VALÈNCIA. Benja Ramón es un tipo peculiar. Lo estás mirando y se hace raro ver a un hombre de 60 años con ese cuerpo. Un cuerpo musculado, flexible, ágil. Benja, además, tiene una melena muy negra y muy lisa, y ojos de serpiente. Nos recibe en su gimnasio con un pantaloncito muy corto, una camiseta de tirantes y una de esas zapatillas minimalistas con cinco dedos. El gimnasio tiene un aire antiguo y llama poderosamente la atención el ring que hay en medio, rodeado de carteles de Deontey Wilder, Floyd Mayweather, Gervonta Davis, Canelo Álvarez o Anthony Joshua, referentes del boxeo. De fondo, suena algo que parece reguetón y en la sala huele un poco a sudor.
El camino del deporte se lo mostró su padre. Porque el deporte ayuda a tener una estética como la de Benja, un aspecto del que se nota que se siente orgulloso, pero más allá de eso, de lo visual, está la salud, la importancia de trabajar la fuerza a partir de los 40, de romper las fibras con ejercicios de fuerza máxima, de potenciar el andamio que nos sostendrá cuando seamos ancianos. Su padre, Daniel Ramón, hacía judo y cuando se vinieron de Francia a València empezó a trabajar con las pesas. “Mi padre hacía deporte todos los días. Daba igual lo que trabajara, antes de ducharse siempre se hacía sus abdominales, sus flexiones, sus pesas… Su tío abuelo, que trabajaba en la metalurgia, le hizo una pesa de hierro macizo”.

- Benja Ramón.
- Foto: KIKE TABERNER
Su padre era conductor. Trabajó con camiones, en la EMT, como profesor de autoescuela… También tenía tierras con olivos. Su hijo nació en València. “Mi papá quería que mi hermano, Javier, y yo hiciéramos deporte y por eso nos llevó a la calle Historiador Diago para apuntarnos en el primer gimnasio de kárate que hubo en València. Y luego con Vicente Romero, en la calle Burriana, donde empecé con siete años. Y a los 17 ya era primer dan”.
Benja estudió en el instituto de Campanar y después se fue a hacer el servicio militar. Este joven se alistó con los COE 32, los Cuerpos de Operaciones Especiales, en el acuartelamiento de Paterna. Las pruebas de acceso eran tan exigentes que ahora, cuatro décadas después, Benja recuerda que solo entraron “siete máquinas” de 465 aspirantes. “Había pruebas de fondo, de velocidad, dominadas, flexiones… Pero la prueba más dura fue el poder de la decisión. En un cuerpo así no se puede dudar”. Benja se ha puesto serio para hablar de una unidad que se preparaba en el Maestrazgo, la Sierra de Espadán, la Sierra de Martés, la Muela de Cortes de Pallás, Marines…
Guardaespaldas de los Serratosa
Dos años pasó en los COE 32. Su idea era hacer carrera militar, como su tío Pepe, que fue coronel del Ejército de Tierra. “Éramos la élite de las compañías especiales, pero era tan cañero que muchas de las cosas que hacías, las podías hacer también fuera del Ejército sin necesidad de jugarte la vida. Yo tuve accidentes importantes y allí hubo muchas bajas. Había una fase de agua que era muy dura, la prueba de supervivencia, muy dura también. Todos los meses íbamos 15 o 20 días al monte. Éramos los mejores”. Entró en octubre de 1982, con 17 años, y salió en 1984.
Benja cree que el kárate le salvó la vida. Este deporte marcial le preparó para las pruebas tan exigentes que le pedían en los COE 32. “En una prueba iniciática de pista americana, caí desde una altura de seis metros. La suerte es que hice una pirueta al caer y pude estirarme en el último instante y así evitar romperme por todas partes. Me caí, estuve unos segundos en posición fetal, reaccionando, luego me levanté y, como si fuera Terminator, me subí otra vez, echando sangre por la boca, y reanudé el ejercicio”.

- Benja Ramón.
- Foto: KIKE TABERNER
Al final salió del Ejército y se buscó una vida con menos riesgos en la seguridad privada, en una empresa que se llamaba Investigaciones Técnicas de Seguridad, que se encargaba de la protección de Valenciana de Cementos. “Allí cuidábamos de don Emilio y don José”. Benja fue el guardaespaldas de la familia Serratosa, uno de los apellidos más relevantes del empresariado valenciano. Aquello fue en los 80, justo después de los años de plomo, de la banda terrorista ETA, de los secuestros de conocidos patrones de toda España.
Ahí se tiró otros dos años. Luego empezó a prepararse para bombero, pero entonces encontró trabajo en un gimnasio de la calle Sagunto que se llamaba Muscle 4. Allí conoció a Arturo, que fue campeón del mundo de fisioculturismo. En esa época aprobó un examen de entrenador nacional y comenzó a preparar a gente; luego llegó a ser juez internacional. Son los años que dedicó al culturismo, cuando conoció a Rafael Santonja, el máximo dirigente de este movimiento. “Me puse guapete…”, bromea.
Ahí se centró en los gimnasios y, en 1989, abrió uno con un antiguo alumno en la calle Alberique: The Best Gym. Una inversión que hubiera sido imposible sin la ayuda de su abuela Dolores. Luego se separó y abrió Master Gym, que ahora cumple 30 años de historia en la calle de Martín el Humano. “Tenemos varios campeones de kárate y aunque parezcamos modestos, tenemos nuestros logros. Nosotros no vendemos humo”. También pasó tres años como agente de Policía en Pedralba. Se sacó la plaza, pero se lo dejó porque eso significaba descuidar su negocio.

