El joyero valenciano considerado en los foros internacionales como uno de los veintiún mejores artesanos orfebres del siglo XXI trabaja en un nuevo proyecto vinculado a la Ruta de la Seda
VALÈNCIA.- Creció rodeado de fuego y piedras preciosas. El taller de joyería que su padre tenía en la calle Russafa en la València de los años cincuenta era su principal entretenimiento. Y aquel niño curioso absorbió mucha tradición y mucha artesanía, la que le venía de su familia, joyeros por parte de padre y ebanistas por parte de madre. Y Vicente Gracia fue creciendo hasta que advirtió que aquel tipo de joyería no conectaba con él ni con su generación. Corrían los años ochenta. Y el joven Vicente le dijo a su padre que se iba a Barcelona a estudiar Diseño. Su padre le respondió: «¡Di-qué?».
Y llegó a Barcelona, en plena movida de los ochenta, y se metió de lleno en ella. Y con la inspiración del movimiento futurista de principios de siglo y retroalimentado por sus amigos de aquella época —los hermanos Errando Mariscal, Francis Montesinos, Mompó, Carmen Alborch, Berao o Lucía Dominguín— comenzó a crear joyas a partir de circuitos de radio y piezas de dinamo, todo un precursor del reciclaje y la sostenibilidad. Y llegaron las primeras colaboraciones junto a Pedro Almodóvar, McNamara y la fotógrafa Ouka Leele; también los primeros premios y el reconocimiento profesional. El último importante fue el Premio Nacional de Artesanía (2014).
Vicente Gracia está reconocido por las principales autoridades mundiales en materia de joyería, Christie’s y Juliet Weir de la Rochefoucauld —quien fuera directora del Departamento de Joyería de Sotheby's—, como uno de los veintiún mejores artesanos orfebres del siglo XXI. Sus piezas han llegado hasta la mujer de Larry Page, fundador de Google; Michael Jackson, Daniel Craig, las actrices Andie McDowell y Daryl Hannah, las reinas Sofía y Letizia, Ted Turner (CNN) y el Aga Khan, entre otros. Y estos días estrena proyecto.
— ¿En qué nuevo proyecto trabaja?
—En un nuevo proyecto vinculado a las Rutas de la Seda. Apoyados por el programa Unesco Silk Roads, un grupo de personas impulsado por Annick Thebia Melsan y José María Chiquillo —ella como consultora Internacional de Unesco y él por ser el actual presidente internacional de la Red de Puntos Focales del programa Unesco Rutas de la Seda Online Platform—, junto al abogado Santiago Castell, hemos constituido en València la Asociación Silk Roads Peace Awards. Esta nueva asociación nace para impulsar proyectos vinculados a la paz, al consenso y al talento de los profesionales y organizaciones de los países que integran las Rutas de la Seda. Y habrá mucho networking. Han querido que yo sea el presidente de la nueva asociación y he aceptado orgulloso.
— ¿Desde cuándo está vinculado usted al proyecto de las Rutas de la Seda?
—El proyecto de las Rutas de la Seda que resurge en este 2020 es una de mis pasiones desde hace años. En 2007, a la vuelta de un viaje a Rajastán a donde fui para estudiar la conexión entre la joyería tradicional valenciana y la de Rajastán, ya dediqué una exposición en mi joyería a esta ruta. Tras aquel viaje advertí que la joyería de Rajastán y la valenciana son idénticas. Allí también emplean pajaritos y los balcones tan típicos de la joyería tradicional de aquí. Y eso no ocurre en la orfebrería catalana, andaluza o de Castilla y León. Lo que demuestra que las rutas de la seda iban más allá del tejido, pues los perfumes y las piedras preciosas también tienen ese tronco estilístico idéntico. Luego, en 2014, tuve la gran oportunidad de involucrarme en la iniciativa que, gracias al trabajo conjunto de Annick Thebia y JoséMaría Chiquillo, dio como resultado la inclusión en 2015 de València en las Rutas de la Seda y en los programas de la Unesco. Un gran logro para la ciudad. Un éxito que no olvidemos ayudó a que las Fallas consiguieran, un año después, ser Patrimonio de la Humanidad. Porque este proyecto cuando está activo no hace más que crecer y sumar. Y así ocurrirá con este resurgir.
— ¿Con qué otros apoyos cuenta esta iniciativa?
