Revestidos al azar, ante la luz de las guadañas. Ellos, que aun sabiendo su propia valía, resisten en sus educados silencios. ¡Cuánta fatiga y cuánto aguante!
Durante siglos
el trabajo arrinconado
humillado y enterrado
Esta dulce condena, pequeños detalles no remunerados. Tan humanos, tan corrientes, tan livianos. Angustia y paraliza. Es crudo y horroriza. Ese desgarro descorazonado que duele y rasga. Que corta y raspa.
Arrugas combatientes del silencio
flores dulces y amargas
maldita rutina impagada
Yace el absoluto, la verdad de la materia que, tan pura ella, nos deja en el escalón de entrada y salida. Un apocamiento depresivo, tan claro y verdadero. Nos asusta.
Abandonadas viñas
ya nadie las mima
¿Quién les sigue?
¿Quién las amamanta?
La muerte llegará sin permiso a sus guaridas. Es la edad que no dispensa ni un latido. No se esconde, no se ausenta. Octogenarios escalando por sus viñas, aun a riesgo de caída. Lo que manda la pasión, el saber que no viene un sucesor. Una incertidumbre que no atiende a la razón.
Albariza, mar salada
Sangre blanca
Morena callada
Soy viticultor y elaborador de vinos naturales: sin aditivos. No tengo internet. ¿Radical?