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historias del diseño valenciano (XII)

Xavier Bordils:  «Diseño bla, bla, bla...»

A caballo entre Castellón, París y València, el diseñador Xavier Bordils fue pieza clave en la difusión de la cultura del diseño en la Comunitat Valenciana

| 20/06/2021 | 11 min, 21 seg

VALÈNCIA. Un leve acento francés denota todavía los años en los que el diseñador Xavier Bordils (Castellón, 1939) residió en París. El primer contacto con la ciudad francesa se produjo con apenas dieciocho años, como consecuencia de su triunfo en un concurso de pintura promovido por la Escuela de Artes y Oficios de la capital de la Plana. Por aquel entonces sus nociones sobre diseño distaban mucho de lo esperado: «no tenía ni idea de la existencia del diseño. Mi idea más aproximada era acercarme profesionalmente a la disciplina de Decoración». Es 1957, y con Xavier viajará su hermano para atender los negocios familiares: la exportación internacional de naranjas. En 1960 regresa a España para cumplir con un servicio militar relativamente cómodo: a excepción de una jornada en la que le tocaba hacer guardia, el resto de la semana Bordils solo acude al cuartel por la mañana.

Tras cumplir con las obligaciones hacia la patria, Bordils vuelve a París y retoma las clases de dibujo nocturno. Al acabar, en 1966, los estudios de Arquitectura de Interiores y Estética Industrial, forma el estudio Cutch junto con otros tres compañeros. Los inicios de Cutch están relacionados con la moda: «Una de las socias tenía una empresa de prêt-à-porter», recuerda Bordils.

«Por entonces se celebraban cuatro salones al año y las firmas necesitaban otros tantos estands. A partir de los encargos de casetas, más algunos proyectos de diseño de producto, surge Cutch». Y de Cutch a Mini-Cutch (1968), porque así es denominado uno de los proyectos con mayor proyección de este incipiente estudio: una pieza de mobiliario que presentan a un concurso nacional enfocado a guarderías, que fue seleccionado para la Bienal de Milán. Tras esos primeros trabajos llegan proyectos para las empresas Sommer (moquetas) y Velosolex (bicicletas equipadas con motor). 

Al tiempo que inicia la aventura en Cutch, Bordils mira de reojo hacia España, ya que compatibiliza el trabajo en el estudio parisino con sus primeros diseños de packaging para la empresa familiar. «A través del trabajo para la exportadora Bordils es cuando comienzo a pensar en el diseño desde un concepto global y aplicado a la empresa». Bordils apuesta por introducir el diseño, a distintas escalas, en todos los procesos de la empresa: desde el diseño de oficinas, pasando por el de producto, hasta el aplicado a la comunicación interna y externa.

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En 1973 la crisis del petróleo causa estragos en la economía europea y la dudosa situación económica termina por afectar a las cuentas de resultados de Cutch, en las que se acumulan los impagos y proyectos ya prototipados que no pueden concluirse. El estudio se escinde y Bordils, junto con otro socio, retiene la marca por un breve espacio de tiempo en el que él trabajará desde España mientras que su socio continuará en París. 

l sur, a la ciudad de València, debido a la posición política de un primo, Leonardo Ramón, que forma parte del preautonómico Consell del País Valencià. Bordils se coloca bajo su paraguas, situación que le facilita abrir la sede valenciana de Cutch en la calle Navarro Reverter.

Relación con la Cámara de Comercio

El aterrizaje en València viene acompañado del acercamiento a la Cámara de Comercio, Industria y Navegación, presidida por José Antonio Noguera de Roig. Desde ahí Bordils iniciará una batalla particular por dar a conocer el diseño en València, comenzando por unas jornadas que tienen lugar en diciembre de 1975 (ver Plaza nº75), a las que acuden como invitados colaboradores de Terence Conran (fundador de Hábitat) o la consultora británica Negus&Negus. Unas jornadas que, a pesar del tiempo transcurrido, pueden considerarse tan pioneras como las celebradas en 1967 en el Colegio de Arquitectos de Valencia con la presencia de una delegación de ADI-FAD (ver Plaza nº77).