—Al nuevo proyecto también se suma Federico Mayor Zaragoza, que fue director general de la Unesco y actualmente sigue siendo un referente internacional en cuestiones de paz y diálogo, y la China World Peace Foundation. La iniciativa está ahora sumando respaldos, por lo que la lista de nombres irá aumentando en breve. También estamos moviendo la futura fundación, antes de pasar a constituirla, y lo hacemos con la ayuda de José Martínez Rubio, persona con gran poder de convocatoria en esta ciudad. Una fundación abierta a la sociedad.
— Recientemente ha sido invitado por la Universidad de Xi’an. ¿Cómo surgió esa petición y con qué finalidad?
— Fue a raíz de una reunión de expertos en las Rutas de la Seda celebrada en València en 2015. Allí conocí al vicepresidente de la entidad, el doctor Ming Tang, en aquel momento también presidente de la Escuela de Diseño de Hong Kong. Le invité a nuestro taller artesanal, apreció nuestro trabajo y me pidió que colaborásemos juntos, pues quería vincular su universidad a las Rutas de la Seda ya que Xi’an es el extremo oriental de estas rutas.
— ¿Y qué le propuso usted?
—Le planteé trabajar en torno a la idea de que los alumnos de joyería chinos bebieran de sus propias tradiciones. En mi primera visita a Xi’an, en 2015, la Universidad me nombró decano honorífico y comenzamos a colaborar. Hemos realizado muchas actividades y varias master class. La última ha sido el pasado mes de octubre de 2019. Fui invitado a dar una master class a más de 3.500 alumnos. Les hablé del sufismo y del taoísmo como fuente de inspiración en las Rutas de la Seda.
— Ha sido el primer español en dar una conferencia en el Centro de Diseño de Xi’an.
— Así es. Durante esa visita me invitaron al Xi’an Design Union, según ellos el más prestigioso de toda China, y fui el primer español en dar una conferencia allí. Este centro es muy importante porque en él se desarrolla el Programa Espacial Chino. Y animado por Xavi Calvo y Marisa Gallén, aproveché mi visita para tender puentes y vincular este centro a València Capital Mundial del Diseño 2022. En el Xi’an Design Union mostraron mucho interés por la candidatura valenciana.
— Hablemos de Vicente Gracia International Art Jewellery. ¿Quién la integra?
— La empresa —que desde que estuvo Juana Roig con nosotros pasó a llamarse Vicente Gracia International Art Jewellery— en la actualidad es un equipo formado por Bernardo Gracia, responsable de plasmar virtualmente en ordenador todas las ideas; Alejandro Gracia, que lleva dos años con nosotros y es el responsable de Comunicación, Redes Sociales y Comercio Exterior, y por mí, que soy el responsable de todos los diseños de la firma. Y, por supuesto, apoyados por nuestros artesanos y resto de equipo.
«diseñamos para todo el mundo: vendemos piezas desde cien euros hasta para los que quieren gastar sin límite»
Gracias al trabajo de Alejandro estamos consiguiendo que desde Hamburgo, Illinois o Nueva York puedan seguir al momento la evolución de las piezas y a través de esa ventana al mundo que son las redes sociales también nos llegan encargos. En cuanto a Bernardo, se prepara para perfeccionar por un tiempo su formación fuera de la empresa, en otros campos del diseño siempre vinculados a nosotros.
— ¿Cuál es la principal fortaleza de la firma?
— El taller, la artesanía. Hacer piezas únicas, de autor. Esa fuerza es la que nos ha introducido en los principales foros internacionales, que son nuestros mejores prescriptores. Para nosotros que Christie’s, Juliet Weir de la Rochefoucauld —que fue directora del departamento de Joyería de Sotheby’s— o Quintessentially —empresa de relaciones públicas de Ben Elliot, sobrino de Camilla Parker Bowles— crean en nuestro trabajo nos permite jugar en la primera liga internacional. Juliet Weir, de la Rochefoucauld, ha publicado un libro titulado Los 21 joyeros del siglo XXI y estamos nosotros.
— Sus piezas son pequeñas obras de arte cargadas de poesía.
— Hay una bonita anécdota. Existe en el mundo de la joyería internacional un diseñador que nunca quiere conocer a nadie; de hecho muy pocos saben qué cara tiene. Es Joseph Arthur Rosenthal, que firma como JAR. Él diseña bajo petición y a medida, y está considerado como el 'Fabergé del siglo XX'. Esas mariposas-joya que a veces lleva Scarlett Johansson como tocado son creaciones suyas.
Y en 2010 nos ocurrió que durante un evento de Christie’s en Ginebra al que estábamos invitados, JAR pidió a los organizadores conocernos y al presentarnos me dijo: «Os felicito porque vais a vuestra puta bola... porque la mayoría de los joyeros de esta generación imita a otros, pero vosotros sois únicos». Y nos lo dijo él que es fuente de inspiración de grandes diseñadores.
