beber, vivir, BAILAR

Vinos de verbena

Volvemos de las vacaciones, vale, pero con verano por delante, que somos hedonistas y no nos resistimos a irnos, una y mil veces más, de colorido y vinoso festolín

| 13/09/2019 | 4 min, 58 seg

Venimos a golpe de pasodoble, bailetonto, cachondeo y algún sorteo, que queremos un perrito piloto y, de paso, a ver si nos toca la bonoloto… para comprar muy y buen vino, por supuesto. Pero hasta que eso llegue nos vamos a divertir, nena, que cuántas veces te he dicho que te vengas de verbena. La de algodón de azúcar y muñeca chochona mirando ensimismada a ese pollo que da mil vueltas. Con vaso de tubo y plasticoso, soso, pero bien lleno del contenido de botellas delisiosas. De las que no duelen en el bolsillo pero quitan las penas de mirar a un otoño, que podrá ser mal venido, pero siempre bien bebido. Y así, entre coches de choque, cigarritos a escondidas y pellizcos recochinos, nos damos una vuelta en esta noria de etiquetas de las de gustar.

Como El Jardín de Lucía 2017 (Eulogio Pomares Zárate), albariño descalzo en hierba fresca y limpia, con granizado de lima limón y un poquito de pomelo. Un largo paseo en tiovivo entre brazos cariñosos y una de pulpo a feira, que pronto sonará ‘Paquito el chocolatero’ y hay que darlo todo.  

Y para todo a todas horas está el As Voltas 2017 (Condes de Albarei), con el que repetimos uva gallega en una inmejorable relación precio y qué rico. Vivaracho y disfrutón de carrusel con juveniles vistas, un bocadillo de calamares y un poquito de ‘Mayonesa’, que ya se escucha de fondo.

Lanzamos al aire un ‘Ave María’ mientras La Fanfarria Blanco 2016 (Dominio del Urogallo) nos hace girar y girar. Albarín y albillo de asturiana diferencia. Montaña rusa de sensaciones de campo y aire libre con el que volar. Encendemos unas bengalas atigradas y pedimos un platito de ese arroz con cosas que quiso ser paella.  

Viajamos a Portugal y su jarana con el Branco Arinto 2017 Barrica (Campolargo). Arinto que despunta regalando frutas huesudas y alguna rodajita de coco. Refinado como es lo tiene todo bajo control, lo que no quita que nos subamos en un barco para pasarlo pirata. Incursión marina para pescar unas sardinas asadas y bailar ‘La Macarena’.  

Pasamos a los tintos veraniegos, que no de verano, con el Gaintus Radical 2017 (Bodegas Heretat Mont Rubí). Sumoll del Penedés loquito hasta lo agitador de puro látigo cítrico. Bestiecilla y tanto, tú, que chisporrotea sin cortarse un pelo al lado de unos pinchitos morunos. ‘La booooooomba’.

Como siempre ‘Hay que venir al sur’, echamos mirada a Cádiz, sus cacharritos y el Nude 2017 (Barbadillo). Tintilla refrutilla con su buenita acidez y un poco ideal de tanino. Especias negruzas que llegan directas y sin aflojar el paso porque se sienten seguras de que gustarán casi siempre, y mejor con un montadillo de morcilla.

Cogemos ‘La bicicleta’ para acercarnos a Francia y su Chat Fou 2016 (Eric Texier). Variedades garnacha tinta y blanca, clairette y marsanne de frutales silvestres y condimentos sabrosos. Festivo y lozano, es esa mano que nos conduce por la casa del terror sin miedo ninguno y muchas risas.  Y al salir un ramillete de flores y bocadillo de panceta.

Seguimos con ‘La barbacoa’ encendida para tomarnos un toscano Rosso Syrah 2016 (Tenimenti D’Alessandro). Impetuoso y decidido se quita el polvo de los zapatos para mover las caderas como pocos. Porque tiene el peso justo para beberse sin cuidado y con placer junto a una ristra de chorizos parrilleros.

Momento para un par de rosados, tan de este tiempo y todo el año. Un sorprendente Gaintza Roses 2016 (Bodegas Gaintza), txakolí de hondarrabi zuri y hondarrabi beltz que borbotea con entusiasmo ‘Cuando zarpa el amor’. Agradable y tenaz nos convence para dar una vuelta en barca mientras devoramos un perrito caliente.

La Mar de Rosa 2018 (Celler Espelt) es homenaje a esa Costa Brava de garnachas, puestas de sol a pie de playa y compañeros un poquito hacia adentro. Cítricos que viven el momento compartiendo con unas cuantas cerezas, el hombre más fuerte del mundo y una ‘Chica yeyé’. Las cosas sencillas que siempre quedan y mejor con un sándwich mixto con infinito de queso.

Los espumosos hacen acto de presencia, que ya era hora y con el Forlong Burbuja 2017 (Forlong). Gaditano de palomino finito y austero con su tiza de suelos blancos. Naturalidad de las que se prestan a ponerte ‘La minifalda’, coger la guitarra y subir al escenario sin vergüenza ninguna. ¿El premio? Una hamburguesa bien pringosita.

El gurbujismo se vuelve encarnado con el Nativo Pet Nat Espumoso Rosado 2018 (Vino Sexto Elemento). Ancestral de la Venta del Moro, colorao de puestecillo de piruletas y manzanas acarameladas. Alegre, pero sin bobadas, que tiene su peso y sabe ponerse serio en la caseta de tiro donde el muy ‘Bandido’ gana el gordo, unos torreznos crujientitos. 

Terminamos la jornada festiva con un poquito de jerez, porque ‘Ni tú ni nadie’ puede cambiarme y el Fino Arroyuelo (Primitivo Collantes) nos quita el sombrero. Intenso de albariza con un ojo puesto en el océano. Persistencia de la buena, sin olvidarse de los de antaño. Porque es de los de para siempre y ajolá en todos los puntos cardinales. Estupendo después de una sesión de cama elástica y con una cazuelita de callos.

Nos subimos al tren de la bruja moviendo una manita a modo de despedida y en la otra una copa de Manzanilla Pasada Pastrana (Hidalgo La Gitana). Fluida y chisposa no muestra la edad que tiene. Sin hacer mucho ruido se hace un hueco en nuestra vida con un cucurucho de pescaíto adobado y queda claro que viene para quedarse, como los ‘Amigos para siempre’. 

Comenta este artículo en
next