MADRID. Las restricciones a los dividendos bancarios, en vigor desde marzo de 2020, terminarán este verano. Para los bancos y sus accionistas, es un claro alivio. La medida, que debía proteger a los bancos de la crisis, les ha hecho más daño que bien. Técnicamente, los dividendos del sector bancario han regresado en la primavera de 2021. Sin embargo, los importes pagados se mantuvieron muy por debajo de sus niveles de 2019 debido a las numerosas restricciones aún vigentes. La vuelta a la normalidad tendrá que esperar a los resultados de las pruebas de resistencia de la banca, publicadas el 30 de julio por la Autoridad Bancaria Europea. Si estos resultados son concluyentes para la mayoría de las entidades, como se espera, el BCE podrá finalmente levantar las limitaciones que se aplican desde el inicio de la crisis sanitaria.
El 27 de marzo de 2020, el Banco Central Europeo 'recomendó' a los bancos de la Eurozona que suspendieran el pago de dividendos, incluidos los que se habían anunciado mucho antes. ¿El objetivo? Preservar sus fondos propios para proteger su solvencia en caso de una profunda crisis económica. El BCE estimó en su momento que la pandemia de Covid-19 provocaría un colapso del capital bancario. El apoyo financiero masivo prestado a empresas y particulares durante la crisis evitó la tan temida ola de impagos. Los niveles de capital reglamentario han conseguido mantenerse prácticamente estables a lo largo de 2020. Por otro lado, la prohibición de los dividendos ha tenido un efecto muy real en los precios de las acciones de los bancos. Tras su caída inicial en febrero-marzo, siguieron bajando hasta mayo de 2020, e incluso hasta el otoño, en contra de la tendencia del rebote del mercado.
La supresión de los dividendos fue una preocupante señal de angustia para el sector. En un universo bancario muy regulado para hacer frente a las peores crisis, la adopción de esta medida, tan inédita como inesperada, dio la impresión de que los reguladores habían perdido la confianza en sus propias normas prudenciales. Como el banco central tiene información sobre los bancos que el mercado no tiene, los inversores pueden haber temido lo peor. Al gritar fuego, los bomberos del banco central alimentaron el pánico. Las consecuencias de este episodio no son insignificantes para el sector bancario. Los inversores han tomado conciencia de que sus dividendos pueden ser suspendidos sin previo aviso en caso de problemas económicos. Como temen que se repitan medidas similares en futuras turbulencias del mercado, ahora tenderán a aumentar el descuento de las acciones bancarias para tener en cuenta este riesgo latente.
Lejos de ser una simple cuestión de frustración de los accionistas, la cuestión esconde un problema más grave, el del coste del capital y el acceso al mismo para las entidades de crédito.
La capacidad del sector para reunir capital en buenas condiciones podría verse reducida. Al querer proteger a los bancos a corto plazo, el BCE ha reducido su capacidad de financiarse en buenas condiciones. Y esto en un momento en el que los bancos ya se enfrentan a problemas de rentabilidad ligados a los bajos tipos de interés, a los cambios en las prácticas bancarias (digitalización) y a la competencia de las fintech, lo que les ha llevado a anunciar una serie de reestructuraciones (cierre de sucursales, recortes de personal). Por lo tanto, los resultados de los recortes de dividendos son muy variados, sobre todo porque la retención de capital en beneficio de los bancos ha resultado ser muy simbólica. Los dividendos anuales en el sector bancario europeo representan entre el 0,5% y el 0,6% del capital reglamentario (menos del 5% del capital bancario). Por lo tanto, su supresión habría tenido poco impacto en la preservación de las reservas bancarias en caso de una crisis "severa".
El levantamiento de las restricciones parece ahora una conclusión inevitable y las entidades de crédito podrán volver pronto a sus rendimientos anteriores a la crisis, que en algunos casos son plurianuales. De hecho, cabe esperar que un aumento significativo de los dividendos y de la recompra de acciones en el sector bancario compense la prolongada ausencia de rendimientos para los accionistas. Esto debería ser un importante catalizador en los próximos meses para todo el sector en Europa. Pero realmente es de esperar que esta "vuelta a la normalidad" vaya acompañada de un restablecimiento de la estabilidad normativa. La regulación bancaria es, en efecto, una cuestión de previsibilidad y proporcionalidad, en contraste con la brusquedad de los anuncios de marzo de 2020.
El Parlamento Europeo está estudiando ahora si es necesario legislar para dar un marco legal a esta práctica. Sin embargo, el BCE parece haberse dado cuenta de las trampas de esta política, según una carta del 18 de mayo de 2021 enviada a dos eurodiputados por Andrea Enria, presidente del Consejo de Supervisión del BCE: "Los beneficios de restringir los dividendos deben sopesarse cuidadosamente frente a los inconvenientes. (...) A la luz de esta experiencia, no veo una necesidad clara e imperiosa de facultar a las autoridades de supervisión para imponer restricciones generales y jurídicamente vinculantes a los dividendos (...). Este proceso iría en contra de otras importantes iniciativas legislativas para completar la arquitectura de la unión bancaria."
Un compromiso firme del BCE para dejar de utilizar esta práctica sería bienvenido para restaurar la confianza de los inversores en el sector bancario a medio plazo.
Scander Bentchikou es analista y gestor de fondos de Lazard Frères Gestion
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