— Antes me ha nombrado a Juana Roig, la hija de Juan Roig, y de su paso por esta empresa. ¿Cómo se produjo esa situación?
— Juana llegó a nuestra empresa para potenciar el comercio exterior. Con ella mejoramos mucho nuestras relaciones con Estados Unidos, en concreto con Nueva York y Dallas, pero también las de Arabia Saudita. Allí, por ejemplo, nos ayudó a organizar la exposición en Riad con la princesa Ameerah Al-Taweel. Durante sus años con nosotros preparó la memoria de los Premios Nacionales de Artesanía 2014 y ganamos. Nos premiaron porque dijeron que nuestra empresa había conseguido, de la mano de la artesanía, el diseño y la tradición valenciana, estar presentes en los principales foros internacionales. Juana también propició un nuevo nombre para la empresa: Vicente Gracia International Art Jewellery. En los tres años que estuvo con nosotros aplicó sus conocimientos empresariales y trajo la funcionalidad del mundo de la empresa a nuestro negocio. Esos años tuvimos los mejores asesores de empresa y así fue cómo consolidamos una imagen internacional acorde al prestigio que ya teníamos. Le estoy muy agradecido a la familia Roig y cuando tuve ocasión de decírselo personalmente a Juan Roig, él me contestó con la guasa de los Roig: «¿Tú no eres un artista? Pues hi haurà que ajudar-te» [cuenta entre risas].
— ¿De dónde le viene la inspiración?
—Desde luego que de mi padre. Crecí jugando y correteando por su taller, entre fuego y piedras preciosas. Aquel era el taller de toda la vida, como es el nuestro ahora, con las mismas herramientas que se usaban en tiempos de los romanos. De mi padre aprendí el amor al oficio, me transmitió su experiencia, el valor del esfuerzo. Cuando le dije que quería ser joyero me dio un sabio consejo: «Sé discreto». Me lo dijo [sonríe] porque eran años en los que aún no existía el divorcio y los caballeros demostraban el amor a sus amantes con una buena joya.
— ¿Dónde se formó como joyero?
— Yo advertía que la joyería que hacía mi padre y su época, clásica y convencional, no conectaba con mi generación, la de los 80. Así que, un buen día, le dije a mi padre que quería estudiar diseño y me contestó: «¿Di-qué?». Creo que la palabra le sonó a chino [risas]. Me fui a estudiar a Barcelona, a la Escuela de Arte y Diseño Massana. En aquellos años, estaba «todo» en diseño, en editoriales, en vanguardia. Tuve la suerte de tener como profesores a Miró y a Tàpies.
— ¿Qué enseñanzas recuerda de ellos?
— Tàpies nos dio un curso que se llamaba La espiritualidad en el arte y nos hablaba sobre su arte y lo onírico. De él recuerdo su imponente presencia. Miró nos decía: «La curva del pecho de una mujer nunca la podrá plasmar bien un alemán porque son demasiado técnicos y les falta la pasión mediterránea».
— Y así llegó usted a hacer una joyería considerada «la poesía urbana de los ochenta».
— Me di cuenta de que había mucho por hacer. En la València de la Transición empecé a hacer joyitas con circuitos de radio que luego vendía en El señor del Caballito, la tienda de los hermanos Errando Mariscal. Hice la colección El Reóforo, inspirada en los jardines futuristas de los años 30, en donde las flores eran trozos de dinamo, elementos geométricos, espirales…
Nosotros queremos diseñar para todo el mundo. Y lo digo de verdad. Por eso nuestras joyas van desde los cien euros hasta los que quieren gastar sin límite
Esos años tuve un gran apoyo de Carmen Alborch, pues ella vendía mis colecciones en su espacio vanguardista Alhaja, un lugar que potenciaba la joyería de autor. En 1986 gané el premio nacional más prestigioso de diseño de joyas, precursor de los actuales Premios Nacionales de Diseño. Tras el premio se creó en Madrid, Espacio 12 y, allí, un grupo de diseñadores creábamos, hacíamos exposiciones o escribíamos cuadernos de tendencias. Y por allí convivíamos Joaquín Berao, Chus Burés, Chelo Sastre, Lucía Dominguín, Ana Saura y hasta Paloma Picasso, entre otros.
