La cadena hotelera One Shot Hotels celebró con una gran fiesta la inauguración de su segundo hotel en la ciudad, el One Shot Palacio Reina Victoria. El emblemático antiguo Hotel Reina Victoria ha sido rehabilitado y remodelado completamente recuperando así el esplendor de tiempos pasados
VALENCIA. La maravillosa marquesina de forja de hierro y cristal está intacta, la escalera principal sigue exactamente igual -salvo la moqueta-, también su fachada ha recobrado el color original y deslumbra tras las palmeras de la calle Barcas de Valencia. El hotel Reina Victoria, obra del arquitecto Luis Ferreres Soler, ha recuperado el esplendor que tenía cuando en abril de 1913 lo inauguraron convirtiéndose en el hotel con más clase de Valencia y en el lugar de descanso y encuentro de las mayores personalidades de la época. En él se alojaron, por ejemplo, Federico García Lorca, Jacinto Benavente o el fotógrafo Robert Cappa. El Premio Nobel de literatura, Ernest Hemingway, también se hospedó en este hotel durante los días que pasó en Valencia disfrutando del sol de la Malvarrosa, los arroces de la Pepica y las corridas de toros; cuentan que fue desde el edificio de Correos, muy cercano al hotel, donde Hemingway telegrafió a su padre diciéndole, “tengo 60000 palabras”, se refería, nada menos, que a su primera novela “Fiesta”, escrita a mitad camino entre el bar y su habitación en el Reina Victoria.
Su ubicación, cercana a la estación del Norte, la plaza de toros, los teatros y el Ayuntamiento hicieron del Reina Victoria el sitio perfecto para celebraciones -bodas, sobre todo-, reuniones y, durante las Fallas, disfrutar del sonido atronador de la mascletà asomados a sus ventanales. Quién más, quién menos tiene un recuerdo ligado a este hotel que forma parte de la historia de Valencia y a la memoria sentimental de más de uno. Por eso, cuando tras un siglo de actividad ininterrumpida el hotel cerró sus puertas arrastrado por las deudas del anterior grupo gestor, se abrió una brecha en el centro de Valencia. El hotel Reina Victoria se convirtió en un fantasma de tiempos pasados y el deterioro del edificio se hizo cada vez más evidente.
Por suerte, el hotel Reina Victoria vive una segunda oportunidad tras la adquisición del inmueble por parte de la cadena hotelera One Shot Hotels que ha invertido 3,5 millones de euros en la rehabilitación y remodelación completa de sus instalaciones e interiorismo. El emblemático hotel vuelve a respirar. El proyecto de remodelación de sus 85 habitaciones -de las cuales 18 son junior suites y 2 gran suites-, ha sido combinación del trabajo del project management de One Shot, Arqui-T y del estudio de arquitectura e interiorismo Alfaro-Manrique. Materiales nobles como hierro, madera y cerámica y colores que van desde las distintas tonalidades de azul, el negro, los tonos arena o el mostaza. El resultado es un equilibrio perfecto, elegante y luminoso que no desmerece la majestuosidad ni el carácter histórico del edificio. Lo mejor, la gran suite con enormes ventanales y vistas al Banco de Valencia y al Teatro Principal, en la que dan ganas de quedarse a vivir una temporada. Cuenta además con una bañera integrada en el dormitorio que invita a mantenerse continuamente en posición horizontal, de la cama a la bañera y de la bañera a la cama.
Los hoteles One Shot están muy relacionados con el arte, principalmente con la fotografía, y a través de distintos premios y exhibiendo obras seleccionadas en sus hoteles impulsan las carreras de jóvenes artistas. En el Palacio Reina Victoria se exponen las fotografías de la artista valenciana Alexandra Martorell.
De “Fiesta” de Hemingway, al fiestón organizado por la agencia de comunicación AgyEvents para celebrar la reinauguración del hotel Reina Victoria. Los locos años 20, época dorada del hotel, fue la temática elegida para ambientar la fiesta celebrada por One Shot y brindar por la apertura de su segundo hotel en Valencia. Los salones del antiguo hotel Reina Victoria se llenaron de nuevo de champagne, risas, música y caras conocidas, como si el tiempo no hubiera transcurrido desde su inauguración en 1913. La fiesta fue un pequeño viaje al pasado para celebrar el futuro prometedor del One Shot Palacio Reina Victoria.
