València

Rafa, el viajante que se convirtió en crítico cultural

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  • Rafa Marí.
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La escena parece sacada de una película de Willy Wilder. Rafa Marí sujeta a la perra con el brazo izquierdo y con el derecho forcejea con una puerta metálica que no consigue cerrar. Por eso se arranca a patadas contra la puerta mientras maldice en hebreo. El crítico cultural se niega a soltar a Enriqueta porque tiene la fea costumbre de orinar contra las esculturas de Miquel Navarro, marido del periodista. Allá abajo, entre una pantalla de cine y un retrato enorme con claras alusiones fálicas, uno siente que está violando su intimidad.

El matrimonio vive entre dos casas unidas por un patio. Rafa las recorre y cuenta una anécdota en cada esquina. Del taller de Miquel Navarro dice que lo replicó Pedro Almodóvar en ‘Julieta’, la película en la que Inma Cuesta interpreta el papel de una escultora, Ava. En una habitación que hay en una altura superior explica que allí durmió una noche un famoso ajedrecista. Por las dos casas hay innumerables recuerdos y muy poca ostentación. El recorrido también sirve para descubrir a dos perros hiperactivos, un gato pachón y una tortuga. La perra es escandalosa y ladra sin parar, y su amo explica que fue un animal maltratado que rescataron hace un año.

  • Foto: KIKE TABERNER

La huella del escultor está por todas partes. A Rafa también le gusta levantarse de vez en cuando y traer un libro de vuelta para explicar algo que quiere contar. Tiene 80 años y una cabeza privilegiada. No se le escapan los títulos de las películas, sus directores y hasta el reparto. Una memoria elefantina que sirve para lubricar la conversación. 

En una mesa, al lado, hay un retrato suyo, en blanco y negro, que recuerda su espléndida juventud. “Me da tristeza porque acabo de cumplir 80 años. No me lo acabo de creer. Tengo buena salud, pero veo esa imagen y me entra melancolía”. En la misma mesa están los padres de Miquel, a quien Rafa llama todo el rato Miguel. Una buganvilla adorna la sala. En una esquina está el ordenador donde cada semana sigue enviando un par de artículos a ‘Las Provincias’ para sendas secciones: ‘Grandes Almacenes’ y ‘La butaca de Marí’. No para de escribir, aunque cada vez le da más pereza y se ha pedido dos meses de vacaciones.

  • Foto: KIKE TABERNER

Llama la atención que alguien tan cinéfilo como él lleve cuatro años sin pisar una sala. “Es incómodo para nosotros, pero veo mucho cine en la tele. Antes iba mucho y sigo leyendo todas las revistas que hay. Sobre el cine actual soy un inculto, pero de cine clásico soy un experto”. También es un ávido lector, aunque ahora reconoce que, de pura curiosidad, va saltando de un libro a otro. Ahora lleva una lectura a tres bandas: ‘Mea Cuba antes y después’, de Guillermo Cabrera Infante; ‘El universo de John Ford’, y un tercero en el que Gary Kasparov, uno de los mejores ajedrecistas de la historia, analiza a sus predecesores.

Rafa no se aguanta y se levanta para buscarlos y traerlos a la mesa. En tres minutos ya han salido sus pasiones: el cine, la literatura y el ajedrez. El arte, otra, le rodea y está casado con él. Marí usa unas gafas que a veces hacen de lupa y otras de escudo. A menudo se las salta y nos observa por encima de las lentes. La conversación nos lleva a hablar de Boris Spassky, otro Gran Maestro ruso, y Marí cotillea que era muy guapo de joven pero que envejeció fatal.

Coleccionaba carteleras

Rafa Marí nació en la frontera entre Ruzafa y el Ensanche, en la avenida Reino de Valencia, que en su época era la avenida José Antonio. “Mis padres eran de Sueca. Mi hermano mayor nació en Sueca y mi hermana ya lo hizo en València. Mi padre fue represaliado tras la Guerra Civil porque fue secretario del ayuntamiento republicano de Sueca. Por eso pasó tres años y medio preso en Portaceli. Cuando salió se dedicó a lo que pudo, pero era un hombre emprendedor y hasta hacía algo de estraperlo. Luego tuvimos un horno en la calle de Maestro Gozalbo -el negocio, Horno Goya, sigue en marcha con otros dueños- durante tres años y medio, que luego se lo quedaron los padres de Inés Ballester. Tuvimos que dejarlo porque mis padres eran alérgicos a la harina y les salían llagas en el cuero cabelludo y el paladar. No pasamos penalidades”.