— La mujer de Larry Page (Google), Michael Jackson, Daniel Craig, las reinas Sofía y Letizia, Daryl Hannah, Andie McDowell, la celebración de los 35 años de la muñeca Barbie... ¿Cómo llegó a diseñar para la mujer de Larry Page y para Daniel Craig?
— En ambos casos fue a través de Carmen Busquets y su Couture Lab, un espacio en Londres que distribuía piezas únicas de los diseñadores más prestigiosos. En el caso de Daniel Craig, Carmen Busquets nos pidió que le hiciésemos unas piezas para caballero y le hicimos una colección de ballenas para las camisas, en plata con su nombre y unos gemelos.
— ¿Qué pieza le hizo a Michael Jackson?
— Ocurrió cuando vino al concierto de Zaragoza, en 1996. En ese año yo trabajaba como director artístico para Lladró, en su línea Legend de esculturas-joya. Lladró tenía el encargo de hacer una figura para la Fundación We Are the World del cantante. Juan Vicente Lladró me pidió que hiciera una escultura-objeto inspirada en el número 7 porque al cantante le gustaba ese número. Yo le hice un árbol de la vida en oro con siete ramas, y cada una llevaba incrustada una piedra preciosa. Fuimos a Zaragoza a entregársela y le encantó. Pasamos con él día y medio. Hasta le dio para bailar con Joaquín Cortés en privado y con nosotros delante. Fue una experiencia única.
— ¿Diría que sus piezas están solo al acceso de los VIP?
— Para nada. Nosotros queremos diseñar para todo el mundo. Y lo digo de verdad. Por eso nuestras joyas van desde los cien euros hasta los que quieren gastar sin límite. Quien viene a vernos lo comprueba.
— ¿De qué creación suya está más orgulloso?
— Me gusta mucho la colección El río de la vida, formada por cuatro brazaletes inspirados en los cuatro ríos del paraíso: el río de agua, el de leche, el de vino y el de miel. El brazalete El río de agua se vendió en Christie’s y triplicó su precio: salió por 60.000 dólares y se vendió por 180.000. En Barneys (Nueva York) se vendieron dos brazaletes: El río de miel y El río de vino. Y en Octium, el espacio de arte de la familia real kuwaití, vendieron El río de la leche.
— ¿Qué pieza le ha reportado más satisfacción?
— La pieza el anillo El ruiseñor y la rosa también subastado por Christie’s. Representa una preciosa historia sufí del siglo XII que hizo famosa Oscar Wilde. Es una metáfora del amor puro.
— ¿Qué hay de inspiración valenciana en sus diseños de joyas?
— Muchísimo. Desde siempre me ha inspirado mucho Segrelles y Blasco Ibáñez. Para Christie’s creé un brazalete a partir de una acuarela de Segrelles. Me impacta la erudición de González Martí —estudioso y coleccionista de cerámica— pues en sus textos encuentro sufismo e ideas filosóficas que me inspiran. Tenemos en común que bebemos de la tradición orientalista.
— ¿Y dice que también existe la tipografía 'Vicente Gracia'?
— [Ríe a carcajadas] También existe y fue un divertido proyecto de la etapa de Juana Roig. Esos años la empresa de Risto Mejide nos hizo algunos servicios para nuestra web y cuando Risto me conoció me tuvo cuatro meses haciendo caligrafía porque quería sacar una tipografía con mi letra. Y ahí está la tipografía Vicente Gracia.
— La diseñadora Hannah Carnegie, de la mano de Net de Gerrers, se ha instalado en València. ¿Qué le aporta València a esta diseñadora neoyorquina y cómo definiría sus diseños?
— Hannah Carnegie ha sabido valorar la gran profesionalidad de nuestra tierra y de nuestros artesanos orfebres. Y su llegada sin duda contribuye a situar a València en el mapa como una ciudad preparada para el desarrollo de proyectos de joyería de alto nivel. Hannah y yo nos conocimos hace muchos años en Nueva York. Sus joyas son fascinantes y reflejan su infancia en Cumberland, la isla de la familia. Su última colección, La arquitectura de los insectos, es un homenaje a sus antepasados, a una saga fundada por Andrew Carnegie y vinculada a los museos de Ciencias Naturales y a la filantropía. Nosotros tenemos muy buena relación con la familia y compartimos mucha sinergia; por ejemplo estos días hemos sido seleccionados en un libro sobre joyería contemporánea que se va a presentar en el Museo del Diseño de Londres. Hannah, que concentra la venta de sus joyas en internet, tiene nuestro espacio de la calle de la Paz a su disposición para que el público pueda conocer su trabajo.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 63 (marzo 2020) de la revista Plaza
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