 inmuebles, mientras que lograron una nota más, la letra B, 6.852 unidades, el 0,77% del total. Por otro lado, sube una categoría el 2,1% del parque edificado, 18.918 viviendas; mientras que 78.969 unidades cuentan con la letra D, insuficiente, y la mayoría, 532.415 unidades la tienen muy baja, con certificación E; y muy baja con la G, un total de 158.010. 

Esta fotografía tiene su explicación en el envejecimiento del parque inmobiliario, ya que la mayoría de edificios tienen medio siglo de vida. Solo en la ciudad de València, más de la mitad de las viviendas tienen más de 40 años, con el 47% de sus bienes inmuebles construidos entre 1961 y 1980, periodo en el que la eficiencia energética era un parámetro que no se tenía en cuenta. Esta antigüedad se replica en otras grandes ciudades de la autonomía valenciana, lo que justifica estas bajas certificaciones. 

Un panorama que poco a poco está cambiando con las nuevas construcciones. En este sentido, la memoria del CES refleja que las promociones de obra nueva se cimientan con las más altas exigencias energéticas. Así, a cierre de 2024, de las 71.578 nuevas viviendas construidas, el 31,8%, 22.809 inmuebles lograron la máxima calificación, mientras que el 47,8%, 34,248 viviendas, obtuvieron la calificación B. En cambio, solo 9.851, el 13,7%, recibieron la C; unas 3.168, la D; 1.485, la E; 13 viviendas la F y solo 4 la G.

En cuanto a nivel de consumo de energía, la situación es algo similar. De este modo, 12.397 viviendas están certificadas en lo más alto, 30.250 tienen un notable y 23.117 se sitúan con una calificación aprobada con la letra C. Por su parte, 3.411 unidades de las nuevas que se construyeron obtuvieron un certificado D y 1.475 E. Ya en la parte baja fueron 20 con la F y 28 activos se quedaron con la más baja calificación, la G. 

Una reconversión y transformación del conjunto residencial valenciano que se va produciendo poco a poco y que se está viendo favorecida por las ayudas públicas enfocadas a la rehabilitación energética. De hecho, existe una partida con fondos europeos destinada precisamente a incentivar la inversión en tecnologías y materiales que permitan un ahorro energético significativo, como la mejora del aislamiento, la instalación de sistemas de calefacción y refrigeración más eficientes, y la incorporación de energías renovables. En los últimos años, según datos de la Generalitat Valenciana, se han realizado actuaciones en 2.128 edificios y 6.553 viviendas en toda la Comunitat Valenciana, cuyo importe total ascendió a más de 145 millones de euros. 

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