Las mujeres suelen participar en las veladas como teloneras; ella quiere ser la estrella. El pasado 20 de julio derrotó a la gallega Estefanía Mendes y se hizo con el oro en la categoría de 64 kg en el Campeonato de España celebrado en Badajoz. Para Sheila Martínez es solo un paso más en su carrera como boxeadora con un único objetivo: ganarlo todo
VALÈNCIA.-El boxeo femenino está en auge. Es un fenómeno creciente de empoderamiento femenino siguiendo los renovadores aires feministas del metoo. Numerosas jóvenes se apuntan a pegar guantazos sobre la lona. Deporte que empodera. En el Club Deportivo Boxing Unitres, de Picanya, un centro especializado en «deportes de contacto», no menos de treinta chicas se entrenan para boxear. Todas ellas tienen como referencia a púgiles como la madrileña Joana Pastrana, tricampeona del mundo y que este año sumó a su palmarés el Premio Nacional del Deporte Reina Letizia que el Consejo Superior de Deportes (CSD) otorga a la deportista española más destacada del año.
Abundan las competiciones en las que se enfrentan chicas de las mismas edades y categorías. Se empieza por la categoría junior, sigue en la de élite hasta alcanzar la profesional. Las veladas amateur son un buen vivero de figuras para los promotores. Plaza ha seguido los pasos de una campeona, la joven Sheila Martínez, de veinte años, proclamada en abril campeona de la Copa de la Comunitat Valenciana tras vencer a la subcampeona de España, Estefanía Arias, en tres asaltos. Una auténtica promesa del boxeo entre mujeres.
Para su feliz preparador, José Ramón Parra, «Sheila es un diamante en bruto». La chica, dependienta en un horno, quiere conseguir un título mundial. Sheila no es solo una púgil femenina emergente, también es una increíble luchadora en la vida.
Es 6 de abril de 2019, pabellón deportivo de Guardamar del Segura. Son las seis de la tarde; atruena en el animado recinto el We Will Rock You de Queen, pero esta vez el Buddy de la canción no es un chico, es una boxeadora roquera del siglo XXI. Las luces psicodélicas de un foco giran sobre el cuadrilátero al ritmo de la música, mientras un humo artificial de color azul se extiende por la lona. El clamor de los espectadores anuncia el comienzo del gran espectáculo. Es gente joven en su mayoría. Chicos y chicas que jalean a sus luchadoras preferidas. Parece el inicio de un concierto de heavy metal. Pero, ¿de qué va esto? Es un maratón de boxeo de la élite femenina valenciana. La final del Campeonato de la Comunitat Valenciana. En el combate de la tarde se enfrentan dos boxeadoras veinteañeras. La ilicitanana Estefanía Arias, subcampeona de España, versus la paternina Sheila Martínez, una luchadora muy especial. Una Million Dollar Baby a la valenciana.
La joven Sheila, empleada en la panadería Estellés del Mercat del Cabanyal, año y medio metida a luchadora de la élite femenina con mucho futuro, aspira a lo más alto esta tarde y es la joya de la corona del entrenador José Ramón Parra, del centro deportivo de Picanya Boxing Unites, una asociación de boxeo amateur que entrena a chicos y chicas de la misma edad.
Ahora, en el recinto deportivo de Guardamar del Segura el clamor aumenta y el humo discotequero es de rojo intenso. Son los colores de las contrincantes, rojo para Estefanía, azul para Sheila. Continúa el Rock me baby atronador. Suben las chicas a sus respectivos rincones y los entrenadores les colocan el casco protector en la cabeza. El locutor anuncia a las luchadoras: «¡Señoras y señores, a mi izquierda Sheilaaaaaa!!!» y arrastra los nombres con el incomparable estilo de legendarias veladas de boxeo. Calentando el ambiente.
«Sheila es fuerte y tengo que buscarle una chica que le dé juego» dice con orgullo su entrenador, José Ramón Parra, del Picanya Boxing Unitres
La árbitro trepa sobre las cuerdas, una mujer con coleta, uniformada con camisa blanca y pantalón largo de color negro, levanta los brazos de las luchadoras. El locutor sigue voceando. Entonces suena el gong y se hace el silencio. Las dos luchadoras chocan amistosamente sus guantes y de inmediato comienzan a darse de tortas. Desde el principio se ve el dominio de Sheila, una chica pequeña y muy recia, con hermosos ojos penetrantes que observan en todas direcciones. Una luchadora con una capacidad de respuesta increíble.
