Cruzo la puerta y Mike está de espaldas grabándose con el móvil. Parece un loco, pero solo son los nuevos tiempos. Ya no pasa nada por estar hablando solo. Es medio normal. La primavera ha llegado a Ruzafa e irrumpe por la puerta y la ventana de esta curiosa planta baja de la calle Cádiz. Es la escuela de teatro de Mike Lee, un inglés de 43 años que abrió este negocio en septiembre y que ya cuenta con 300 alumnos. Mike lleva un jersey, unos tejanos y calza unas Munich, como medio Ruzafa desde que Vicente Llorca monta sus mercadillos efímeros de la marca en la calle Burriana y días después va todo el mundo con sus zapatillas.
¿Pero qué hace un inglés dando clases de teatro en su idioma en un barrio como Ruzafa? Keep calm. Vayamos al origen.
Mike Lee proviene de un pequeño pueblo del sur de Inglaterra, y cerca de Winchester, llamado Northington, que, según la Wikipedia, tiene 221 habitantes. Mike tiene la barba roja, pero en la melena parecen fundirse el rubio con el pelirrojo. Lleva gafas y ha adquirido el tic de ajustárselas en la nariz empujando el puente con el dedo índice. Este tipo curioso cuenta que de niño sus padres le llevaban a Londres, a hora y media en coche, para ver obras de teatro, su gran pasión. Luego volvían al pueblo, un lugar tranquilo en medio de un bonito valle. “Es un lugar idílico en mitad del campo, con riachuelos”, presume. Después creció, empezó a ir al instituto en Winchester y acabó estudiando Ciencias Políticas en la Universidad de Bristol. Luego, cada vez más lejos, cada vez en ciudades más grandes, pasó una temporada en París. Su madre era ama de casa y su padre se dedicaba a la banca. Su hermano siguió ese camino y él hubo un tiempo que también estuvo en ese campo. “Yo empecé como auditor en Londres y aunque me encantan las mates, no era exactamente lo mío. Yo pienso que soy alguien más creativo”.
Una noche, de juerga con los amigos, había quedado con una amiga suya. Llevaban media hora haciendo cola bajo la lluvia en la puerta de The End, una discoteca en el West End y entonces la amiga le dijo que tenían que esperarse a que llegara su compañera de piso. Mike y sus amigos dijeron que pasaban, que se iban para adentro. Esa segunda amiga a la que dejaron tirada era Rosario. Rosario hoy es la mujer de Mike y la madre de sus dos hijos: Olivia y Jaume. A Mike le hace mucha gracias que su hijo lleve su segundo nombre, James, pero en valenciano. Aunque más gracia le hace que aquel encuentro tenga un significado concreto en inglés. “Sí, el club se llamaba The End y en inglés ‘We meet each other in the end’ significa algo así como al fin nos encontramos. Y es bonito”.
Mike y Rosario pasaron dos años juntos en Londres, pero luego ella se tuvo que volver a Sedaví para cuidar de su madre y finalmente acabó dejando su trabajo en Air France. Él tuvo que seguir un tiempo en Londres porque estaba acabando sus tres años de estudios para recibir la titulación de auditor.