  • Foto: KIKE TABERNER

El cine le fascinó desde niño. El pequeño Rafa Marí era cliente habitual de las salas de barrio como el Ideal, el Goya, el Mundial, el Iberia… “Iba dos o tres veces a la semana y me coleccionaba carteleras que me guardaba en cajas de zapatos. Llegué a tener dos o tres mil. Pero un día desaparecieron porque mi madre no quería acumular trastos. Luego rehice la colección y actualmente tengo más de mil”.

De joven estudió en la Alianza Francesa porque su padre odiaba a Franco y así sus hijos no tenían que cantar el ‘Cara al sol’ -el himno de la Falange-. Luego se pasó a la escuela de peritos técnicos e industriales pero no pisaba el aula. El chaval se escapaba para jugar al ajedrez en su club, el Gambito. “Yo era de letras, pero mi padre estaba empeñado en que las ciencias tenían más salidas. Yo me callaba y no le decía que no iba a clase. Luego me hice agente comercial de muebles de cocina de una fábrica de Barcelona. Con eso estuve 15 años. Pero lo mío era leer y escribir y le mandaba cartas a los periódicos hablando de cine y ajedrez”.

Un año, la prestigiosa ‘Cartelera Turia’ le propuso empezar a publicar en sus páginas y ahí, con más de 30 años, se puede decir que se hizo periodista, aunque seguía vendiendo cocinas. Sus artículos salieron en la Turia durante siete u ocho años. Luego se marchó y uno de los dueños la tomó con él. Los recuerdos le llevan a rememorar una entrevista en esta misma casa con Pedro Almodóvar y Carmen Maura a principios de los 80.

  • Foto: KIKE TABERNER

JJ Pérez Benlloch le llamó entonces para llevar las páginas de cultura en ‘Noticias al día’, un proyecto editorial que no duró mucho. “Yo me hice periodista en la Turia y por eso les estaré eternamente agradecido. Me pagaban bien y me trataban con seriedad. Luego vino esa oferta porque me había hecho un nombre haciendo entrevistas a artistas para ‘Diario de Valencia’ y entonces JJ Pérez Benlloch me abrió las puertas del nuevo periódico con un sueldo de 80.000 pesetas al mes, que no estaba mal, y pude dejarme los muebles de cocina”.

Admiración por Sofía Loren

Aquel periodista tenía 35 años y ya había dejado su vida como viajante. ‘Noticias al día’ no llegó a los dos años y de nuevo se quedó sin empleo. El periodista Ricardo Bellveser, en 1984, le dijo que María Consuelo Reyna, la directora de ‘Las Provincias’, quería hablar con él. Rafa Marí no se veía en un periódico conservador, pero necesitaba un sueldo y accedió. “Le dije a la directora que era gay y que me extrañaba mucho que me hubiera llamado. Me dijo que le daba igual. Entonces le expliqué que era de izquierdas y volvió a darle igual. Le dije que Sorolla era un gran pintor pero que el sorollismo había perdido interés. Había un montón de artistas de los que no decían nada: Rafa Solbes (Equipo Crónica), Carmen Calvo, Miquel Navarro, Iván Cardell… Entonces María Consuelo me dijo: Siéntate en esa mesa y habla de ellos. Me aumentó un 20% lo que ganaba en el otro periódico y así empecé en ‘Las Provincias’”.

Décadas después, Rafa Marí agradece la ayuda y la apuesta por él de María Consuelo Reyna. “La tildan de extrema derecha y ella era partidaria de Adolfo Suárez. Luego se opuso a la urbanización de El Saler y defendió el viejo cauce, donde querían construir una autopista. Y en cultura me dejó hablar de todo. Creo que es una persona que ha sido tratada injustamente”.

  • Foto: KIKE TABERNER

Ahora, desde la óptica de un hombre de 80 años, repasa algunos de sus artículos y no entiende cómo pudo perder el tiempo “escribiendo esas tonterías”. Aunque otras veces le gusta mucho lo que escribía. “Las entrevistas no las hacía mal teniendo en cuenta que las hacía de un día para otro, sin preparación. Venía Sofía Loren y al día siguiente iba a entrevistarla. O llegaba Antonio Gala y no te daba tiempo a leer su último libro. Pero eran entrevistas vivas y con imaginación para hacer preguntas”. El crítico ha puesto en marcha la memoria y recuerda algunos personajes que le hizo ilusión entrevistar, como la propia Sofía Loren o Rachel Welch, que le contó que no pudo vestir de blanco porque Mae West exigía por contrato que nadie más lo hiciera.

