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Vuelta al cole: la ilustración importa

13/09/2023 - 

VALÈNCIA. La vuelta a las clases, puesta en retrospectiva, nos muestra una evolución estética de tendencias que mueren y resurgen dejando un reguero de imitaciones por su paso. Desde las zapatillas, que pasaron de la simplicidad de unas Victoria a los muelles de las Nike Shox R4, modelo que veinte años después volvió a la actualidad, al progreso en el envoltorio del bocadillo: cada vez son más los padres y madres concienciados con el medioambiente que sustituyen el papel de aluminio por un bolsa de tela plastificada diseñada para este fin. 

La mochila es uno de los elementos totémicos en la rutina escolar. Su trayectoria en las últimas décadas ha sido surtida: desde las mochilas escolares con diseños coloridos, repletos de compartimentos y cremalleras que se asentaron en la década de los noventa, al carrito, un artefacto ruidoso y demonizado en muchos centros escolares. Según Foucault, las prisiones, las escuelas, los manicomios y las cárceles tienen el mismo espíritu, por eso no es de extrañar que uno de los modelos de mochila más demandados y consumidos, las sencillas y estilizadas Eastpak, se crearon con fines bélicos: Monte Goldman comenzó a producirlas en 1958 para las fuerzas armadas estadounidenses. Su hijo Mark, con mayor visión comercial que su padre, orientó el negocio hacia el público escolar y universitario. 

Dentro de una mochila hay dolor de espalda y cuello por el peso de los libros. Y dentro de los libros, ilustraciones. La línea estética que ha trazado el contenido editorial se ha alterado con el paso del tiempo y la digitalización. Las imágenes generadas por ordenador también contribuyen al desplazamiento de la figura del ilustrador. “El problema ya no es vivir en la imagen, sino sobrevivir en la imagen”, dijo Fontcuberta. El chorrazo de imágenes y su producción deshumanizada ha sustituído la creatividad. De las ilustraciones ñoñas y manuales de publicaciones como la Enciclopedia Álvarez, libros de referencia en la educación del período franquista, a fotografías que bien podrían ser la base de un meme que se nutre de Shutterstock. 

Para Fermín Sánchez, ilustrador freelance especializado en literatura infantil y juvenil crítico con la situación actua, hay una bajada de la calidad de las ilustraciones debido a que “muchas de las editoriales pretenden ahorrar comprando imágenes en bancos, sobre todo de fotografía, o recurriendo a las imágenes libres de derechos. No quiero decir que sea incorrecto, pero sí que hay una depreciación del trabajo del ilustrador o ilustradora independiente, y con ello, una pérdida de la riqueza visual que un libro de texto debe proporcionar”. A menudo, en los libros escolares una palabra vale más que un par de imágenes bien ejecutadas. “Más allá de la ilustración con carácter puramente formativo, es decir, las infografías o dibujos esquemáticos y procedimentales, el apartado gráfico de un libro acompaña a su estudio y sobre todo, hace mucho más atrayente la información. El texto en grandes bloques produce rechazo prácticamente en todas las edades”. 

Según Enrique Carlos, ilustrador representado por la agencia Tormenta, en las últimas dos décadas “se han incorporado nuevas voces, artistas jóvenes que han llegado a la ilustración gracias al anime y el manga y que aportan líneas gráficas más actuales, que enriquecen el panorama y hablan un lenguaje más cercano al de los niños de hoy. Aparte de esto, los libros de texto siguen necesitando ilustraciones claras e identificables, por lo que se sigue utilizando lo que ya funcionaba antes, por ahí no ha cambiado tanto. Y tampoco, por suerte, en conservar ese punto juguetón que a todos nos encantaba encontrar a la hora de estudiar”. Hay mayor cabida para estilos y puntos de vista diferentes, aunque creo que en general gana la sencillez (que no tiene nada que ver con lo fácil, ojo. Más bien es todo lo contrario)”. 

Alfabeto sobre la literatura infantil. Foto: Media Vaca

Respecto a la popularización de los bancos de imágenes y la generación de ilustraciones con inteligencia artificial, Carlos considera que “los editores aman la ilustración, siempre ha sido así. Pero la revolución visual que viven actualmente niños y jóvenes les obliga a tener aún más en cuenta su papel en los libros. Lamentablemente no suele extenderse dicha preocupación a la profesión del artista, que sigue encontrándose con presupuestos bajos y plazos reducidos. Cuestiones que se acusan con la aparición de recursos como los bancos de imágenes y, ahora, con la entrada a saco de la IA en el mundo editorial. Esta última aún está tomando posiciones, pero me temo (y mucho) que va a marcar un antes y un después para, entre otros artistas, los ilustradores”.

Entre el texto y la ilustración se establecen diversas relaciones, generando conexiones que se basan en diferentes sinergias y vínculos intersemióticos. Estos vínculos pueden ser en ocasiones complementarios y en ocasiones divergentes, pero siempre aportan enriquecimiento. 

Como una medida para subsanar la jerarquía de la letra sobre la imagen están aquellas programaciones didácticas que hacen de los álbumes ilustrados una herramienta educativa. El álbum es una hibridación perfecta entre imagen, texto y diseño editorial. El escritor e ilustrador Uri Shulevitz decía de “el álbum recoge todas aquellas historias que la radio no puede contar”. Los álbumes ilustrados son un artefacto transgeneracional para abordar la experiencia estética de lectura desde esa cultura visual que tiene presente los grandes conflictos sociales. En los álbumes encontramos el abordaje de temas tabú dentro de lo esperable para la sensibilidad juvenil —muerte, sexualidad, identidad de género, lucha de clases, totalitarismos, divergencias neuronales —. 

El manifiesto de la editorial valenciana Media Vaca explica la versatilidad y la función del álbum ilustrado: “A excepción de los que se hacen para idiotizar, cada libro contiene el fragmento de un plano del tesoro (o al menos así se decía antes). Solo cuando reunamos todos los pedazos seremos capaces de descifrar ese secreto que parece tan bien guardado. A veces uno se toma su tiempo. No es raro empezar a leer a los siete años y ver que a los setenta y siete seguimos con el mismo libro entre manos”.

Sánchez explica que las claves para ilustrar parten del “análisis exhaustivo del contenido del texto, tanto de lo que se expresa de manera explícita como de lo que se omite o sugiere de manera implícita. Hay que examinar minuciosamente la disposición y estructura de las secuencias visuales, considerando su tamaño y ubicación en la página. Es clave también mantener un registro narrativo consistente a lo largo de toda la obra, asegurando que la ilustración siga una línea coherente con el texto”.

Los modos de ver son también modos de leer: las estrategias de alfabetización visual junto a la lectura producen una reflexión crítica sobre el poder de la combinación visual y escrita. Para Teresa Durán una persona es “imaginativamente competente al establecer una relación dialéctica entre aquello ‘señaladamente’ visto y aquello ‘significativamente’ visto. Y esta es la clave para entender porqué un álbum constituye, más que una tipología de libro, un modo de leer. Porque entre aquello que física y objetivamente aparece impreso en este tipo de libros, es decir, aquello ‘señaladamente visto’, y aquello ‘significativamente entrevisto’ en la simbiosis ofrecida por los elementos que integran el contenido del álbum (ilustración, texto si lo hubiere, tipografía, trazo, formato, color, composición, volumen, tamaño, etc.) se crea una potente y competente relación dialéctica en la mente del lector”.

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