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mar abierto / OPINIÓN

Y de repente, 3 millones.

27/10/2020 - 

Mientras veíamos esta semana cómo el número de contagios por la covid superaba la preocupante cifra del millón, el presidente del Gobierno, sin anestesia ni más explicación, nos ha desvelado, de repente, que, “en realidad”, no son uno, sino tres, los millones de personas ya afectadas en España.

Y una se pregunta en qué momento ha descubierto esta triplicación de los datos. En qué mes éramos ya un millón pero no nos lo dijeron. Por qué nos lo han ocultado durante  este tiempo. Por qué lo desliza en un ‘Aló Sánchez’, pero sigue sin registrarse en los recuentos oficiales. 

Ni una disculpa por haber estado no se sabe cuánto sin desvelar dos tercios de los contagios. Y no puede dejarse de pensar, que si el número de contagiados es tres veces superior al admitido hasta ahora, también las víctimas mortales pudieran, por elemental traslación  estadística, ser el triple de lo que se reconoce. Así que en España podríamos estar ya por las 100.000 vidas perdidas. 

La revelación es tan grave, que sorprende no se hayan acumulado las reacciones, y exigencia de responsabilidades, por ese ‘descuadre’ de bulto que, en confesión ligera, se ha inventariado de pronto, sin pudor ni dolor, como quien revisa la cuenta de la compra. 

No hay nada más injusto con las víctimas que metabolizar a diario el parte de bajas. Sin prestar apenas atención a esa ‘nueva anormalidad’ de números sin rostro, tras los que van quedando truncadas miles de historias vitales. Pero peor aún es que esa cauterización de las emociones, esa frialdad de (mal) contable, sea pauta en los responsables de la gestión. Que parezca que da igual 8 que 80. O uno que tres. Millones. De personas. 

No es digerible tan ‘insoportable levedad’ ante los dramas humanos. Ni tal metamorfosis de la verdad. Como pasó la noche del 8 de marzo, en que, sin solución de continuidad, transitamos abruptamente del #nopasanada al súbito estado alarma, con los ecos aún del alcalde Ribó llamando ‘hipocondríacos’ a quienes pedían medidas y del Consell de Puig minimizando una pandemia anunciada. Como ha sobrevolado Sánchez, sin mover un músculo, del “hemos derrotado al virus”, a un nuevo estado de alarma de, según  pretende, alargamiento semestral. 

Alarma que, de resultar necesaria desde el punto de vista jurídico, será porque durante todos estos meses no se han adaptado normas ya existentes (entre otras, la Ley Orgánica de Salud Pública de 1986), para poder tomar medidas, sin recurrir a estados constitucionalmente excepcionales que afectan a derechos fundamentales, minando también la economía y el empleo. Y no será porque no se les ha dicho repetidamente. 

Incluso por los tribunales, que han considerado “llamativo” que no se haya abordado ya  una reforma del marco normativo más ajustada a las necesidades de combatir la pandemia, protegiendo formalmente los derechos. 

Y, por otra parte, si la alarma resultara necesaria por la gravedad de los datos reales, no basta con las restricciones jurídicas personales, sino que son también esenciales, de una vez ya, medidas sanitarias. Bajando el IVA a las mascarillas, como ha hecho toda Europa. Con una mayor dotación a la Atención Primaria, para evitar los colapsos, listas de espera, aglomeraciones en los accesos, sobrecarga en los sanitarios....

También, desde luego, incrementar el número de pruebas covid para, al menos, equipararnos a la media nacional, dando además los resultados sin retrasos. Porque no es de recibo presentar datos enmascarados, por hacer PCRs muy por debajo de esa  media como en la Comunidad Valenciana. Y si estamos más de veinte puntos atrás en cuanto a asintomáticos localizados, es porque no se hacen pruebas suficientes para encontrarlos.

La ciudadanía, con presente de riesgo y futuro incierto, merece información veraz, sensibilidad y claridad. No trucos-coartada para acumular poder y limitar derechos durante nada menos que medio año, sin las garantías democráticas del control parlamentario pleno que se intenta eludir. Y necesita, sobre todo, medidas definitivamente eficaces. Sin más demoras. Porque la salud nunca puede esperar. Y la economía o el empleo, ya, tampoco. 

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