Hay personajes relacionados con Alicante que tuvieron una vida de película. Y no por elección propia. Pero les tocó vivir en una época convulsa llena de acontecimientos de todo tipo que marcó su devenir cotidiano. Y más si era una persona inquieta que no quiso ser espectador, sino parte. No aceptó ser mudo, sino que dio su opinión. Que no se estuvo quieto, vamos.
Me refiero a Rafael Alberola Herrera (Alicante 1901-1977). Iba para militar, ingresó en la academia de artillería. Aunque llegó a ser teniente, vio que no era lo suyo. Colgó el uniforme, y se matriculó en ingeniería. El 7 de enero de 1925 se casó con Josefina Manero Carratalá. En marzo de 1926 fue nombrado vicepresidente del Canal de la Huerta. Aunque lo que se dedicó con más énfasis fue a la política y ejerció de periodista de campo y como director de diferentes periódicos. Luego le cuento.
Después de los sucesos revolucionarios contra la monarquía de Alfonso XIII por la sublevación de Jaca en diciembre de 1930, se significó con su apoyo a la Alianza Monárquica de Alicante. De fuertes convicciones, tenía que estar a las duras y a las maduras. Y no le bastó con su apoyo, sino que se involucró de lleno. Lo nombraron secretario. Ya era parte de lo que el creía era la solución a los problemas sociales del país. En las elecciones municipales de 14 abril de 1931 se presentó con la candidatura monárquica pero no consiguió su acta de concejal. Llegó la II República, de repente, en unas elecciones municipales.
Aun así, no cejó en el empeño. Se afilió a Acción Nacional en 1932 y le nombraron presidente de su filial en Alicante, la Derecha Regional Agraria. En ese mismo año, los republicanos lo acusaron de participar en la Sanjurnada cuando el General Sanjurjo dio su frustrado golpe de Estado el 10 de agosto contra la República. Lo detuvieron, lo encarcelaron y finalmente pusieron en libertad a Alberola sin cargos. No pudieron acusarlo de nada.
En las elecciones de 1933 fue elegido diputado por Alicante afiliado al Bloque Agrario Antimarxista. Vaya nombre, no ocultaban quien era su adversario político. Fue uno de los artífices de concurrir juntamente con el Partido Radical de Lerroux en la segunda vuelta, dando lugar al gobierno radical-cedista.
En 1935 desarrolló otras de las facetas que le caracterizaron en su vida, la de periodista. Editó DRA (siglas del partido Derecha Regional Agraria), y Mas, dos periódicos que representaron la opinión de las derechas alicantinas. También dirigió Stadium, un semanario deportivo. Ya ven, estaba ocupado.
Aliado con Gil Robles, se pusieron de acuerdo en 1936 para que las derechas concurrieran conjuntamente a las elecciones. En esta ocasión no fue elegido. Precisamente su periódico Mas fue incendiado presuntamente por mercenarios republicanos el 20 de febrero de 1936. El Frente Popular había ganado las elecciones generales unos días antes.
Cuando estalló la guerra civil española fue detenido por el gobierno republicano por considerarlo “enemigo del Estado” por el simple hecho de ser de derechas. Fue condenado a muerte. Recluido en la plaza de toros de València esperando su ejecución, se escapó en un descuido de sus guardianes. Consiguió exiliarse en Francia. Su familia se refugió en el Consulado argentino de Alicante.
Terminada la contienda ya no se dedicó a la política, se centró en su profesión de ingeniero, en su faceta periodística y manifestó su desacuerdo con la dictadura franquista.
Cuando escaseaba la leche en Alicante en 1943 se le ocurrió la brillante idea de instalar una vaquería en su Finca San Rafael en Santa Faz. Tenía buen corazón, en otras facetas de su vida se había destacado en el servicio público, servir a los demás era su propósito.
En 1953 editó y dirigió la revista Bahía. También colaboró con el Diario Información. Se trasladó a vivir a Benidorm. En los años setenta dirigió La voz de la Costa Blanca y Canfali Benidorm.
Si quiere saber más de este personaje, puede consultar la web del Congreso de los Diputados, Alicantepedia, el libro “Diccionario biográfico de políticos valencianos. 1810-2003”, de Javier Paniagua y Jose A Piqueras, o el titulado “Apellidos alicantinos”, de Gonzalo Muñoz.
Si la historia sirve de algo es para aprender de sus errores, de no repetir los hechos dramáticos, violentos y – mucho menos – los que enfrentaron a hermanos entre sí por estar en bandos contrarios. Que así sea.