GRAND PLACE / OPINIÓN

Viaje sin retorno

4/08/2020 - 

"Me acostumbré a viajar sin billete de vuelta. La vida ya te trae sola. Así, que sólo hay que decidir a dónde vas”, me contaba la Tieta antes de que cruzara al OtroLado. En aquellos tiempos del AñoZero, todo comenzó a ser sin vuelta, sin retorno. Como la vuelta a la NuevaNormalidad. “Nunca nos imaginamos que algo tan sencillo como respirar aire puro, sonreír a la vida o besar a un amigo iba a convertirse en un acto delictivo, prohibido y sancionado por ley”, decía en nuestros escasos encuentros de la ZonaZero-ALC.

“Poco a poco, fuimos aceptando la OtraRealidad, la de la tiranía de las e-Health y LasTec”. Para viajar, aunque solo fuera con viaje de ida, había que comunicar el lugar de origen y el de destino, el de estancia y la localización exacta al Ministerio de Sanidad del país receptor, pese a que el gobierno de la Unión garantizaba su voluntariedad. Por eso, en algunos países, cuando comenzaron a aparecer los rebrotes, se obligaba a bajarse una aplicación móvil en el país de destino. Los gobiernos del mundo entero pronto sucumbieron ante el peligro de que el Covid-19, aquel virus que había venido para quedarse, acabara diezmando la población. 

-Mira David, mira el extracto de la SIM que heredé de la Tieta. Te lo dije, se respiraba sin mascarilla. Y te lo digo ahora, no hay nada malo en el aire, ni en el agua del mar (…). Me da igual lo que me digas y, por favor, no utilices el microchip para hablar conmigo. 

-Vale, lo siento Laura, es la costumbre. Sigo confinado y, además, en manos de los e-Health desde que me detectaron un posible contagio por nuestro encuentro  en la terraza de la Zona-Zero-VLC. Como tú estás descontrolada y ninguno de los dos tenemos la vacuna desde el  nacimiento…

-Lo siento David. Sé que te pido mucho, pero ya no aguanto esta situación desde que voy abriendo los “files” que me dejó la Tieta. El aire, el mar, las sonrisas, los besos… ¡no eran mortales”. Y no tienen por qué serlo ahora, ni en los últimos 50 años desde que llegó el Covid-19…, para quedarse. También morían niños de enfermedades comunes y curables, y nadie se alarmaba por ello y, sobre todo, no se paró el mundo…

En un mundo superpoblado, donde se tira más de lo que se consume y con una justicia distributiva inexistente de forma global, a nadie le llegó al alma que 5.000 niños menores de cinco años murieran de sarampión en el invierno de 2020, en pleno siglo XXI y en el corazón de África. Sólo porque sus gobernantes no habían comprado ni distribuido la vacuna que, desde mediados del siglo anterior, había erradicado esa enfermedad del mundo occidental. 

¿Cómo, pues, iba a esperarse del resto del mundo que se erradicara el Covid-19 con una vacuna que ni siquiera existía aún? Por supuesto que la carrera contrarreloj había comenzado en todo el mundo científico para ser los primeros en hallar la piedra filosofal. ¡Loable ciencia! Lo difícil es que llegara a todos por igual o, al menos, a precios asequibles. 

De nuevo, el gobierno del Territorio-Europa, entonces la Unión Europea, había tomado sus precauciones para con sus ciudadanos, no sólo en casa, sino en cualquier lugar del mundo.  “Nadie estará seguro, hasta que todo el mundo esté seguro”, había declarado la presidenta de la Unión, Ursula von der Leyen.

Por eso, había preparado un fondo económico, para que los países cuyos gobiernos no miraban por sus ciudadanos pudieran acceder a la cura del virus. La primera compra había sido de 300 millones de dosis a Sanofi para los 400 millones de ciudadanos europeos. Pero habría más acuerdos con otras farmacéuticas.

LasFarma se habían hecho fuertes durante la pandemia. No había nada de nuevo ni de extraño. Hacía años que anunciaban la catástrofe de un mundo que no estaba preparado para afrontar un virus global. En 2017 ya lo anunciaron en el foro económico de Davos. Lo predijeron, lo previeron, lo avisaron… Un virus sin cura ni vacuna sería un viaje sin retorno…

La Unión había recaudado en tres meses 16 billones de euros a través del “Coronavirus Global Response”, un programa mundial donde socios públicos y privados, gobiernos y empresas buscaban al unísono el “vellocino de oro”. Se trataba de una acción global para el acceso universal a los tests, el tratamiento y la vacuna contra el coronavirus. En definitiva, un proyecto para la recuperación mundial y la vuelta a la normalidad.

Pero eso no iba a pasar… El Covid-19 fue también un viaje sin retorno, como lo es la vida, como lo es la muerte. Como los viajes a los que se acostumbró la Tieta después de la llegada del virus y del Fade Away…