Sheila domina a su oponente hasta que acaba el tercer asalto. Al final, el jurado delibera y la púgil es proclamada, entre vítores de sus seguidoras, campeona de la Comunitat Valenciana, en la categoría de élite femenina de menos de 65 kilos. En un gesto que no se ve mucho en las luchas masculinas, las dos luchadoras, ganadora y perdedora, se abrazan. Sheila está muy contenta, pero para ella es solo el principio de una carrera deportiva que la llevará al terreno profesional. Sus intenciones son claras: «Quiero llegar muy alto. Quiero ser campeona mundial».
Días después, sentada en un bar cercano al Mercat del Cabanyal, la joven luchadora valora el combate: «Mi entrenador me dijo cómo tenía que luchar contra ella; que no debía ir encarada. Es que mi boxeo es ir hacia ella; pegando golpes, no esperarme. Esta vez tuve que llavear (sacar rápido la mano izquierda y moverse para esquivar), tomar tiempo y, cuando veía que ella se ponía nerviosa, meterle por abajo; con crunches al cuerpo y todo. La verdad es que me funcionó —y prosigue—. Yo tenía más dominio que ella en todo. En el último asalto ya iba a meterle y le podría haber hecho K.O., pero claro, pitaron. La verdad es que yo no he querido hacer K.O. nunca».
Su entrenador, José Ramón Parra, junto al flamante cuadrilátero de las instalaciones del Boxing Unitres, comenta con orgullo que «Sheila es fuerte y tengo que buscarle una chica que le dé juego».
Parra señala que «el auge del boxeo femenino es creciente. Entrenan, cogen un nivel y pelean en interclubs; son combates sin vencedoras para que salgan reforzadas, vayan rodando y perdiendo el miedo al ring. Luego organizamos veladas amateur, con sus árbitros y jueces. Todas están federadas y con seguro médico. Los entrenadores intentamos montar combates equilibrados. Hay otros que quieren ganar a toda costa».
«Cuando las chicas cogen un nombre participan en veladas profesionales. Este tipo de púgiles suele actuar como teloneros en esas veladas. Si se hacen figuras interesan a los promotores. El rodaje es en los campeonatos autonómicos».
Parra observa un sparring en la cancha del Club. Hay un par de chicas peleando con el casco y les ordena que hagan un guanteo. Los golpes sordos de los guantes rompen el silencio de la gran nave. Las chicas se han puesto un protector de pecho. En el boxeo femenino les obligan a llevar el casco hasta que alcanzan el nivel profesional; no sucede así con los varones, que pelean al descubierto. También los rounds son más cortos que en el combate masculino.
«Sheila es un diamante en bruto. Tiene mucho trabajo por delante. Aquí en Boxing Unitres nos planteamos con seriedad el boxeo femenino. Somos uno de los clubs que más chicas tiene practicando. Estos son deportes de contacto, Muay Thai, Wing Tsun, K-1... La supuesta violencia del boxeo es un tópico; hay que decir que hay muchas más lesiones en el fútbol que en el boxeo», asegura su entrenador.
Sheila se ha puesto los guantes y el casco para hacer una breve demostración sobre la lona para el fotógrafo. Hace un jap, golpe que percute, un directo, golpe que penetra, y luego un crochet, un directo al mentón. Alguien recuerda a Mohamed Alí, eso es historia. La vitalidad del deporte protagonizado por mujeres se encarna en Joana Pastrana, la campeona del mundo española. Es un referente para las deportistas del club de L'Horta.
Sheila Martínez ha ganado siete de los diez combates que ha librado esta temporada. Dice que la causa de su última derrota, en Sedaví, fue que su oponente le llevaba trece kilos de peso. Con siete victorias, la temporada ha sido excelente: el pasado 20 de junio sumó un oro a su palmarés en el campeonato de España que se celebró en Badajoz. Fue la que más alto llegó del podio, pero no la única en volver con un metal: la Comunitat sumó otra platas —Iona Gerogiana Fecioru (57 kg.) y dos bronces —Irene Ruiz Coronado (60 kg.), Ana Castello Muñoz (69 kg)—. Un balance mejor que el masculino, que solo sumó un plata (José Antonio Sánchez Traicovich, 81 kg.) y un bronce (Abel Giménez García, 75 kg.)
