Espero que no se enfaden las dos valiosas profesionales, e incluso incisivas cuando toca, las periodistas Rosana Crespo y Marta Gozalbo, de apropiarme de una de sus reseñas para dar título a mi artículo de hoy.
Los acontecimientos de esta semana pasada, que a día de hoy siguen muy presentes, deberían llevarnos a una reflexión profunda y que en mi caso querría compartir con vosotros por orden cronológico.
Ese fue el acertado eslogan que utilizó Isabel Díaz Ayuso en la campaña electoral madrileña y que terminó traspasando las fronteras de la Comunidad de Madrid para inundar las tertulias televisivas y radiofónicas, los cafés de las mañanas o nuestros esmorzarets. Al final todo se tradujo en dos bandos en el que había que votar una opción u otra, más allá de las distintas formaciones políticas que se presentaban y representaban. Modelos de entender la sociedad actual más allá de las confrontaciones e intentos de radicalizar posiciones de la ciudadanía para que eligiesen una opción u otra. Todo muy simple. Y así lo entendieron los votantes y actuaron a conciencia:
Una participación alta en la que seis de cada diez madrileños escogieron la opción que a la postre ha sido una victoria clara del centro derecha- PP, VOX y Ciudadanos- y que aquí en nuestra Comunitat ha encendido todas las alarmas de los partidos que sostienen el modelo Botànic valenciano.
Una ganadora indiscutible, que no un partido, y que tendrá que demostrar en estos dos próximos años que su modelo es extrapolable al resto de Comunidades. Si la dejan.
Un Partido Socialista que enterró sus posibilidades de triunfo mucho antes de convocar las elecciones con un candidato que Moncloa repudió y en el que volcó su furia de mal perdedor con una estrategia marcada desde un principio.
Una formación de izquierdas al alza, la nueva izquierda progre de Más País, - Compromís se está frotando las manos- frente a la ya vieja nueva izquierda radicalizada de Podemos cuyos resultados han hecho que su líder Pablo Iglesias deje la política activa como también lo hizo Rivera. Ojalá tomaran nota mis ya excompañeros y dejen el acta en Les Corts por simple decencia.
Un partido, mi partido, Ciudadanos, el centro liberal, que no encuentra su sitio tras las elecciones del 2019 y tras el cúmulo de acontecimientos posteriores a la marcha de Albert. Un gran candidato como Bal no pudo convencer de los logros de dos años de gestión de Ciudadanos al frente de dos consejerías. Consejerías que han sido el motor de la Comunidad de Madrid como son la de Economía y Empleo, y la de Cultura.
Por último, el partido que definitivamente ha venido para quedarse en el panorama político y social de España como así lo demuestran tanto los resultados en Madrid- aguantando el terremoto Ayuso, subiendo en votos y diputados- como las posteriores encuestas que hemos conocido a nivel nacional que la continúan situando como tercera fuerza política. Ya no cuela la estrategia de tildar a Vox y a sus votantes de fascistas o querer imponerles cordones sanitarios que en definitiva acaban como un efecto bumerán en contra del instigador. Tomen nota, señores de la izquierda.
Han sido seis años de travesía por el desierto y purgando los pecados para que el final político de Isabel Bonig demuestre lo dura y traidora que es la política del siglo XXI. Muchos de nosotros acompañamos con lágrimas y aplausos sus últimas palabras en su despedida la semana pasada en Les Corts.
Pero fiel a sus principios y a sus valores- incluso a su partido político que sí que ha sido infiel con ella- presentó la dimisión de todos sus cargos políticos renunciando a su acta de diputada.
Y esta actuación de Bonig choca frontalmente con la situación y proceder de los ya 4 nuevos tránsfugas valencianos en Les Corts -ex diputados de Ciudadanos – que a estas alturas de legislatura y por la cronología de los acontecimientos, cualquier justificación para que no entreguen el acta de diputado cae por su propio peso.
Actuaciones injustificadas como estas, salvo por el propio interés y lucro personal son las que ponen en evidencia y entredicho el sistema político actual.
¿Y ahora qué?