GRUPO PLAZA

conversaciones hedonistas

Vidal Ruedas se podría llamar Christopher Lee

Christopher Lee sigue siendo un espacio de libertad y Vidal Ruedas, el protagonista de un cuadro de Eugène Delacroix que guía, a través de tragos largos, al pueblo

| 19/11/2022 | 4 min, 25 seg

VALÈNCIA. Desde que en 2020 en Valencia Plaza descubrimos la vida de Vidal Ruedas, un par de plumillas de la casa hemos descendido en reiteradas ocasiones, ya fuera por ocio o por negocio, las escaleras del Christopher Lee, el pub más antiguo de València, la coctelería con más narrativa, el interior más fantásticamente abigarrado de retazos de cultura y contracultura. Sirviendo los cócteles está, como era de esperar, Vidal. 

Qué fue el Christopher Lee y cómo llegó Vidal allí

Víctor Mansanet retrató en su libro Pols d’estels (Rafa Ferrando i la València contracultural) una València transgresora, dada al cine independiente valenciano y a las profesiones y pulsiones creativas. Los estertores del franquismo fueron el marco temporal para que Mansanet ubicara a una serie de personalidades de la contracultura que bajo la capitanía de Carmen Alborch se convertían cada noche en el David Bowie de Ziggy Stardust y frecuentaban pubs como el Christopher Lee, fundado en 1971 por Rafa Ferrandis y Lluís Fernández, titular también del Capsa 13, el somni de la meva repressió. El Capsa lo cerraron por subversivo, en el garito circulaban libros de Marcuse y según cuentan los cronistas de la ciudad, se fumaba grifa que llegaba bajo los gorros de la Legión.  

En el número diecisiete de la calle Pinzón, una calle que en su día albergó la pestilencia de un secadero de bacalao, tiene un interior abigarrado. Hay fotografías, artilugios vetustos cuyo uso es desconocido para los millenials, juguetes y alquimia. Una reproducción enorme de la portada de la Cartelera Turia n.º404 anuncia la inauguración del bar cincuenta y un años atrás, cuando lo más demandado era la Voll Damm por su relación precio y graduación alcohólica. 

En el otoño de 1978 Vidal, junto a su esposa Mila, abrieron la puerta de un lugar enmoquetado, que es una manera de explicar que un establecimiento de la noche está en horas bajas. Tras varias idas y venidas, Ruedas se aproximaba a su sueño de coctelería: un local en el que beber bien. Pero antes, estuvo la infancia de Vidal. 

La infancia

Granátula de Calatrava (Ciudad Real) es para nuestro hombre la población manchega donde se hace el mejor queso de este país y su lugar de nacimiento: «Yo vengo de un área rural muy muy pobre. En la cual los medios eran muy escasos. Unos recursos mínimos, una familia clásica, con un padre arisco. Somos familia numerosa, nueve hermanos. Cuando nos reuníamos a comer, nos poníamos todos a atacar una sartén. Casi que tenías que retarte para ver cuándo te tocaba meter la cuchara, nos mirábamos con recelo. Todos trabajábamos en lo que podíamos, los hermanos no teníamos ni tiempo ni había comunicación». La vendimia, la siega de la aceituna, labrar el huerto… trabajos de sol a sol y horarios disparatados que impedían eso llamado ‘tiempo de calidad’ con la familia».

Lea Plaza al completo en su dispositivo iOS o Android con nuestra app

Vidal recuerda los momentos de penurias por buscar su realidad en mitad de una familia humilde, pero también los breves destellos de ocio: escapándose a jugar a la era, colándose en el gallinero del cine o imaginando la evasión perfecta, cosa que después de muchos contratiempos, logró. También tiene un recuerdo vívido de su madre, que falleció cuando nuestro protagonista solo tenía dieciséis años: «La persona que se ocupaba de todo, la que tenía el potencial y nos unía, era mi madre. Yo no sé cómo podía aguantar todo ese peso, poder llegar a llenar nueve bocas». 

«Cuando la infancia se desarrolla en un entorno familiar que es muy frío, provoca que tú te tengas que buscar la vida. Venimos a Valencia, concretamente a Burjassot, yo tendría cinco años, arrancamos con problemas, buscando un sueño que era una quimera». Los hermanos de Vidal comenzaron a trabajar en la obra, el mayor tuvo que convertirse en el cabeza de familia, porque este no los acompañó en el éxodo rural. «Era una persona con problemas con el alcohol. Aquí en València nos encontramos que la supervivencia es la supervivencia. Compartimos un espacio en el que tenías que dormir en el suelo, hasta que al final encontramos una vivienda, que compartimos con otro familiar. Ahí entramos en una en una nueva era. Un hermano trabajaba en una fábrica de muebles desde que salía el sol hasta que se ponía, otro en la obra, en una carnicería, una hermana en el textil…». A Vidal le tocó laburar en la hostelería. Y se enamoró. 

* Lea el artículo íntegramente en el número 97 (noviembre 2022) de la revista Plaza

next