VALÈNCIA. El Norte siempre apetece. No en vano está considerado como una de las mecas gastronómicas del país. San Sebastián, Bilbao, Asturias... y también Cantabria. Si alguna vez me hubiesen dicho cómo me iba a enamorar de esta zona, seguramente hubiese corrido mucho antes a recorrerla de Este a Oeste. Uno de mis últimos flechazos ha sido Santander. Una ciudad vibrante, amable y preciosa. Ha sabido conjugar a la perfección su pasado señorial, la fuerza de la naturaleza que la rodea y su presente moderno.
El simple paseo por la playa del Sardinero ya nos deja con ganas de más y con los pulmones llenos de aire puro, salitre y brisa marina. Allí se encuentran alojamientos míticos como el Hotel Chiqui o el Gran Hotel Sardinero, éste último situado junto al Gran Casino de Santander. Otro de los puntos imprescindibles de la ciudad es el fastuoso Palacio de la Magdalena, esa 'pequeña casita' en la que veraneaban Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Se puede visitar el interior o recorrer los exteriores y jardines que miran al mar.
Por la tarde es de mandado cumplimiento recorrer el Paseo Pereda, su calle más emblemática que discurre paralela al mar. Te abrumarán sus edificios señoriales, algunos de ellos destinados a la sede central del Banco Santander y los jardines de Pereda. ¡Y oh, maravilla! Allí se alza el nuevísimo (apenas tiene poco más de un año de vida) Centro Botín. El edificio proyectado por Renzo Piano se ha abierto a la ciudad como un centro artístico, que hace las veces de mirador sobre la bahía. Allí se programan exposiciones temporales que conviene tener en cuenta.