Bordils descarga buena parte de la responsabilidad de la organización en Erika Freiberg, una profesional «extraordinariamente competente» que articuló una agenda con nombres de primer nivel desde París. Freiberg haría posteriormente carrera en el ámbito diplomático, llegando a trabajar codo con codo con Federico Mayor Zaragoza en la Unesco. Pese a la novedosa propuesta de aquellas jornadas, Bordils reconoce que la mayoría de los asistentes no fueron empresarios o diseñadores sino «estudiantes de Artes y Oficios que se acercaron a conocer qué diantres era aquello del diseño». Entre los nombres que acudieron a la llamada de Bordils se encontraba Amparo Sena (nombre clave en la futura ADPV o Impiva) o Eduardo Albors, quien por aquel entonces ya estaba involucrado en Caps i Mans, aunque su primer encuentro databa de los tiempos de Navarro Reverter. Como el propio Albors detalla: «Caps i Mans surge en 1972 y poco tiempo después acudimos a su nuevo despacho, que ya desde el exterior llamaba la atención. Bordils era prácticamente una generación mayor que nosotros, aunque a partir de ese momento surgió una relación que llevó a colaboraciones posteriores en mesas redondas o los boletines editados por el Instituto de Promoción Industrial».

La relación de Bordils y Albors continuó en encuentros como el congreso del Consejo Internacional de Sociedades de Diseño Industrial (ICSID) celebrado en México DF en 1979, al que también acudió José Juan Belda. Una cita en la que a Bordils le llamó especialmente la atención «una ponencia sobre diseño de ataúdes», detalla Albors, que recuerda igualmente que, tras la entrada de Nacho y Luis Lavernia en Caps i Mans, se produjo una tentativa de integración de Bordils, iniciativa que no fraguó. Para Albors, Bordils realizó una labor «muy meritoria» en difusión del diseño, ya que en aquellos años, el panorama en València era «desértico».

El tándem con José María del Rivero

En el seno de la Cámara de Comercio se alojaba el citado Instituto de Promoción Industrial (IPI), creado en 1969 y dirigido por José María del Rivero, ejecutivo y gestor con una particular sensibilidad hacia al diseño. El IPI se había articulado como un organismo clave en proyectos como la llegada de Ford a Almussafes y, en 1976, se lanza un departamento interno enfocado de forma exclusiva en el diseño. Del Rivero estaba plenamente convencido de los beneficios de la introducción del diseño en la empresa y encuentra en la figura de Xavier Bordils el engranaje adecuado para llevar sus ideas a la práctica, ya fuera a través de las Muestras de Diseño Industrial del País Valenciano (1978-1984) o unos incipientes premios de diseño industrial, notas discordantes en un panorama valenciano que, en palabras de Bordils, era prácticamente inexistente: «el diseño en aquellos años era esencialmente artesanal, focalizado en la decoración, ya fuera en mobiliario, lámparas u objetos como en el caso de Lladró».

Del Rivero coincide en el diagnóstico: «Bordils llegó a València pensando que encontraría un caldo de cultivo óptimo para sus ideas, una situación muy alejada de la realidad industrial. Trajo ideas y conceptos bastante adelantados para la época y que a día de hoy, lamentablemente, lo siguen siendo. Bordils hubiera tenido más recorrido profesional en un ecosistema de diseño más desarrollado. En caso de haber aterrizado en Barcelona, cuyas empresas mantenían una relación muy distinta con el diseño, su situación habría sido complemente diferente. Aquí se topó con una realidad distinta y muy dura. Su concepto de diseño como un ente global era difícil de vender al empresariado valenciano». El pensamiento de Bordils se articula especialmente en el boletín Diseño Comunicación, 24 números publicados entre 1977 y 1983, en los que el diseñador era responsable de casi todos los textos, desde información pura y dura, hasta editoriales o columnas de opinión. En paralelo, continuaría su carrera como diseñador en empresas como Requeni (luminarias) o Bobifil (bobinadoras de control numérico).