- Benja Ramón.
- Foto: KIKE TABERNER
La gente va llegando al gimnasio y se va colocando en las máquinas. Arriba, al final de una escalera de caracol, hay una sala con 15 hombres y una mujer que se preparan para una clase de boxeo. Llama la atención un niño de aspecto frágil que se esfuerza como el que más. Abajo hay un futbolín que nadie usa y un perro de aspecto feroz que está más tranquilo que una oveja. Se llama ‘Draleón’ porque, según Benja, es mitad dragón y mitad león. Un American Staffordshire Terrier de 11 años con un cuello digno de culturista. Al fondo, de lado a lado, hay un enorme espejo y, abajo, toda suerte de mancuernas.
La piedra de los faraones
Otra de las cosas que llaman la atención de Benja es el enorme pedrusco que lleva de colgante. “Esto, como el anillo y las pulseras, está hecho con piedra de los faraones -el lapislázuli, una piedra semipreciosa de color azul intenso-. Es la piedra de la inmortalidad”, explica antes de estallar en una carcajada. Dice que no quiere ser inmortal, pero sí llegar a la vejez en una buena condición física y lúcido mentalmente. Benja explica la importancia de trabajar la fuerza a partir de cierta edad y cuenta que no conoce a nadie de su generación que esté físicamente como él. “El problema es que esto es un tabú. Yo me cuelgo 30 kilos de la cintura y hago más de diez dominadas. La gente se olvida de que somos energía metida en un contenedor que hay que cuidarlo y mantenerlo. Pero no se transmite esa cultura de hacer deporte a la vejez. Mi papá estuvo haciendo deporte hasta que lo metimos en una residencia. Todo individuo puede mejorar”.
Benja ha intentado inculcarle el deporte a su hija, Raquel, del mismo modo que su padre lo hizo con él. “Ella ahora es triple A en informática, como su madre, y está en una multinacional”. Benja está separado de la madre de su hija. Elogia la inteligencia materna que parece haber pasado a la siguiente generación.
A Benja no solo le gustan las pesas. Tiene un perro y un gato al que ha ido sumándole nombres que recita de seguidilla. “Aunque tiene uno más corto que es el ‘Aporreao’”. No se ha planteado hasta cuándo estará trabajando en el gimnasio. “Yo aprendí de don Emilio y don José, que trabajaron mucho y hasta muy mayores”. No tiene previsto cortarse la melena demasiado pronto. Esta cabellera tan característica la tiene desde que en 1988 pasó unos días en Alemania para conocer gimnasios y elegir la maquinaria Gym 80. Tiene muy claro cuál es su oficio y que lo importante es conseguir resultados. “Me llaman el alfarero de los cuerpos”, presume. “Es muy fácil conseguir un cuerpo bonito para lucirlo en la playa o llevar ropa que te favorezca. Pero primero hay que cambiar su pensamiento para cambiar sus emociones. Y entonces cambia la actitud”.

- Benja con su perro.
- Foto: KIKE TABERNER
Benja reconoce que es de los que le gusta exhibir su cuerpo en la playa. “Cuando voy, me gusta. He hecho de todo y ahora estoy en contra de la fase de volumen. Eso no se debe de hacer. Necesitamos estar saludables y la competición estresa el cuerpo. No puedes llegar rápido a los objetivos: hay que ir poco a poco”. Benja sigue cuidándose a los 60. Mucho ejercicio y una buena alimentación. “El carbohidrato es el gran mal de este siglo. La gente está cada 40 minutos consumiéndolo. Solo son necesarias tres comidas bien hechas al día”. Hoy ha comido ligero porque dice que no le gusta “tener el buche lleno” antes de entrenar. Ha desayunado una café, luego ha ido al gimnasio y se ha hecho “un batidote” con muchas semillas, poco hidrato, y 30 gramos de proteína de suero. Luego se ha esperado hasta que se ha sentido limpio, y entonces ha empezado a fortalecer las piernas. “El león no va a cazar con el buche lleno”. La cena ya la tiene prevista: una pechuga de 200 gramos, uno o dos huevos y una buena ensalada en la que no falten semillas de calabaza y aceite de oliva virgen extra de Navarrés . No hay secretos.