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El interior de las cosas / OPINIÓN

Y Mariano contó toda la verdad

19/09/2022 - 

Los patios interiores vuelven a vibrar con la vida recuperada tras el letargo estival. Ayer, la mañana del domingo, desprendía los mejores aromas, el deseado sofrito del preparativo de paellas, de tierra y de mar, alguna fideuà y el glorioso aroma de los primeros caldos y pucheros. Mis vecinas y vecinos han regresado a la ciudad. El gratificante bullicio de estas cocinas, todas abocadas a los varios patios interiores de mi casa, han llenado de alegría los espacios individuales. Mi perro Panxo debe sentir lo mismo por ese entusiasmo contagioso que trasmite en sus locas carreras solitarias por el pasillo.

Castelló ha renacido este pasado fin de semana. El calor ha descendido y la ciudad se ha volcado en la calle. La Setmana de la Mobilitat ha llenado las vías urbanas de numerosas actividades participativas. El primer taller de la  nueva temporada de Divercuina de la Terreta ha sido un éxito. Qué bella estaba Castelló este sábado en la Plaza de Santa Clara, con las ganas de niñas y niños por cocinar unas exquisitas y saludables albóndigas con pisto. Estas actividades, como otras, están organizadas por el Ayuntamiento de Castelló, aportando una cita ciudadana común, gratuita, divertida e intergeneracional entre los mayores y los pequeños. La fotografía fija del pasado sábado en Castelló fueron los colores de la vida, de la calle y las plazas efervescentes, de la algarabía infantil, del aperitivo de mayores y jóvenes. Una ciudad tan estimada, tan soñada.  

Este año había pocos deseos de romper el sentimiento vacacional. Las previsiones del otoño son tremendas, y tenemos miedo

Los olores del sofrito de tomate, algo de ajo, un añadido de judías verdes, de garrofó, tras la vuelta y vuelta de la carne de pollo, conejo, algunos caracoles, la suma del caldo, las hebras de azafrán, el arroz… producen un estado de bienestar indescriptible. Así olía mi casa en el mediodía de un domingo lluvioso, muy gris y silencioso en las calles de la ciudad castellonense.

Son los pequeños sonidos y olores del regreso a la ciudad. La vuelta a una rutina que vuelve a engullir a las personas. Este año había pocos deseos de romper el sentimiento vacacional. Las previsiones del otoño son tremendas, y tenemos miedo.

En la madrugada del domingo, las lluvias torrenciales interrumpieron el sueño de centenares de personas en el litoral de este pequeño país mediterráneo, provocando, además, la jodida muerte de un policía local de Calp. En el trozo norteño de nuestro mapa se han desalojado varios campings y rescatado a personas en Orpesa y Cabanes. Tanto tiempo deseando la lluvia, la fresca, y resulta que la primera noche de su presencia se vuelve virulenta, injusta, desastrosa. No hay término medio. Y tenemos miedo.

La lluvia, torrencial y, después, fina e incesante, ha sentenciado el final de los bochornos, de las olas de calor, -esperemos-, de las noches tropicales. Estrenamos un otoño que nadie desea. Hemos retrasado al máximo los retornos, la conciencia de regresar a una maldita realidad que fluye a borbotones en cualquier medio de comunicación. También en nuestras vidas. La nevera ha perdido colores y productos. La despensa, este mes de septiembre, está esquivando su vitalidad y ofrece una estampa mermada, triste. La vuelta al cole ha sido una dura escalada de imposibilidades, a pesar de las buenas ayudas que disfrutamos en Castelló, los bonos de consumo, y en el resto de este país valenciano. Pero no es suficiente ante el devenir de esta tragedia mundial.

Mientras nos ahogamos, -sin perder la esperanza-, en un presente insoportable, sin subidas salariales, con cestas de la compra imposibles, con una escalante inflación, las televisiones mundiales llevan demasiados días mostrando el teatro de la monarquía británica. No estamos para estos fastos, ni para otros.

el nuevo planeta que surgió de las guerras y revoluciones del pasado siglo tiene, tristemente, una fecha inmediata de caducidad

Es increíble el récord de audiencias y reacciones de millones de personas que han seguido los últimos días del entierro de la reina Isabel. Alucinante. Ha sido un espectáculo diseñado al mínimo detalle, buscando la supremacía de un imperio británico que, a pesar de todos sus esfuerzos, está dirigido al abismo, a una decadencia propia y también común. Nos afecta a todos países de este denominado primer mundo. Porque el nuevo planeta que surgió de las guerras y revoluciones del pasado siglo tiene, tristemente, una fecha inmediata de caducidad.

Europa atraviesa la peor de sus crisis económica, social y cultural. Tras conquistar, hace décadas, un espacio de diálogo muy necesario, los países europeos están, ahora, amenazados, ninguneados por las grandes potencias mundiales. Y Putin ya ha ganado la guerra de la estrategia de desestabilizar a Europa, de generar una crisis brutal, una incertidumbre angustiosa para los países de Occidente.

La pasada semana ha sido, como ya es habitual, un tiempo informativo convulso y muy inquietante. Pero, lo más grave que he sentido estos días, ha sido la intervención de Mariano Turégano en el pleno municipal de San Sebastián de los Reyes, municipio madrileño. Este hombre octogenario, residente de un centro de mayores, pronunció una intervención durísima ante la corporación municipal. A medida que iba relatando la rutina de la residencia, me iba emocionando, erizando la piel. Acabé llorando. Mariano, como se llamaba mi abuelo paterno, mostró en su intervención la dignidad de las personas, la dignidad y los derechos que debe mantener nuestra democracia. Su relato puso en relieve que este sistema no funciona. No podemos consentir que los servicios públicos, que tanto costó conquistarlos, maltraten a la ciudadanía que los merece.

Ilustración: Andrey Yakovlev y Lili Aleeva

Personas mayores que residen en habitaciones con 40º, sin ventilación, sin comer por detectar alimentación en mal estado, sin compartir por la soledad impuesta en el régimen de estos centros, sin casi personal… Personas que, tal como Mariano explicó ante el pleno del Ayuntamiento, fueron quienes consiguieron con sus luchas que hoy existiera nuestra democracia.

Ha sido, para mi, la noticia más importante de estos últimos días. La presidenta Díaz Ayuso ha permitido esta vergüenza. Además, ayer, la prensa nacional informaba de que su responsable institucional en la materia, que dimitió, ha confesado que las residencias públicas de mayores no estaban medicalizadas. Gravísimo. Y no pasa nada.

Por eso, tras escuchar esta pasada semana las propuestas municipales de futuro inmediato para la ciudad de Castelló que ha presentado el PP local, la derecha de siempre y su ultraderecha, nos preguntamos si estos partidos van a hacer lo mismo aquí que Ayuso en Madrid. Porque son lo mismo. Es inquietante, preocupante, que tanto el PP, como Vox, se muevan en esta vorágine inhumana y destructiva de los derechos de las personas. Piensen ustedes en Mariano.

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