- Foto: KIKE TABERNER
Mike se vino definitivamente a València en 2008. Tenía 26 años y acababa de mudarse a un país nuevo sin dominar el idioma pese a que había sacado un 10 en su Español. “Antes solo había estado de excursión en Granada con el instituto y también había pasado un mes en Cuba, pero no hablaba bien el español. Es como los españoles que estudian inglés en el instituto pero no lo entienden bien y les cuesta hablarlo; pues yo, lo mismo”. Así que llegó y lo primero que hizo fue apuntarse a clases para mejorar su castellano.
Cada vez más valenciano
La pareja dejó Sedaví y se mudó a València, a un barrio que empezaba a ponerse de moda: Ruzafa. Primero vivieron al lado del mercado, luego se mudaron a la calle Cuba y, finalmente, a Sueca. Ya son 17 años en Ruzafa, con todos los que cambios que se han producido en ese tiempo. Muchos de los locales donde Mike daba clases de teatro, los cerraron para hacer apartamentos de Airbnb. Pero, por suerte, aún quedan vecinos audaces como él en el barrio que abren negocios como este de ‘Acting in English’. Aunque primero estuvo unos años viviendo de los números en una start up de productos agroalimentarios y en una multinacional, en Cheste, que vendía cacao molido. Luego comenzó a dar clases de inglés. “Y en 2015 pensé que era ahora o nunca. Decidí que quería dedicarme a la interpretación, quería ser actor. Durante años lo tuve olvidado, pero creo que seguía vivo en mi alma”.
Un amigo, Rafa Botella, le habló de una persona que estaba haciendo ‘castings’ para contratar a actores. “Me dijo que fuera desenfadado. Así que entré en Google y busqué qué significaba desenfadado y luego me presenté al casting. Al principio conseguí varios trabajos, así que pensé que eso era lo mío. Pero no tardé en comprobar que me salía muy caro eso de ir todas las semanas a Madrid. Y entonces decidí que lo que realmente quería hacer era tener una escuela de interpretación”.

- Foto: KIKE TABERNER
Mike se apuntó primero a ESAC (Escuela del Actor) y se tiró formándose de 2016 a 2020. Luego empezó a dar clases en locales de otros negocios del barrio: desde la escuela de ‘Lindy Hop’ a la sede de los scouts. “Yo iba iba mendigando un poco. Pedía que me dejaran el espacio dos o tres horas y luego daba clase ahí”. Ahora vive entre dos mundos: por un lado hunde sus raíces en esta tierra y hasta acude a clases de danza valenciana en Algemesí con su sobrina, y por otro vive de los extranjeros que acuden a su escuela de teatro para aprender a actuar. “Yo no quería ser como esos ingleses que viven en el Montgó, que solo se juntan con otros ingleses y no saben ni hablar español. Eso me horroriza. Y yo ahora estoy aprendiendo el valenciano”.
Rusos, franceses, estadounidenses…
Y en verano se quedó con esa planta baja en el número 29 de la calle Cádiz porque el anterior propietario, que tenía un taller de muebles, se jubilaba. “Esto estaba lleno de trastos y cosas bonitas. Cambié el suelo, pero poco más. Pinté un poco, pero lo importante para mí era abrir en septiembre porque en septiembre la gente decide lo que va a hacer”. Y dejó los pilares cubiertos de ladrillo cara vista, y los marcos de madera de unas ventanas, y las sillas de enea… Un toque rústico que resiste la invasión del neón y otras moderneces.
El negocio funciona y Mike da ya 25 horas de clase a la semana que se suman a las que hace, como extraescolar, en varios colegios. A su academia acuden muchos rusos, ucranianos, franceses, estadounidenses… Gente que tiene interés por dar clases de interpretación pero que no dominan bien el español y prefieren hacerlo en inglés. “Me parece que es algo mágico. Le estás dando la oportunidad a tus estudiantes de crear, de expresarse, de hablar un idioma. O sea, que tienes de todo. De hecho, tenemos la mentalidad equivocada en los colegios. Pienso que el arte dramático debería estudiarse cuando eres un niño porque te da una desenvoltura y mas habilidades sociales que son muy valiosas”.

- Foto: KIKE TABERNER
Mike Lee ha sumado a una segunda persona, Reina, para que forme a la gente que quiere aprender teatro musical. Así que cada semana acuden a la calle Cádiz, a la planta baja de este edificio de 1900, más de 300 alumnos: desde los dos y tres años hasta jubilados. Sus padres, que ya son mayores, se sorprendieron al ver el giro que daba su vida. Pero están orgullosos de su hijo. Hace cuatro años dejaron de viajar a España por problemas de salud, pero Mike va dos o tres veces al año para verles y pasar tiempo con ellos. “Aunque es triste ver envejecer a tus padres desde el extranjero”, añade con un tono de melancolía. Porque Mike, como tantos extranjeros, se ha hecho a su nueva vida, pero eso no significa que muchos días no se levante y eche de menos su pueblecito en mitad de la campiña en un día lluvioso.