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CRÍTICA DE CINE

'Vengadores: Infinity War': Desmesura cósmica

Llevaban tiempo anunciando esta unión definitiva de todo el Universo Marvel y por fin ha llegado este titánico blockbuster que recoge todas las franquicias en su seno para articular una aventura común y definitiva

27/04/2018 - 

VALÈNCIA. Los encargados de poner en marcha esta mastodóntica maquinaria han sido Anthony y Joe Russo, que ya habían firmado dos de las partes de Capitán América, El soldado de invierno (2014) y Civil War (2016). Esta última (que funcionaba a modo de película bisagra), lo hacía a través de un espíritu mucho más comedido y elegante que el utilizado en esta ocasión. Porque lo que nos encontramos en Vengadores: Infinity War es prácticamente inabarcable, un ejercicio de exceso tan brillante y apabullante como avasallador y agotador. Una space opera titánica y apoteósica que puede provocar síncopes por saturación y psicosis ocular. Y es que esa es la verdadera esencia de la película: más es siempre mejor. 

La acción comienza donde terminaba Thor: Ragnarok, con una de las naves que albergaba a los supervivientes de la masacre en Asgard interceptada por Thanos, erigido como el gran villano de la función. Thanos sigue empeñado en conseguir las Gemas del Infinito que se encuentran diseminadas por el universo y que le darían un poder absoluto para llevar a cabo su plan maestro de terminar con la mitad del universo. Hasta el momento su figura había aparecido en diferentes franquicias, tanto en Vengadores como en Guardianes de la Galaxia. Sabíamos que era el padre de Gamora (Zoe Saldana) y de Nebula (Karen Gillan), con las que mantenía una relación complicada, que era un destructor de planetas y un sádico, un tirano megalomaníaco y perverso. Pero no conocíamos sus verdaderas motivaciones y el por qué de sus actos. Los últimos villanos de las diferentes películas de Marvel ya se caracterizaban por tener un punto de contradicción y ambigüedad moral muy interesante (Michael Keaton en Spider-Man: Homecoming o Michael B. Jordan en Black Panther). Thanos recoge esa herencia para convertirse en un personaje mucho más complejo de lo esperado, alejándose del mero cliché y revelando incluso algunas capas de emotividad improbables en un malo de manual.  

Por esa razón, si hay un verdadero protagonista entre tantísimos personajes que luchan por tener un hueco en el seno de semejante mamotreto, ese es Thanos. Todos los demás parecen luchar encarnizadamente por encontrar su espacio, aunque no siempre lo consigan. Sorprende en ese sentido que Capitán América y la Viuda Negra adquieran tan poco peso específico en la pantalla en comparación con los demás, por ejemplo, Thor o Doctor Extraño, mucho más participativos en las diversas tramas. Aunque lo cierto es que ninguno de ellos alcanza un arco evolutivo a lo largo de la narración a excepción de Gamora, que sí consigue una mayor relevancia gracias al vínculo paterno-filial y de afecto / odio que tiene con Thanos. 

Las relaciones entre padres e hijos (y hermanos) han articulado buena parte de las ficciones del Universo Marvel, en especial las de Thor y Guardianes de la Galaxia. En ambas latía un fuerte espíritu de tragedia griega, como si los personajes fueran un trasunto de los mitos de la literatura clásica. De hecho, toda la película podría verse como una versión actualizada de 'La Ilíada'. Aunque en esta ocasión, de manera específica podemos rastrear las huellas de 'Ifigenia en Áulide', la tragedia de Eurípides en la que Agamenón tenía que sacrificar a su querida hija para llevar a sus tropas a la victoria en la guerra de Troya. 

Es sin duda el núcleo cordial de toda la acción, que se distribuye alrededor de una serie de subtramas paralelas algunas de las cuales no llegan a converger. Así, los diversos héroes se dividirán para llevar a cabo diferentes misiones que se resumen en proteger las gemas y matar a Thanos. De nuevo el espíritu de compañerismo vuelve a latir en cada escena. Puede haber discrepancias entre ellos, pero saben que han de luchar juntos si quieren sobrevivir y salvar la galaxia.

Es cierto, como hemos comentado, que la mayoría de los personajes no tienen un verdadero desarrollo a lo largo de la película, pero lo que sí que se consigue es que la identidad de cada uno de ellos en la pantalla permanezca intacta. Cada uno de sus universos particulares no se ve contaminado por el de los demás. Se nota tanto en su personalidad dentro de la narración (Tony Stark y su ironía, el vacileo de Lord Star, la tozuda adolescencia de Groot, la hiperactividad de Peter Parker, la crisis de identidad de Hulk, la identidad racial del príncipe de Wakanda y sus guerreros) como incluso en determinados colores y texturas que los acompañan. 

Y por supuesto está el humor, las continuas bromas entre cada uno de los superhéroes que funcionan a modo de desahogo, tanto en medio del constante delirio de acción vertiginosa, como de los momentos más solemnes y dramáticos. 

Vengadores: Infinity War es una auténtica cumbre de la épica heroica elevada a la enésima potencia. Tanto es así que en su desmesura termina resultando verdaderamente agotadora. Pero hay que reconocer que no resultaba nada fácil componer todo este retablo cósmico sin perder por el camino el ritmo o la compostura. Y en ese sentido los Russo manejan el timón de una manera firme y rotunda, demostrando su buen oficio y eficacia. 


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