VALÈNCIA. Quien haya paseado últimamente por el centro de València habrá notado un nuevo reclamo gastronómico en los escaparates. Igual que en su día ocurrió con los helados de yogur o las empanadas argentinas, ahora es la tarta de queso la que marca tendencia. En los últimos meses se han sucedido varias aperturas de locales dedicados en exclusiva a este postre, con propuestas que van desde obradores artesanos hasta startups con políticas de precios muy agresivas y gran tirón en redes sociales. La concentración es tal que hay calles del centro con establecimientos separados por apenas 200 metros. En plena Roger de Lauria acaba de abrir 99Cheesecake, que, como su nombre anticipa, ofrece porciones a menos de un euro: un formato importado de Barcelona que arrasa en redes y que está revolucionando al sector.
El fenómeno low-cost
Este concepto nació en Barcelona de la mano de Roger Bettosini, un joven de a penas 22 años que tras expandir su negocio a Madrid, ha recalado ahora en València. La escena se repite: colas en la puerta y clientes que llegan atraídos por la viralidad en redes sociales. “Hemos venido porque lo hemos visto en TikTok y queríamos probar”, reconoce un joven que espera en la cola, mientras otra clienta se asoma impaciente por debajo de la persiana aún a medio bajar para asegurarse de no perder sitio. Buena parte del éxito reside precisamente en esa visibilidad en redes sociales y en su política de precios extremos: “la tarta de queso más barata de España” es uno de sus reclamos.
Pero la moda no se limita al fenómeno lowcost, también existen numerosos proyectos que buscan posicionarse como una opción más “artesanal”. Es el caso por ejemplo de Kéik Cheesecake, fundada por los hermanos castellonenses Alejandro y José Tena que decidieron abrir su negocio el pasado mes de marzo tras probar primero el modelo delivery. Después de un primer puesto en el Mercado Central de Castellón, dieron el salto a València con un local en Grabador Esteve, donde han multiplicado por cinco sus ventas respecto a la etapa sin tienda física: alrededor de un centenar de tartas pequeñas a la semana. Ante la escalada del negocio, su fundador avanza que han decidido buscar un obrador en València para poder elaborar las tartas en la ciudad, ya que hasta ahora las preparan en Castellón y las traen diariamente.
Tena admite que la competencia en la ciudad se ha disparado, “en marzo todavía no había nadie y en cinco meses ha habido un cambio radical en cuanto a competencia”. Aunque no lo ve como una amenaza: “quitará mercado, sí, pero como pasa con las pizzerías o las pastelerías: hay sitio para todos porque cada uno ofrece algo distinto”.
Un postre clásico convertido en moda
Sin embargo, reconocen que “el miedo a que sea una moda es real, porque es un negocio muy nicho”, una reflexión que no les frenó a la hora de establecer su negocio porque “la tarta de queso lleva con nosotros toda la vida y ahora cada vez hay más negocios especializados, al fin y al cabo los eventos, los cumpleaños, nunca van a dejar de celebrararse”, apunta. Su modelo, según señalan, “no es crecer desmesuradamente, sino consolidar la marca y llevar la tarta de queso a otro nivel”.

- Imagen de una de las porciones de Kéik -
- Foto: KEIK
No todas las aperturas recientes han nacido en la ciudad: algunas enseñas de fuera han elegido València como primera parada de su expansión, incluso antes que Madrid o Barcelona. Es el caso de Bassk Cheesecakers, originaria de San Sebastián, cuna de la tarta de queso cremosa y con un local también en Bilbao. Esta compañía, liderada por los hermanos Txomin y Kepa Jauregui se ha instalado en la calle San Vicente a la altura de la céntrica plaza del Ayuntamiento. Esta ubicación favorece que tengan una clientela con más peso de turistas internacionales, que descubren el local al pasear por la zona.
"Se quedará quien mejor lo haga"
“València nos pareció una ciudad con muchos puntos fuertes: equilibrio entre público local y visitantes, tamaño, clima y cultura gastronómica. Quisimos ponernos a prueba fuera de nuestra zona de influencia, y el resultado está siendo espectacular”, explica Txomin Jauregui, uno de sus fundadores. La buena acogida se refleja en las cifras: unas 80–90 tartas diarias, equivalentes a entre 400 y 500 porciones. Aunque reconocen que algunos clientes despistados entran al local preguntando por el concepto de las tartas de menos de un euro, tampoco les asusta que el negocio de las 'cheesecakes' pueda ser una moda. "Como todas las modas, tendrá un final, y se quedará quien mejor lo haga. La competencia es sana; la ausencia de competencia nunca es buena señal".
Estos casos son solo algunos ejemplos de la extensa oferta que está colonizando la ciudad. Un fenómeno transversal en la mayoría de grandes urbes, al que tampoco es ajena València. En pleno debate local sobre la necesidad de huir de la “ciudad franquicia” -una acusación que se lanzan mutuamente gobierno y oposición- la proliferación de estos negocios es solo la última muestra de esa tensión entre lo local y lo global, entre la singularidad del comercio tradicional y las tendencias virales.