Marazzi, Payá…

Otras diseñadoras que mantuvieron contacto con Xavier Bordils fueron Sandra Figuerola y Marisa Gallén, quienes también pasaron por el despacho de Navarro Reverter. Figuerola llegó al céntrico estudio por una mera coincidencia, como la diseñadora recuerda: «En aquel momento estudiaba Bellas Artes y ya me sentía atraída por el diseño». Por entonces uno de los proyectos en los que trabajaba Bordils era la línea gráfica de la empresa Peica, propiedad de Antonio Peiró Camaró, familiar de Figuerola, quien ofreció a Sandra la posibilidad de entrar a colaborar en su despacho.

Otro de los proyectos en los que Gallén y Figuerola colaboraron con Bordils fueron unos diseños de azulejos para la firma italiana Marazzi (1983). «Aunque se trabajaba todavía con parallax», rememora Figuerola, «el estudio de Bordils me pareció muy moderno para lo que en aquellos años se veía en la ciudad. Desde el primer momento me pareció un diseñador muy profesional con un fuerte carácter, estricto y exigente con su propio trabajo y el de sus colaboradores». Figuerola y Bordils volverían a coincidir años más tarde en el campo de la docencia, al trabajar ambos como profesores en UCH-CEU. 

También en 1983 Bordils comienza uno de sus proyectos más destacados: el realizado para la juguetería Payá, histórica firma que atraviesa un periodo de decadencia económica. Bordils entró a formar parte de un equipo que trataría de reflotar la compañía ofreciendo soluciones en ámbitos como el diseño o formación de empleados, con el objetivo de consolidar una red internacional de ventas y una imagen de empresa contemporánea adaptada a los nuevos tiempos del mercado. Tras hacer «arqueología industrial», Bordils llegó a la conclusión de que el valor de Payá residía en su abanico de juguetes de hojalata, que fueron recuperados, actualizados y a los que se añadieron nuevos diseños en plástico inyectado. En paralelo, Bordils recuperó y actualizó los catálogos de la firma a partir de los originales conservados.

Años 80 y 90

La fructífera relación de Bordils con José María del Rivero continuó incluso tras la salida de este último del IPI, a través de proyectos para Feria de Muestras (1980-1983) o del diseño de estaciones, señalética o billetería para Metro Valencia ya que Del Rivero fue nombrado Gerente de Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana (FGV). A mediados de los 80 y hasta bien entrados los 90, Bordils regresa a París, donde trabaja de nuevo para empresas o entidades como Port Guillaume. A su regreso a València, continúa compaginando la docencia, la labor de difusión del diseño y el desarrollo de proyectos, ya sean de mobiliario (silla Altea) o de identidad corporativa, como los realizados para Anecoop y Fontestad, entre otras muchas empresas.

A principios de 2021, Bordils cedía su documentación personal a l’Arxiu Valencià del Disseny, institución codirigida por el profesor de EASD València Xavier Giner, quien valora su figura y trayectoria: «Se trata de una pieza clave en la cultura del diseño valenciano casi desde su etapa de formación en París, donde adquiere una conciencia de profesión. Es también clave en el tándem que forma con Del Rivero, uno de los primeros gestores que otorgan al diseño un papel relevante como herramienta de cambio en la empresa. Las conferencias y publicaciones promovidas desde el IPI dotaron de sustrato a los profesionales de la época». Giner destaca igualmente la visión del diseño de Bordils como un concepto global que no tiene sentido sin innovación y sin aplicación en la empresa: «Es una visión europeísta. Para Bordils el diseño no tiene sentido si no se integra en la empresa pero para ello es necesario que los diseñadores entiendan la empresa y que los empresarios entiendan el diseño. Y Bordils lanza esas ideas en un contexto en el que no existían prácticamente empresas con conciencia de diseño. Y aquellos incipientes diseñadores mantenían un gran desencuentro con el mundo de la empresa».

Para finalizar, un comentario sobre la frase que titula este reportaje. Son las palabras que despedían la identidad corporativa de Xavier Bordils en la papelería de su estudio. La coda de esta enumeración «diseño antiestético, diseño gráfico, diseño estructural, diseño global, diseño utilitario, diseño industrial, diseño semántico… diseño bla, bla, bla…». Toda una declaración de intenciones personal y única: un resumen de una particular visión del diseño. 

* Lea el artículo íntegramente en el número 80 (junio 2021) de la revista Plaza

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