Pedro Ramos por Un ewok en el jardín y Mónica Rodríguez por Rey. Ambos autores se han alzado este año con uno de los galardones más prestigiosos de la literatura infantil y juvenil, los Premios Edebé. Hablamos con ellos de procesos creativos, estado del sector y consejos para escribir (y publicar), entre otros temas
VALÈNCIA. A través de la videollamada se palpa la ilusión. Aunque hace algunas semanas que Pedro Ramos y Mónica Rodríguez supieron que eran los fragantes ganadores de los Premios Edebé 2022 (el primero en la categoría de juvenil; la segunda, en infantil), el cosquilleo de alegría todavía perdura. «Es muy emocionante, porque me había presentado varias veces y nunca lo había conseguido. Además, con un libro duro, con un comienzo un poco fuerte», admite Mónica Rodríguez, autora de Rey. «Desde la primera novela juvenil que escribí tenía la ilusión de ganar el Edebé: era una de mis objetivos», corrobora Pedro Ramos, detrás de Un ewok en el jardín. Este año 2022 finalmente lo han logrado.
Un ewok en el jardín y Rey han sido valorados como los mejores trabajos entre los 239 manuscritos presentados en esta trigésima edición. Dos libros en los que sus autores reconocen haber arriesgado. En Un ewok en el jardín, Pedro Ramos aborda la depresión y suicidio entre la juventud de la mano de David, un chico de 16 años. En Rey, por otro lado, Mónica Rodríguez se inspira en una historia real para contar cómo un niño sobrevive entre una manada de perros callejeros. Este último cuenta, por cierto, con las ilustraciones de Ángel Trigo.
Hechas las presentaciones (felicitado a sus autores) entramos sin más rodeos en materia y hablamos con los Premios Edebé 2022 sobre vivir, leer y escribir.
Pedro Ramos: «Fue a partir de una noticia en la que leo que la principal causa de muerte no natural entre adolescentes es el suicidio. Al principio no me lo creo, pero busco y veo que es real, que no es puro sensacionalismo. Indago en qué problemas hay con la salud mental ahora mismo, y me pongo a pensar en un chaval que no ve salida ni escapatoria, que piensa que nunca va a dejar atrás ese túnel en el que se encuentra. A partir de ahí, empieza la historia de David, que en realidad es la historia de muchas personas que están cerca de nosotros; personas que tienen pensamientos suicidas, que tienen problemas de salud mental. Y ocultarlo, taparlo, no tiene sentido».
Mónica Rodríguez: «Parte también de la noticia de un niño, Ivan Mishukov, que durante los años 90, en la Rusia deprimida, escapó de su casa en Moscú por problemas de alcoholismo familiares, y sobrevivió durante dos años en las calles de esa ciudad entre una manada de perros. Me impactó. Cuando la policía encontró al niño y se lo quiso llevar a un orfanato, los perros impidieron hasta en tres ocasiones que se lo llevaran porque era uno más de la manada. Tuvieron que envenenarlos para conseguirlo. Ahora ese niño, ese hombre, trabaja en una fábrica y está muy agradecido a su familia de adopción. Me apeteció meterme en la cabeza de ese niño que es rechazado por su propia sociedad, que se siente absolutamente abandonado, y que es rescatado de la soledad, de la enfermedad, del frío, por una manada de perros».
Mónica Rodríguez: «En mi caso, corrijo mucho todo lo que escribo. Me pongo a escribir y a partir de ese inicio, de ese niño que se marcha de su casa en una Rusia nevada, me dejo llevar. Voy descubriendo la historia a medida que escribo, y eso hace que tenga que estar constantemente releyendo y corrigiendo, y que avance de forma muy lenta, porque me preocupo mucho de cada párrafo. En Rey no he tenido que cambiar radicalmente alguna parte; en ese proceso de relectura y corrección constante fue bastante fluida la historia y fue encajando. Pero sí, soy una escritora de brújula, no de mapa».
Pedro Ramos: «Yo soy de mapa. Tengo una pizarra donde me hago un esquema de por dónde va a pasar el protagonista hasta el final. No es un mapa muy detallado donde esté todo lo que va a suceder, pero sí es una guía. Me gusta partir de ahí. De hecho, ya tengo apuntada la nueva novela, el siguiente premio [ríe]».
Mónica Rodríguez: «Es complicado abstraerse de esos “valores políticamente correctos” en la literatura infantil y juvenil, especialmente para niños y jóvenes, que están madurando y a los que parece que hay que darles una esperanza... Al final, el mayor problema que los escritores nos podemos encontrar es la autocensura. Como decía Irene Vallejo en El infinito en un junco: la dulce inercia. Esas ganas de dejarte llevar por la corriente y no buscar la verdad. Creo que la mayoría de escritores que conozco de LIJ intentamos que nuestras historias no tengan moralina. Nuestros libros, después de todo, no tienen que dar respuestas, sino que tienen que llevar a otras preguntas para que no sea un camino con una dirección única y los niños acaben reflexionando y lleguen a tomar sus propias decisiones. Creo que eso lo tenemos claro, pero a la hora de la verdad es difícil llevarlo al libro».
«A los niños y jóvenes no solo se les puede contar de todo, sino que se les debe contar de todo. Ven lo que ocurre y precisamente necesitan que en los libros haya un reflejo de eso para pensar un poco más allá de lo sucede. Creo que la mejor manera de contar cosas duras es utilizar un lenguaje diferente, quizá más poético, asombroso, o con una vocación estética, para que los lectores vayan a otros lugares y no se lo encuentren de una forma absolutamente cruda, como un bofetón. También es cierto que en algunos momentos ese “bofetón” dentro de la literatura se puede necesitar, pero en otras ocasiones es mejor hacerlo de esta manera».