Otra pasión ha sido el ajedrez. Se aficionó cuando huía de la escuela de peritos. “Entré en el Gambito con 14 años y se convirtió en un refugio para mí. Con Miguel (Navarro) llevo 55 años y medio, y con el Gambito, 65. Yo llegué a ser muy bueno: fui cinco veces campeón de València e internacional, pero me exigía mucho y lo que le dedicaba al ajedrez se lo robaba al periodismo y a la política, porque me politicé. Fui ocho años miembro del Partido Comunista y si escribiera mis memorias las titularía: ‘Yo fui guardaespaldas de Santiago Carrillo’. O ‘Yo vendí Mundo Obrero en las calles de la Fonteta de San Luis’, que también es verdad. Con 30 años dejé de jugar al ajedrez”. 

  • Foto: KIKE TABERNER

Lo dejó como jugador habitual pero no como aficionado. Sobre la mesa hay un pequeño tablero y como periodista también entrevistó a Magnus Carlsen con 16 años, Gary Kasparov, Anatoly Karpov y Viswanathan Anand, leyendas del ajedrez. Rafa recuerda también a Alekhin y a Bobby Fisher, claro, de quien tiene una anécdota. “Era muy exótico y cuando llegaba al hotel le decía al recepcionista que solo estaba para Nixon”.

Se casó con Miquel Navarro

La historia de amor con Miquel Navarro tiene más de medio siglo. A Rafa le gusta recordarla haciéndose el pícaro. “Yo huía de un amor imposible de las Palmeretas y, con 24 años, intentaba conocer a gente de la cultura. Entonces me metí en un club gay que se llamaba Dómino, cerca del Mercado Central, y allí un amigo me propuso presentarme a un joven artista que se llamaba Miquel Navarro. Estábamos en Fallas y me invitó al día siguiente a ir a su casa porque su madre nos haría un bocadillo para ir a ver la cremà. Y desde entonces”.

A sus padres nunca les dijo que era homosexual. Él cree que era evidente pero que lo correcto, entonces, era no verbalizarlo. “Mi madre se hubiera preocupado. Una vez, después de la inauguración de la Pantera Rosa, me dijo: ‘Miquel serà molt amic teu, però eixa escultura què és? No té braços’. Porque se pensaba que era la Pantera Rosa de verdad”. A su madre, Julia, que vivió 96 años, la citaba mucho en sus columnas. “Era muy divertida. Una vez me dijo que quería ir a ver ‘Todo sobre mi madre’, que de qué iba. Yo lo exageré un poco y le dije que era de un travestí que estaba enamorado de una monja embarazada. Al instante me dijo: No vull veure-la”.

  • Foto: KIKE TABERNER

La evolución de la sociedad y de la democracia fue a favor de un hombre gay. Después de la ley que sacó adelante Zapatero se casó con Miquel Navarro. Rafa dice que su marido tiene mucho carácter y que es de hacer muchas cosas a la vez. Es hablar de cine y enredarse de nuevo en los recuerdos, en sus directores favoritos, como el primer Almodóvar, Berlanga, Víctor Erice o Ladislao Vajda. Aún así, siempre han sido prudentes. “Nunca hemos sido de ir cogidos de la mano. Había que ser discreto. Eso cansa, pero nos evitábamos conflictos mayores”. 

También le gusta viajar, aunque ahora, a sus 80 años, prefiere visitar Palencia que Nueva York. “Prefiero ver la pequeña vida de provincias que las grandes ciudades. Pier Paolo Pasolini decía que lo profundamente universal es siempre profundamente provinciano”. Y se ha atrevido con la literatura. Rafa recuerda especialmente un libro que hizo con anécdotas de 12 ciudades e ilustraciones de su marido. “Se llevó el premio de la crítica valenciana al mejor libro del año, pero yo creo que se lo llevó más por las ilustraciones de Miquel”.

  • Foto: KIKE TABERNER

A los 80 años es inevitable pensar en la muerte. “Me da miedo y me angustia. Pero me da más miedo la gente a la que quiero. Esto va creciendo. Imagínate si llego a los 90: ¿Qué me queda? Es tan radical el hecho de la muerte”, reconoce.

La asistenta se despide. Él, por momentos celoso de ciertos asuntos íntimos, se ofrece a enseñarnos su dormitorio. Al lado de la cama hay montañas de libros y eso le hace gracia. Rafa Marí sigue contando anécdotas y recuerdos. A ratos se pone socarrón. No se cansa y lo mismo cita un libro que una película antigua. Infatigable.

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