VALENCIA. Él quería ser pintor. Cuando entró a trabajar en el taller de Manuel y José Martínez Molla, con apenas doce años, su objetivo estaba claro: quería convertirse en un maestro del pincel. Cuestión de destino o de simple azar, al final acabó aprendiendo el noble oficio de la carpintería, una profesión con la que ha logrado dar salida a su múltiples inquietudes. "Yo hacía mis cuadritos, pero aquí pintaban tan bien y tan rápido que se me quitaron las ganas", bromea. Manolo García es un hombre del Renacimiento. De razón y pasión, como aquel Leonardo Da Vinci que plantó en 2012 en Na Jordana y que tantas alegrías le ha dado.
Viaje al presente. En el taller de García no suena música. La banda sonora la forma el cantar incasable de las grapadoras que fijan cada uno de los listones de madera que formarán el cuerpo de la figura central, de 23 metros de altura. Nos sentamos en su pequeño despacho, con el hilo musical de la sierra sonando a modo de serenata, cuando le pregunto si él se considera artesano o artista. "Artesano", se apresura a decir antes de que acabe de formular la cuestión. Justifica su respuesta, no quiere ofender al que crea lo contrario, pero tiene claro quién es. Más terrenal que divino, su taller está cubierto por el serrín que dejan los centenares de listones que cortan a diario y lo vigila la explosiva protagonista de un calendario del que poco importa que no sea de este año.
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Esta es la tercera falla consecutiva que planta en la plaza del Ayuntamiento, aunque rehúsa hablar de trilogía. "Nadie habla de trilogías de corcho", asevera. La madera es su vida. No se trata de innovar ni de todo lo contrario. Es su marca. La hoguera que firmó en 2002 para Hernán Cortés, en Alicante, cambió su rumbo profesional. Tras años confeccionando los armazones de las fallas de otros creadores, la estructura interior del monumento, dio un paso al frente y decidió presentar una obra naturista. Desnuda, libre de corsés y de modas, sólo el esqueleto. Pero vaya esqueleto. "Mi trabajo estaba escondido. Yo hacía carpintería, lo que estaba detrás, hasta que un día dije: hay que sacarlo. Mis figuras no se tapan ya", confiesa.
Esta revolución personal llega a su clímax en 2016, con una obra que quiere convertirse en la postal de la posible catalogación de las Fallas como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El mensaje es evidente. Aquí no hay medias tintas y en el propio lema se deja claro la intención expansiva la fiesta: 'Fallas en el mundo'. Como dirían los franceses, 'noir sur blanc'. El monumento se basa en el boceto rescatado de un proyecto para una rotonda que nunca llegó a materializarse y que se ha repensado para esta nueva ocasión.
El diseño, que firma junto a Rafa Contreras, está dominado por la figura de un artesano sin cara con el quiere homenajear a todas aquellas profesiones tradicionales que forman el ADN de la terreta. "Valencia es la cuna de los artesanos. Tenemos a los mejores en el calzado, en alfarería, del mueble... Hay que ponerlos en valor". Para los amantes de las matemáticas falleras, una de datos: 25 metros cúbicos de madera han sido necesarios para levantar al gigante. Dicho de otra manera, si pusiéramos todos los listones uno detrás de otro alcanzarían la friolera de 200 kilómetros. Casi nada.
Una falla mediática
El artesano ocupará un escenario de 18 metros de diámetro rodeado por fotografías de las fallas del último medio siglo y con el lema de la obra en cinco idiomas. De igual forma, se apoyará sobre una columna construida en chapa teñida, de 7,5 metros de altura y 3 de diámetro, como guiño al logotipo del gremio de artistas falleros. A los pies de la figura central, además, se levantará un enorme hexágono en el que cada lado mostrará una imagen de las seis aristas de la fiesta: la Crida, la mascletá, un castillo, la música, la ofrenda y la cremá.
García tiene claro que la municipal no tiene que competir con el resto de fallas, sino que ha de ofrecer algo único, teniendo en en cuenta que su público está en la plaza, en televisión e Internet. "Una falla del Ayuntamiento tiene que ser diferente, una pieza, un impacto. Hay que tener en cuenta que mucha gente no puede acercarse a ella, se ve desde mucho puntos de vista". Por esta razón no encontrarán escenas, pequeños ninots, ni sátira. En este caso, el tamaño importa. "En el boceto no se aprecia su potencial, pero va a gustar mucho. Este año nadie va a tener que usar un catalejo para leer los letreros porque no los va a haber".
En su lugar ha optado por replicar en porexpan cinco de las fallas más recordadas de la historia. La Tour Eiffel (1966), que contará con 15 metros de altura; la estatua de la Libertad (1973), de 6 metros; el David de Miguel Ángel (1991), que se alza 5,5 metros; el Concorde (1981), de ocho metros de longitud y, por último, el Moisés, su Moisés, que recupera apenas dos años después de haberlo plantado.
De Gran Canaria a Hollywood
Genio de la vareta, en su currículum suma encargos de aquellos que no acaban siendo pasto de las llamas. El más "bestia" al que ha tenido que enfrentarse, confiesa, resultó ser el decorado del carnaval de las Palmas de Gran Canaria, de 100 metros de largo y 25 de alto. El más friki, sin duda, la restauración de las maquetas originales de Star Trek, que llevó a cabo en colaboración con un grupo de artistas falleros. "Lo iban a hacer en Barcelona, pero se acojonaron porque estaban destrozadas. Después pensaron en llevárselas a Hong-Kong y al final se hizo aquí", explica. "Si no lo arreglamos los falleros, ¿quién lo iba a hacer?".
Poco o nada se le resiste a un artesano a prueba de cremàs y de jurados. "Si fuera por el público tendría más premios", afirma. Este año presenta el monumento de aquellos que quieren que la fiesta rompa fronteras, de los que esperan con ansia que sean declaradas Patrimonio de la Humanidad y de los que saben que las Fallas son más que el 'peim' de un petardo. 2016 es el año del orgullo fallero.