Los periódicos de la época, dijeron que la fiesta de inauguración del Reina Victoria fue “el gran acontecimiento social de la ciudad”. Con tan alto listón, estaba claro que el objetivo no era otro que, por lo menos, repetir el éxito de aquella fiesta y que las crónicas -hoy más digitales que en papel-, volvieran a escribir sobre el Reina Victoria como en aquella ocasión. No es de extrañar entonces que la organización no escatimara en nada para lograrlo. Un coche de época y un botones vestido de rojo como Spirou daban la bienvenida a los invitados que eran conducidos a la primera planta donde se encuentra Tôpic, el restaurante-bar del hotel que ofrecerá a partir de mayo una extensa oferta gastronómica y de cócteles en colaboración con Cocotte Catering, encargados de servir el delicioso catering que acompañó las copas de champagne durante la fiesta.
El dress code años 20 se limitó, afortunadamente, al vestuario de las azafatas que recibían a los invitados y repartían cintas con plumas para el pelo, boquillas de femme fatale y guantes largos, por si alguna valiente se animaba a mimetizarse con los flecos y brillos de la época. Por suerte, Nochevieja y los Carnavales quedan ya demasiado lejos y no vi a ninguna invitada que añadiera a su estilismo ninguno de esos complementos, entre tanta señora elegante hubiera sido una auténtica decepción. La puesta en escena la dejaron en manos de las flappers que bailaron sobre el escenario, la fantástica actuación de claqué de un bailarín, un poco de música de cabaret y la voz en directo de una cantante de jazz, estas actuaciones se intercalaban con las canciones de Rihanna o Justin Bieber que pinchaba el Dj.
Incluso vagaba por el salón, libro en mano, un personaje que decía encarnar a Ernest Hemingway con una actitud y un forzado acento americano que no acababan de convencer. Conociendo el fuerte temperamento del verdadero Hemingway, el cómico, a pesar de sus buenas intenciones, no le hubiera hecho ninguna gracia al escritor. Lo que sí le hubiera alegrado la noche a Hemingway, como a muchos de los invitados, fueron las barras de gin tonic, whiskey y hasta de mojitos, repartidas por la fiesta. Y, por supuesto, el champagne, litros y litros de champagne que no paraban de hacer sonar las copas de los invitados.
Sin embargo, la ambientación no se limitaba a la zona del bar y restaurante de la primera planta, también en las habitaciones las sorpresas continuaban para los invitados que podían recorrer algunas de las habitaciones e ir descubriendo en el interior de cada una de ellas, una historia diferente: una timba ilegal de póker, un ilusionista, una contorsionista que desde lo alto de la cama sorprendía con su elasticidad a los curiosos...
Y como maestro de ceremonias de todo este espectáculo, Enrique Solís, socio fundador de One Shot Hotels que ejerció durante toda la noche de perfecto anfitrión convertido en algo así como un Jay Gatsby de frondosa barba, maneras no le faltan.
El hotel se llenó de caras conocidas venidas expresamente desde Madrid y Sevilla para celebrar la inauguración y, aunque lo hicieron también en tren, como las estrellas de antes, el suyo era de alta velocidad porque la nostalgia es mejor reservarla para otras cosas. La conexión AVE trajo muchas caras nuevas mientras que de las habituales “señoras de la sociedad valenciana” no hubo ni rastro.
Fue una fiesta principalmente de gente joven que se mezclaba con algunos empresarios como Manuel Colonques, dueño de Porcelanosa, el emprendedor Luis Felipe Mendieta CEO y copropietario de la cadena One Shot Hotels, actores como Adrián Lastra o Roberto Álvarez, periodistas de moda marchosos como José Luis Diez-Grande -La Razón, GQ- , Patricia Moreno de Telva y Juana Camps, interioristas de los que además tienen mundo interior como Tomás Alía acompañado de Fiona Ferrer y una sonriente Nuria March, algunas bellas e ilustres desconocidas con muchos followers en Instagram, Raquel Revuelta y otros personajes variopintos no identificados que parecían sacados de “La gran belleza”, igual de curiosos pero con peor fotografía. Como en los buenos cócteles, esta mezcla tan dispar de invitados, dió como resultado una mezcla deliciosa y muy divertida.
En lugar de Robert Cappa hubo muchos fotógrafos ocasionales dándole al selfie y sin un Lorca en la sala, nos tuvimos que conformar con algunos caballeros, poetas de salón, de los que regalan versos fáciles a las damas enfundados en perfectos trajes y chaquetas, algunas firmadas por Juan Avellaneda estiloso diseñador de moda masculina que también se encontraba entre los invitados.
La noche se alargó hasta que no quedó ni una sola botella de champagne por descorchar y el cantante Juan Peña se arrancó a cantar en el escenario como broche final de la noche en la que el hotel Reina Victoria volvió a brillar de nuevo.