Su objetivo para el próximo año es meterse en la competición internacional. «El míster está muy contento conmigo, tan solo debo pulir algunas cosas. Tengo un buen logro y una buena cartilla. Mi intención es comenzar la competición internacional en enero del año que viene». Ahora algunas de las boxeadoras del club de Picanya se suben a la lona y se apoyan contra las cuerdas del caudrilátero para ser inmortalizadas: Ruth Roca, Pamela Mora, Paloma Jiménez y Carla de la Fuente; todas arropando a la campeona Sheila, una luchadora valenciana cuyo coraje la llevará lejos en este deporte. Un símbolo de empoderamiento femenino bastante espectacular, sin sermones, más bien puños. Nadie puede poner ya barreras a las chicas en el deporte del boxeo.
«Quiero ser campeona mundial y luchar en Nueva York»
VALÈNCIA.- Sheila es una self made girl de manual. Una mujer hecha a sí misma. Una luchadora en el ring y también en la vida real. Su pasado familiar, en la localidad de Massanassa, es una historia de golpes bajos. Un relato de violencia y desarraigo. De sus padres y hermano no quiere ni hablar. No la quisieron, la maltrataron y huyó de casa. El clima en el que se crió era demasiado violento y marginal, lo más parecido a un infierno en la tierra. Ella dice que a los trece años tuvo que elegir; o la droga o los deportes. Terminó segundo de bachillerato y quiso apuntarse a policía nacional; no la admitieron por problemas de vista. Ahora, con la ayuda de su entrenador Parra, quiere prepararse a fondo para llegar lejos. Nada es imposible, y menos para ella.
«¿Por qué se metió en el boxeo una chica como yo? Pues porque he recibido tantas palizas de pequeña que no tengo miedo a los puñetazos. El boxeo es también aprender a defenderse y a mí me ha cambiado la vida».
Sheila piensa que el boxeo se está volviendo «mucho más de chicas». No fue en el ring donde tuvo su primer contacto con el deporte femenino: ha sido futbolista en los clubes juveniles del Levante, en el Valencia y el Marítim. Sin embargo, pronto lo tuvo claro.
«Había que elegir; boxeo, ¿por qué no? Probé y me dije, "este es mi deporte". Vi que no es de matarse; que te puede enseñar mucho. Te ayuda a relajarte, a controlar. Quiero conseguir el título español en mi categoría y pasar al campo profesional, que es la culminación, tras pasar por las categorías junior y la élite en la que estoy ahora. Como profesional, puedes ganar desde 500 hasta 7.000 euros en un combate», explica con el entusiasmo de alguien que hace lo que más quiere.
La vida cotidiana de esta luchadora no es fácil. Vive en Picanya. Viaja al Cabanyal para trabajar de siete a tres de la tarde en el horno. Luego regresa a Picanya y en el Boxing Unitres entrena desde las 17:00 hasta las 21:30 horas.
«Sí, cuatro horas largas. Pero mi objetivo es el boxeo profesional, que para eso me preparo. Cuando entras ahí empiezas a cobrar y puedes llegar a vivir de esto».
En su trabajo diario, rodeada de barras de pan y cocas de llanda con sabor a piña, Sheila es vista por la clientela como un ángel. Sus hombros poderosos y la musculatura de sus brazos quedan ocultos por el guardapolvo blanco de hornera que viste, incluida la cofia. Es una gran profesional en lo suyo y reparte simpatía y buen rollo por todo ese lado del mercat. Hay que ver las colas que se forman, y uno piensa que no solo es por la calidad del género que despacha, sino por su encanto especial; siempre alegre y conversadora.
«Soy una persona buena pero cuando subo a la cancha cambio, miro a la chica que tengo delante y pienso: "te voy a ganar, te salvas tu o me salvo yo"». Es entonces cuando aparece la otra Sheila, la luchadora que quiere recorrer el mundo pegando puñetazos en un cuadrilátero. Con su victoria en Guardamar, Sheila se quitó la espina de su injusta derrota en Andalucía, una pelea en Córdoba en la que le robaron el triunfo. Por eso tenía que ganar.
A Sheila se le enciende la mirada al recordar la pelea: «Estaba muy nerviosa antes del combate, pero cuando ya nombraron mi nombre para entrar, todos mis miedos se disiparon. Solamente pensaba que era yo contra ella. Había mucha gente y, la verdad, me lo pasé muy bien». Ahora, la boxeadora campeona de la Comunitat aspira a ser campeona de España. Lo conseguirá, sin duda; a Sheila le sobra coraje en el alma y potencia en sus músculos para hacerlo.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 58 de la revista Plaza