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Y Alina Rotzinger se encontró con València: acercamiento a la obra salvaje de la artista mexicana

24/02/2024 - 

VALÈNCIA. Para alcanzar el material del que están hechas algunas artistas, basta en ocasiones con asomarse al material de sus obras. Abedul. Chapa de acero. Flores muertas. Cerámicas de alta temperatura. Alina Rotzinger es una artista franco mexicana que hace esculturas, piezas y muebles. Algunas de sus creaciones hablan de peligros, de muerte. Casi todas del abismo. Es una de las artistas con mayor progreso en el último año, por su presencia internacional en ferias y galerías. 

Desde hace algo más de tres años Rotzinger vive y trabaja en València. Aunque estos días está lejos. “Mis papás tienen una casa en medio de la selva y estoy ahora aquí. Se va el internet y la señal del móvil es malísima”.

La conexión ha vuelto. Para desenredar la presencia de Alina Rotzinger en València hay que recorrer algunos pasos antes de la llegada. De Quintana Roo a Puebla, donde estudia arquitectura interior. De Puebla a Oaxaca, donde estudia arte. De Oaxaca a Berlín, donde sigue formándose como artista. De Berlín a València, donde nace su estudio (que se llama como ella pero cambiando Alina por Estudio). 

“Era pandemia. Fue una combinación de locura por estar encerrada, el frío de Berlín y mi novio del momento que vive ahí. Todo eso me convenció de irme a vivir a València. Siempre me han gustado las mudanzas, los cambios y las locuras. Me emocionan. Al final corté con mi novio pero encontré gente que se ha vuelto súper importante para mi vida y mi trabajo”. 

Algunas de esas personas son Alberto Sánchez y Eduardo Villalón (fundadores de MUT, uno de los estudios de diseño de objetos más inspirados, que se desenvuelven a espaldas del Mercat Central). Junto a ellos acaba de presentar en la feria de arte contemporáneo Maco, en México, su colaboración para Bruto Objects. “Siempre hemos tenido entendimiento a la hora de trabajar juntos”, explica ella. “Yo vengo más del lado artístico y comienzo a hacer mobiliario experimental y ellos que trabajan más diseño industrial se acercan a lo artístico”. 

Desde el estudio de MUT desarrolla la mayoría de sus piezas en Europa. En México, su otro mundo de convivencia, tiene un estudio compartido con su hermano Sebastián Rotzinger y es donde se produce el mobiliario (“lo hago así por los materiales, por la madera tropical”).

Desde ese taller en Ciutat Vella convierte la idea visual en el objeto. Una vez tiene la idea, comienza “a descifrar para encontrar de dónde viene”. Más tarde será el momento de “la investigación y después del rediseño”. De estudiar “las posibilidades de construcción”. Para acabar afrontando todos los obstáculos del muro que surgen “a la hora de materializar”. 

Las esculturas de Rotzinger parecen creaciones vivas pero que al mismo tiempo hace mucho que están muertas. Peligrosas, algo peliagudas, pero de la misma forma tranquilizadoras. “Las principales influencias hoy en día giran alrededor de la fragilidad de la vida, la cual está muy relacionada con la naturaleza y el rol que tiene la tecnología en mantenernos vivos. De cómo somos tan dependientes de ella para la supervivencia. Ya es nuestra nueva ‘naturaleza’”.

Una de sus últimas creaciones, Transfera, resume bien sus intenciones. La serie, hecha de elementos puntiagudos, de objetos contundentes como un noray y de superficies flamantes como una carrocería, habla de “encapsular algo que provoca y evoca dolor, peligro; mortalidad sin alejarnos de la realidad”, de esferas rotas.

Son piezas que necesitan leerse capa a capa para entender la tensión que encierran. Están repletas de hojas de información, como anillos de su propio árbol. “Para mí la investigación es un punto súper importante, cuanta más información e investigación, más sólidos siento mis proyectos. Aunque en el momento no me funcionen para nada, a veces me sorprende como años después me acuerdo de eso y es útil. La razón de ser una artista es porque no me veo haciendo nada más ni nada mejor que eso. Intenté hacer otras cosas y al final todos los caminos de mi vida me llevaron ahí. Inconscientemente siempre me faltó algo y ahora es cuando siento que estoy completa”.

Aunque comienza a sentir que le falta una cosa. “Quiero añadir que València fue la primera ciudad que me hizo pensar y querer hacer arte público. Me encantaría tener esculturas en la ciudad, que sean para todos”. 

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