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'tristan und isolde'

Wagner vuelve a Les Arts con una pócima de amor contra el reloj

13/04/2023 - 

VALÈNCIA. En la guerra generacional de los mayores contra las nuevas generaciones, y en la nostalgia de algunos supuestos tiempos mejores, parece demostrado que la contemporaneidad conlleva unos ritmos acelerados que van en contra de la vida. Que las prisas no nos permiten concentrarnos y que el consumo rápido se extiende a cada rincón de nuestra vida. Pero de repente, un adolescente puede estar horas y horas en la pantalla haciendo bing-watching para ver su serie favorita o ver un stream de su ídolo hablando de la nada; o menores de 28 agotan todas las entradas para Tristan und Isolde en Les Arts, que dura más de cuatro horas. Los signos de los tiempos a veces engañan o como poco son una losa impuesta para la generación que guía el presente.

Ayer, en la rueda de presentación del nuevo montaje de Les Arts se habló mucho del tiempo. Pero la realidad es que la vuelta de Wagner, tras más de una década de ausencia en el teatro musical, parece querer romper algunas dinámicas señaladas. Tal vez sea porque eso que se entiende por los ritmos frenéticos de la contemporaneidad sea algo más complejo, o puede ser porque la obra tiene factores suficientes para luchar contra el reloj. Tristan und isolde es, sin duda, una de las obras más importantes del compositor alemán, cuya música es capaz de transmitir todas las emociones posibles. Tanto en concierto como en ópera, la obra hipnotiza al público. Y si bien la Orquestra de la Comunitat Valenciana bien conoce el repertorio de Wagner, el montaje propuesto lo eleva a otro nivel.

Alex Ollé, de La Fura dels Baus, es el responsable de la dirección de escena, que, en la línea del director artístico Jesús Iglesia Noriega, cuenta con una propuesta escenográfica brutal (a cargo de Alfons Flores): una especie de parabólica por los dos lados que diferencia los estados por los que pasarán los protagonistas de la obra. Una pieza de más de cinco toneladas de peso que encierra en sí mismos a los personajes, tal y como también haría la casa de Don Giovanni hace tan solo unas semanas. 

Como la intensidad de aquello que viven genera en los personajes un viaje introspectivo hasta el extremo es una de las lecturas contemporáneas de muchas de las grandes obras de la historia de la ópera. Y en Tristan und Isolde es claro: una pareja que vive una tormentosa historia de amor de una intensidad que llevará a la pareja protagonista, en el segundo y en el tercer acto, a una ensoñación. “La ópera solo tiene una narrativa en el primer acto, cuando hay que darle contexto a a la historia. Pero en el acto II y III no hay narrativa”, explicaba ayer Stephen Gould, uno de los tenores de referencia wagneriana que se pone en la piel de Tristán, un personaje que conoce bien y el público le ha alabado. Ain Anger, Ricarda Merbeth, Claudia Mahnke, Kostas Smoriginas, el almuni del Centre de Perfeccionament Moisés Marín,  y el alumno actual Alejandro Sánchez completan el reparto.

Ollé, por su parte, no solo habla de la escenografía, sino que opina que “era un reto desde el principio el encargo”. Las más de cuatro horas de propuesta cautivaron Lyon en 2011, y Barcelona en 2017. El director de escena propone que el público se deje “absorber” por el montaje, y se meta de lleno en la ensoñación de una pareja imposible que, sin saberlo, toman una pócima de amor que les encierra en un amor fatal que derivará finalmente en un mítico Liebestod. Un viaje por el amor místico que se traduce en cada rincón de la escena.

“Es más una sinfonía que una ópera”

“En Tristán und Isolde, es más la música que el texto lo que transmite. No quiero desmerecer el texto, pero solo con la música, ya se transmiten todos los sentimientos”. Son palabras del propio director de escena, pero lo podría haber dicho James Gaffigan, el director musical, que en todo caso, de alguna forma u otra, suscribe estas palabras.

Wagner es refugio para la Orquestra de la Comunitat Valenciana (“fue creada para tocar música así”, apuntó ayer Gaffigan), pero además es una de las obras favoritas del titular de la formación. Una implicación que pasa al terreno de lo personal. Porque si Wozzeck era territorio desconocido y La Bohème repertorio que tan solo limar, en esta ocasión Tristan und Isolde tiene implicaciones que lo convierten en un reto: “hay que ensayar mucho porque hay que estar preparado para tocar la pieza a las 23 y mantener durante toda la obra la intensidad sin emocionarse demasiado pronto”, explicaba ayer Gaffigan.

Después de dos años de trabajo conjunto, la OCV y el estadounidenses ya pueden decir que han roto mano satisfactoriamente. “Esta obra dice mucho de la ética del trabajo de la formación. Esta obra es importante para mí y se la han tomado muy en serio”, confesaba. De hecho, el director musical confesó que al final de cada ensayo hacen una pequeña meditación de un par de minutos antes de volver a sus vidas: “Incluso el más escéptico de los músicos me ha permitido tener ese momento. Creo mucho en la meditación trascendental, y creo que es importante hacer eso antes de volver a tu vida, a recoger a tus hijos del colegio, a llamar a un familiar enfermo, etc.”. La OCV y Gaffigan también quieren tomarse la pócima de amor de Tristan und Isolde, la misma que tan bien les funcionó con Zubin Metha —con el repertorio de Wagner, además—. Una pócima que les sirva para mantener al público cuatro horas alejado de los signos de los tiempos, hipnotizado por los protagonistas y con el móvil en el bolsillo.

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