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VIDAS LOW COST / OPINIÓN

¿Y?

18/02/2019 - 

Prohibido jugar a la pelota. En cada parque interurbano, bajo su casa, una placa: prohibido jugar a la pelota. Pam. Pasa inadvertida, pero ahí está, ¿eh? Se lo aseguro. No la habrá visto… salvo que el cuerpo le pida jugar a la pelota, pero le aseguro que está. Junto a Carteles no, R.E.A., ahí mismo. Muy cerca, en algún bar en el que dar rienda suelta a nuestra adicción social al alcohol, comentamos lo de siempre (para no decir nada): ya no hay niños en la calle. Estarán en casa con la plei y la tablet. Qué educación. Qué padres. Qué tiempos de mierda. Y sí, hay mierda en la travesera peatonal, la plaza pública o el parque interurbano. Mierda de perro con chip tolerada mucho mejor que la pelota. Porque para eso hemos dejado los recreos entre edificios aislantes con su plei y su tablet. No son los padres, ni la educación, ni los niños. Somos nosotros los que hemos prohibido jugar a la pelota.

El problema siempre lo sirve el otro. Nosotros hacemos y ya vemos, pero si algo ha de salir mal, el remitente no es el de nuestro voto. Qué se habrá creído (el otro). La paja en el ojo ajeno y nada más que hablar. Y así nos va, que buscamos el acuerdo con quien nos dé la razón. Hablamos de diálogo, pero solo hablamos, que es de esa misa la mitad. Esperamos que nos sigan la corriente y si el descrédito nos arruina será porque nadie nos comprende. Pintar la escalera. Instalar de una vez por todas el ascensor. Los vecinos se dividen en dos bloques: autodeterminación o 155. No está a la altura (el otro). A lo sumo, compadecerse. Qué pena. No hay educación. Ni siquiera hay niños en la calle. Estarán en casa, porque, que yo recuerde, nunca he ido a quejarme de que en la plaza de bajo de case haya un cartel impecable que prohíbe con mi consentimiento jugar a la pelota.

Si el próximo 28 de abril ganan los otros, las reacciones posibles son tres: España es semianalfabeta (desprecio y distancia), los míos no han sabido comunicarlo (justificación y racionalización por inseguridad) o el Estado no tiene solución (negación, pesimismo y desacreditación de las reglas de juego). Pero el próximo 28 de abril, pase lo que pase, habrá ganado sencilla y llanamente el bloque que más personas haya logrado atraer hasta una urna. Y sí o sí, deberá ser el tiempo del respeto institucional. Margen para hacer de quienes hayan logrado más votos en suma, a ver si de una vez por todas aceptamos que, como en Alemania u Holanda, la fragmentación de los partidos no significa directamente una guerra constante por desmontar el Gobierno que no me alimenta 'mi razón'.

Ni España es semianalfabeta, ni habrá carencias en la cantidad y fluidez del mensaje ni queda margen para el negacionismo. Habrá, sobre todo, aciertos. Persuasión, sugestión y superioridad electiva. Por encima de presupuestos y dopping financiero. Convicción y capacidad de atraer hasta las ideas. Lo digo porque a un lado y a otro del río parece ir concitándose un amplísimo margen de seres indispuestos a tolerar lo que las urnas digan. Es preocupante el hecho si se cree en la esencia democrática. Porque podemos discutir qué sentido tiene que un 30% de los llamados a las urnas se abstenga en un país donde decenas de miles de personas madrugan para prepararse una maratón. Podemos reírnos de ello porque las rutinas de ironman sean más estimulantes que proteger el derecho y sentido de voto. Pero al fin y al cabo, quien más sardinas arrime hasta el ascua habrá hecho mejor su trabajo en esta campaña interminable. Liberémonos de este proceso eterno. Convengamos que somos responsables de lo que creamos ese día que, escuchado y leído lo necesario, es aquello que pertenece a la mayoría. 28 de abril, ¿y? Lo que diga la mayoría. Y a seguir.

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