VALÈNCIA. Años atrás, ver a un grupo de niños devorando con los ojos las páginas de un cómic mientras merendaban resultaba una estampa arrolladoramente cotidiana. Pero estamos en 2018 y hace tiempo que la llegada de nuevos modelos de ocio y la apuesta de las editoriales por obras para adultos dejaron en un rincón a los tradicionales tebeos infantiles. Una generación quedó así huérfana de historietas que les interpelaran, que hablaran en su idioma y respondieran a sus inquietudes. Pero no todo está perdido: José Fonollosa (Vinaròs,1975), reconocido autor de álbumes como El viaje de Darwin o Te quise como sólo se quiere a los cabrones, acaba de lanzar Vampi (Grafito), un cómic gamberro cuya única pretensión es hacer que los más jovenzuelos vuelvan a sentirse atraídos por este formato.
Viendo su título, no es difícil deducirlo: el libro narra las peripecias de una traviesa vampira apasionada del skate y la lectura que vive en un lúgubre castillo y a cuyo alrededor se desarrolla todo un universo sobrenatural. La edición española llegó al mercado el pasado 4 de octubre y su versión francesa aterrizará muy pronto en tierras galas. Además, para Grafito supone la apertura de la línea Lapicero, creada con el objetivo de tender puentes con ese público que piensa en la Prehistoria cuando oye hablar del Efecto 2000. Una meta que comparte Fonollosa: “hay que enganchar a esos lectores. Con el boom de la novela gráfica parece que las editoriales se olvidaron de la audiencia infantil, lo cual me parece un grave error. Y, en cualquier caso, en mi generación, nuestros únicos pasatiempos eran o la tele o leer tebeos y libros. Ahora los niños tienes muchas más opciones”, explica Fonollosa. Competir con Pokemon go! y derivados no es tarea sencilla, claro está.
El dibujante apunta también al futuro: “Los hábitos que interiorizamos de pequeños a menudo nos acompañan de adultos, por eso, poniendo la mirada en el largo plazo, creo que es importante que apostemos por un producto que sea atractivo para los recién llegados”. Se hace necesario alimentar el reemplazo, nutrir de buenas historias a esa parte de la población para la que las viñetas de Zipi y Zape se han quedado algo obsoletas. Por ello, además de realizar las habituales presentaciones del libro, desde Grafito también se organizarán talleres que acerquen el entorno del cómic a su potencial nueva hornada de fans.
Gran parte de la popularidad de Fonollosa llegó con Miau (Diábolo) , obra en la que narra la vida de sus propios gatos. Lo que comenzó como una ocurrencia online acabó convirtiéndose en una colección de libros que ya va por su cuarto tomo. Y es que, como todo el mundo sabe, los mininos son quienes manejan los hilos de Internet desde las tinieblas. En Vampi, mira tú por dónde, también aparece un gato que ejerce de compañero de aventuras de la protagonista. ¿Se trata, quizás, de un guiño a sí mismo? “Fue algo inconsciente, lo prometo”, comenta entre risas. “Estaba pensando en qué personajes secundarios podían aparecer, quién estaría en el entorno de esa niña y, claro, lo primero que vi fue a uno de mis gatos que estaban por casa”. Inspiración felina de primera orden.
Las primeras páginas del libro recopilan las historietas sobre Vampi que Fonollosa publicó en la mítica revista Camacuc, con la que lleva diez años colaborando y en la que ha firmado las series Trapelles a l´Olimp y Hotel Monster. El resto del volumen está compuesto por obras de nuevo cuño en las que los lectores pueden ir profundizando en las aventuras de esta vampira junior. La propia existencia de Camacuc supone en sí misma un acontecimiento tan extraordinario como las criaturas fantásticas que pueblan el vampírico castillo. No en vano, se trata de una de la últimas revistas infantiles ilustradas que quedan en pie en nuestro territorio. A la dificultad de convivir con otras muchas opciones lúdicas, en el caso de esta publicación se le suma también la cuestión lingüística “estamos batallando para que leer en valenciano sea algo común entre las nuevas generaciones. Es una cuestión de voluntad de los propios editores”, explica Fonollosa.
Los productos destinados al público infantil caen a menudo en discursos moralizantes, ñoños o condescendientes. No es el caso de Vampi, donde, desde el primer momento se opta por una complicidad gamberra con el lector. “Yo quiero que, al leer el libro, los niños pasen un buen rato, que se diviertan y se rían. Si aprende algo, mejor para él, pero yo no soy nadie para darle una lección a un niño y tampoco me interesa”, apunta sin más ambición ni grandes alardes pedagógicos.