Pedro Ramos: «Todos mis personajes protagonistas (incluso en las novelas para adultos) obligan al lector a someterse a una decisión moral. Eso de: “Y tú ¿qué harías?”. Al final, creo que si la literatura sirve para algo es para que nos miremos en un espejo, veamos los errores que otros cometieron y sepamos cómo no cometerlos nosotros. Por otro lado, para mí la única diferencia entre novela infantil/juvenil o adulta es dónde coloco la cámara. Si la pongo sobre David, que es un chico de 16 años, tengo que hablar como habla David, como los adolescentes… pero no tengo ningún truco especial a la hora de escribir unas novelas u otras. Un ewok en el jardín, además, es una novela que creo que también van a leer muchas personas adultas y van a disfrutar. Aunque trata de salud mental y suicidio es un libro que da muchas razones para vivir».
Pedro Ramos: «Yo me lo paso muy bien leyendo LIJ, así que imagino que tendrá muy buena salud. Hay autoras y autores españoles y extranjeros que están haciendo libros muy interesantes. Hay literatura ahora mismo para dar y tomar. Me hace mucha gracia que se diga que los chavales no leen, y que te lo digan algunos padres o profesores que van con el teléfono móvil en la mano constantemente. ¿Cuántos adultos leen…? Si los niños te ven todo el rato con el móvil, querrán un móvil; si te ven con un libro en la mano, querrán un libro. A lo mejor la culpa no es de los niños».
Mónica Rodríguez: «Creo que en España el sector de la literatura infantil y juvenil goza de muy buena salud. Tenemos grandes autores y autoras, grandes libros, y grandísimos ilustradores e ilustradoras, gente joven y gente con trayectoria con un talento impresionante que está haciendo obras muy interesantes. Pero es cierto (y lo dicen las encuestas) que hay un bache a los 15 años. Algo hay que hacer ahí, algo no estamos haciendo bien cuando hay muchísimos más niños que adultos leyendo, pero después se pierde el hábito.».
«Quizá debería cambiarse la forma de dar la literatura en los institutos. Creo que deberíamos conseguir que haya un espacio y un tiempo en escuelas e institutos para leer. La vida va tan rápido, y niños y jóvenes hacen tantísimas actividades después, que no hay tiempo para la lectura (y si le sumamos pasatiempos que también compiten con esta como los videojuegos…). De todas formas, también estoy de acuerdo con Carlo Fabretti, que en una discusión que tuvimos con él sobre la lectura, nos dijo una vez: “Sí, sí, pero no nos olvidemos que es más importante vivir que leer”. El primer oficio de una persona tiene que ser vivir. Él, que era un grandísimo lector, decía que lo único que había hecho hasta los 20 años era leer, y no vivir. Y no debía ser así».
Mónica Rodríguez: «Primero, que vaya a los cursos de Pedro [Ramos] [ríe]. Lo único que puedo decir es paciencia y trabajo, paciencia y trabajo, paciencia y trabajo. Y corregir y corregir. Como dice mi hermano, que es un gran poeta: escribe como si nadie te fuera a leer nunca, y corrige como si todo el mundo te fuera a leer. Eso, y no tener prisa, porque uno aprende a escribir escribiendo, leyendo y viviendo. Uno cree que está haciendo cosas estupendas, y con el paso del tiempo ve que, si escribe, si trabaja, si lee, va mejorando mucho. Y eso que estaba tan fenomenal entonces ya no está tan bien».
Pedro Ramos: «Hay prisa por amortizar lo que se hace: “Mi hobby es escribir, pues tengo que ganar dinero escribiendo”. Enlazando con lo que decía Mónica, mi consejo sería: vivir, leer, escribir. Y corregir. En ese orden. Y si tienes la suerte de publicar en una editorial como Edebé, pues lo has conseguido. Pero vivir y leer es fundamental porque es lo más importante. Serás tan buen autor como buenas sean tus lecturas. Escribe y corrige muchísimo; corrige hasta que pienses que no lo puedes hacer mejor. Y entonces sí, busca la posibilidad de compartirlo con alguien, ya sea un medio tradicional, con una editorial, en papel; o en Internet, donde ahora hay tantos fenómenos o formas nuevas e interesantes de darse a conocer… Pero no tiene que haber urgencia ni prisa. La vida te acaba llevando. Vive, porque no puedes contar las historias que no has vivido, las historias que no has sentido, los lugares donde no has estado… y para eso necesitas que pase el tiempo. El tiempo es lo que marca la diferencia».
«Lo decía precisamente en la entrega del premio: me alegro mucho de que me haya llegado esto ahora, cinco años después, y no con mi primera novela, porque de no ser así no sería el que mismo que soy ahora. Y me alegro mucho de ser la persona que soy ahora».
Asegura sentirse afortunada, ya que siempre ha podido vivir de las palabras. Periodista, escritora y correctora literaria, Irene Genovés (Valencia, 1974) aprendió muy pronto a compaginar su carrera como reportera con la escritura para niños, con más de medio centenar de relatos publicados en los proyectos educativos de la editorial Santillana. Ahora acaba de salir a la luz su primer libro infantil en solitario, De Tutucán a Cantutú, un viaje al mundo de la imaginación «para todas las edades»