VALÈNCIA. La Fundación Disenso, el think tank de Vox, ha elegido València para la puesta de largo de su Instituto de Cultura, una manera de formalizar su apuesta por dar la “batalla cultural” a través de consejo asesor que vaya apuntando las trincheras en las que combatirla. El acto se hace en la región donde tienen más capacidad para desarrollar y defender su política cultural, que en un primer momento fue definida por el propio vicepresidente Vicente Barrera como “cultura blanca”, pero que más tarde ha ido señalando sus líneas rojas.
El acto de ayer sirvió precisamente para pasar de pantalla y dejarlo claro: si se repitieron continuamente los conceptos de “batalla cultural” y “guerra cultural”, es porque desde la formación de ultraderecha entienden que las manifestaciones artísticas y las expresiones populares están capitalizadas "desde hace décadas" por la mirada progresista. Con la costumbre de escucharles o muy a la defensiva o muy al ataque en los parlamentos, ayer tuvo lugar una exposición más extensa y relajada del corpus ideológico en materia cultural del partido de Abascal frente a su plana mayor (es decir, con la presencia de Juanma Badenas, concejal del Ayuntamiento de València, o Llanos Massó, presidenta de Les Corts; además del apadrinamiento de Barrera).
Jorge Martín Frías, director de Disenso, fue el primero en presentar la iniciativa, advirtiendo que la comentada mirada progresista había llegado incluso al estudio académico de la historia: “Nuestro objetivo es contar España como es, sin sesgos ni tergiversaciones; en un momento en el que, lamentablemente, la historia ha dejado de ser una disciplina y ha pasado a ser una herramienta para la propaganda y la división”. Frente a ello, propone que el think tank se plante ante una "cultura utilizada por los partidos", a pesar de su clara vinculación orgánica a Vox, o a que "la única cultura posible sea aquella que dictan los comisarios de la corrección dominante, que presentan como vanguardistas obras que llaman a la conformidad y que asientan la resignación".
Sigue el lenguaje bélico. Ricardo Ruiz de la Serna, jefe del Área de Estudios de la fundación y responsable del Instituto, apunta al marco en el que se mueve el debate que planteará Disenso: “creo que hay un diagnóstico más o menos asentado. En España, por una parte, la cultura nacional, y por otro, las industrias culturales, han sufrido un asedio sistemático”. La pregunta que lanza es si acaso este proceso llevado a cabo por “los enemigos de España” empezó en la Transición o en 2004, con la llegada de Jose Luis Rodríguez Zapatero a la Presidencia del Gobierno.
Este marco sirve, no tanto para dar respuesta, sino para exponer a brocha gorda las preocupaciones y tesis particulares de tres de las personas que forman el Consejo del Instituto. A saber, Zoe Valdés, escritora cubana en el exilio, con un discurso marcadamente anticomunista; Iván Vélez, historiador relacionado con la Fundación Gustavo Bueno, defensor de las tesis contra "la Leyenda Negra"; y Víctor Lenore, crítico cultural que militó años atrás en la escena musical indie, y cuyo descontento y alejamiento le ha transformado ideológicamente y le ha arrinconado a un espacio marginal en esta, una posición que él defiende con uñas y dientes en redes sociales.
En efecto, los tres coinciden en el diagnóstico de una cultura que, sistemáticamente, persigue y coarta al pensamiento conservador. También en mantener el tono bélico: “esto es una batalla cultural dura y sin guantes”, advertía Valdés; “la cultura ha sido un campo de batalla desde Atapuerca”, recordaba Vélez. Frente a ello, Vox y Disenso reivindican un extraño terreno complejo de concretar, entre la cultura que supuestamente no tiene ideología pero que defiende, a la vez, cuestiones capitales sobre las que establecen posición todas las ideologías, como la familia, la nación o lo popular.
Frente a la “dictadura” del “wokismo”, una de las estrategias de la presentación de ayer fue seleccionar cuidadosamente qué defender y qué señalar. Por ejemplo, rescataron de Miguel Hernández dos poemas patrióticos para desplazar su militancia republicana hasta convertirlo en un "héroe nacional", Madre España y Reconquista. “Si tú te quedas solo con las Nanas de la cebolla, tienes una visión estereotipada del poeta. En Disenso vamos a defender una versión sin recortes de Miguel Hernández”, dijo Vélez. “¿Qué pensaría Miguel Hernández de la izquierda actual, siendo un hombre tan rural y profamilia? No hay que tener una visión activista de la historia. (…) Quien intenta hacer arte activista, no hace ni buen arte ni buen activismo”, añadía Lenore más adelante.
También recuperaron a Blasco Ibáñez o a Ausiàs March, sin dar un por qué o más detalles que sus nombres. Vélez hablo de una historia “que determina que hay épocas totalmente oscuras y otras luminosas”, refiriéndose indirectamente al tratamiento científico-histórico sobre los años de la dictadura franquista. Y Lenore acusó directamente al PSOE de “desplazar a la Ruta del Bakalao a la sección de sucesos” en favor de La Movida Madrileña como fenómeno cultural, recordando el papel inquisitorial del secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera, a partir de la masificación de la noche valenciana. Y como principal herramienta para “mirar al futuro”, “echar la vista atrás, ver qué estaba bien, y empezar a construir a partir de ahí”.
Otra vez, un extraño terreno que no solo ocupan, sino que reivindican: el de defender escenas contestatarias y disidentes, pero ensalzando únicamente a esos “héroes nacionales” y censurando las vanguardias, tachadas de simples “élites culturales” que quieren separar entre alta y baja cultura. Escuchando todo esto, sentado entre el público, el diputado Jesús Albiol, que hace apenas unas semanas dijo sobre Pep Gimeno ‘Botifarra’ desde la tribuna de Les Corts que “con ese nombre ya se harán una idea de la calidad artística del autor”.
El acto lo cerró el vicepresident Vicente Barrera, el cargo de Vox que ocupa un cargo más relevante en el ámbito cultural de una institución pública del país. En un ambiente mucho más amable que en Les Corts, donde no solo no se sintió escrutado, sino intelectualmente respaldado, desplegó algunas de sus preocupaciones políticas.
Lo primero que hizo el conseller de Cultura fue resignarse a pedir perdón por su puesto de responsabilidad: “desde la derecha adormecida nos han querido convencer de algunos dogmas de fe. Por ejemplo, que la cultura es de izquierdas, y que por eso no nos metamos en ella”. Lo segundo, lamentarse por la deriva bélica de esa “batalla cultural”: “¿Por qué estamos en esta situación dramática, donde tenemos que defender nuestra nación y nuestros símbolos, que deberían ser algo consustancial del español?”.
Frente a todo eso, su fe: “Ser de izquierdas se puede curar. Es superable. Tengo la esperanza del sentido común”. Y un camino por recorrer: “hago un llamamiento para recuperar, no solo España, sino también Occidente; y los valores que nos han hecho grandes: la patria, la libertad, la democracia y la prosperidad” frente a "las culturas extrañas", llevando al terreno cultural el discurso antiinmigración de su partido. “Tenemos la obligación moral de defender la cultura grecorromana y los principios occidentales”, concluyó, y señaló explícitamente el camino de “Italia, Polonia o Hungría”, a las puertas de las Elecciones Europeas.
Sobre estas piedras, que de alguna manera son orgullosamente fósiles, se construye el Instituto de la Cultura de Disenso; y por ende, la referencia intelectual de Vox y de la Conselleria de Cultura. Unas coordenadas que, conforme va concluyendo el proceso de auditoria y ceses de la gestión anterior, empiezan a ocupar su espacio en la agenda de las instituciones culturales valencianas.
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