Tampoco se pretende que el cómic sea un trampolín a otras lecturas más ‘sesudas’: “hace muchos años, se lanzó una campaña llamada ‘Si hoy hay un cómic, mañana habrá un libro’, creo que es un mensaje que ya se ha quedado trasnochado, algo antiguo. El cómic ha alcanzado ya su madurez y es un medio de expresión perfectamente válido en sí mismo: puedes producir una obra de puro entretenimiento, como es mi caso, o crear un volumen serio en el que analizas la Segunda Guerra Mundial, si está bien documentado, ¿por qué no?”, sostiene. Además, con su carácter audaz e indómito Vampi se sitúa en las antípodas de los personajes femeninos candorosos que monopolizaban hace años las ficciones infantiles. Que nadie espere encontrar aquí a una damisela en apuros, “esos tópicos ya llevan mucho tiempo anticuados. No fue algo que pensara de forma consciente, las aventuras que vive la protagonista podría vivirlas igualmente si fuera un niño, simplemente se comporta como lo haría cualquier criatura de su edad”, apunta Fonollosa.
El autor de Sebastián Lefou: La aldea de los malditos se ha hecho un nombre en el panorama de las ilustraciones con bocadillos elaborando, fundamentalmente, obras destinadas al público adulto. Sin embargo, a la hora de afrontar el trabajo, asegura que para él la gran diferencia radica en cómo se estructura la narración: “cuando en un cómic pones en marcha ciertos mecanismos que a un niño se le escapan, que todavía no entienden, dejan de leerlo, lo abandonan”, apunta Fonollosa, que trae así a colación una de las cuestiones que a menudo se desdeña cuando se aborda la creación infantil: los humanos de poca edad, en realidad, son una audiencia muy exigente. Por el contrario, en cuestiones argumentales, el dibujante no se ha encontrado con cortapisas, de hecho, asegura que siempre ha contado con “mucha libertad creativa, nunca me han dicho qué tema podía tocar y cuáles no. Aunque sí que soy consciente de que hay temas que pueden resultar poco interesantes para los niños”.
Y que se trate de un volumen destinado a la infancia no quiere decir que no pueda ser disfrutados por aquellos a los que ya no les piden jamás el DNI al entrar en un pub, todo es cuestión de encontrar esos diferentes niveles de lectura que ofrece una obra. “Para mí Vampi, más que un cómic para niños es es una obra para todas las edades. Me acuerdo de mí mismo de cuando era pequeño y de los tebeos que me gustaban: Astérix, Los Pitufos… y ahora me doy cuenta de que tenían un trasfondo del que yo no me daba cuenta, pero que ahí estaba”, señala el ilustrador valenciano.
¿Por qué vampiros? El primer motivo es estético: “ese ambiente gótico siempre ofrece un resultado muy atractivo, además, me apetecía hacer ese tipo de dibujo”. El segundo alude al margen de maniobra que le proporciona como creador: “me permitía introducir personajes fantásticos, me abría unas puertas que, si me hubiera centrado en un argumento más realista habría tenido cerradas. Si de pronto en una viñeta aparecen dragones y murciélagos que hablan no tengo que dar demasiadas explicaciones al respecto”, apunta el autor. Vampi se une al imaginario popular de los seres de ultratumba, un campo muy fecundo para la creación (basta nombrar obras tan dispares como El pequeño vampiro, Déjame entrar o Buffy Cazavampiros: universos opuestos con los chupasangres como protagonistas). De hecho, quienes fueran niños en los noventa no podrán evitar al ojear sus páginas acordarse de la mítica serie La pajarería de Transilvania. No hay duda, el aura de los monstruos sobrenaturales fascina a la humanidad…mientras los veamos desde el sofá. “Nos gusta lo que nos da miedo, lo desconocido, lo peligroso. ¿Por qué leemos libros de Stephen King? Porque esa sensación de pensar que eso te podría pasar a ti es agradable siempre que lo leas en tu casa”, señala el dibujante.
Ya sea en sus piezas para adultos o en su trabajo de cariz más infantil, el humor atraviesa toda la trayectoria de Fonollosa, buena muestra de ello son Los Muertos Revivientes y Los Vengatas, parodias, respectivamente, de The Walking Dead y Los Vengadores que publicó en Dolmen. Una vis chistosa que para él mismo resulta sorprendente, ya que asegura ser “bastante seco en persona”. “Por algún motivo, los mecanismos del humor en el cómic se me dan bien. Es un medio en el que estoy cómodo trabajando y veo que a los lectores les gusta”, señala.
Acercarse a las ilustraciones de Fonollosa implica también tomar el pulso a sus grandes referentes: “los que dibujamos cómic antes hemos sido lectores del género. Cuando dibujo yo me doy cuenta de que tengo cosas de Jan, el dibujante de Súper López y de los autores de La Mazmorra, que une la fantasía con el humor, como hago yo. También creo que integro algo de manga, pero no de forma premeditada, va surgiendo sin que te des cuenta cuando empiezas a crear”. Y aunque lo suyo es el papel, Fonollosa se muestra muy activo en las redes sociales, donde comparte frecuentemente porciones de su trabajo “para mí, forma parte de mi rutina laboral, igual que tengo que escasear o colorear una página, hay que estar en el mundo online. Estar en contacto con tu público creo que es algo imprescindible en cualquier oficio creativo. No sé si lo hago bien o mal, pero sé que tengo que estar”. ¿Volverán los tebeos a marcar su ley en los patios escolares? Vampi y su escuadrón de monstruos están decididos a lograr que así sea.