Con un tercio de la población de las ciudades de La Tierra viviendo en las alcantarillas, “auténticos hormigueros”, Eternum es un cómic de ciencia ficción que especula sobre la actividad del Consorcio de Exploración Espacial, corporación que explota los recursos mineros de la Vía Láctea, una vez agotados los del planeta. La novela gráfica se hizo con la premisa de evocar las películas de los 70 y 80, particularmente Atmósfera Cero, 2001 y Alien, y es un divertimento interesante para los fans del género en ese periodo
VALÈNCIA. Lo hemos comentado muchas veces en esta columna. Es probable que nunca haya habido una proporción tan alta de ficciones sobre el apocalipsis de la humanidad. El género adquirió relevancia con el peligro inminente de la guerra nuclear, pero ahora, con los indicadores climáticos apuntando cada vez más en la misma dirección, es normal que los creadores, especialmente los jóvenes, filtren su pánico al futuro a través de sus obras. La última en caer en mis manos ha sido Eternum, de la editorial Yermo, lanzada en España el año pasado, en marzo de 2023.
El motivo fundamental para llevarse esto a los ojos es el extraordinario dibujo de Jaouen Salaün. Ciencia ficción clásica, droga dura; droga conocida, nuestra droga de siempre. Es decir, ilustraciones influenciadas por los grandes maestros de la época dorada del género, como Moebius, Juan Giménez o, sobre todo, por la abundancia de sexo de Paul Gillon, del que ya comentamos La Superviviente. Un dibujo realista, cargado de detalles que imagina escenarios futuristas cotidianos. En este caso, relacionados con el mundo del trabajo.
En Eternum, al igual que hizo Giménez en Estrella Negra, Salaün y el guionista Christophe Bec recurren a un totum revolutum de ideas y clichés de ciencia ficción para entregarnos una historia que, otra cosa no, pero resulta digna de verse por el dibujo y muy entretenida de leer, aunque no aporte nada novedoso. La industrialización del espacio es una de las subtramas más interesantes de la ciencia ficción. Como en un paso lógico, la humanidad en busca de más recursos o tras haber agotado los del planeta Tierra, se lanza a perforar otros satélites y planetas. En una colonia minera se inicia esta historia.
Los mineros tienen todo lo que nos gusta, aquello que en la joya del cine Atmósfera Cero –que no era más que un remake en el espacio de Solo ante el peligro- era más atractivo. Los trabajadores estaban quemaos, les gustaba beber y colocarse, iban a antros en los rincones más oscuros de sus colonias espaciales donde había strippers y se podía conseguir cristal. Muchos de ellos son ex soldados, por lo que traen traumas de los conflictos en los que han participado, aquí hablan de uno en Beluchistán, una especie de Afganistán que no han querido nombrar. Es una premisa muy atractiva y el guionista ha explicado que empezó a escribir esta historia tomando la película protagonizada por Sean Connery como modelo.
El cliché llega cuando los currantes encuentran un hallazgo “cosmoarqueológico”. ¿Restos de una civilización extinguida? ¿Balizas colocadas por una especie extraterrestre? También hemos visto esto en las obras más famosas del género, de 2001 a Desafío total, pero da igual, porque si la cosa funciona, no hay que ponerle peros.
De hecho, los dos autores han reconocido que la iniciativa para crear este tebeo fue que el dibujante le pidió al guionista que le hiciera algo basado en las películas de los años setenta y ochenta. Una especialidad de Bec, cuyas obras anteriores o bien han guardado similitudes involuntarias con otras de la gran pantalla, como Prometheus de Ridley Scott, o han sido revisiones de alguna saga, como la de Star Trek como hizo con Crusaders.
Aquí, es imposible no pensar, empezando por Alien, en todas las veces que hemos visto a una expedición espacial llegar a una nave con la tripulación muerta y tratar de averiguar qué ha podido pasar. Aquí ocurre, no una, sino dos veces. También, el egoísmo capitalista de las grandes corporaciones está muy presente y se muestra cómo sus líderes viven en un estrato superior al común de la población, no solo en un sentido económico, también de conexión informativa. Están mucho más cerca de saber lo que realmente ocurre en el mundo y tienen capacidad para modificar el mensaje que llega a los demás. Nada nuevo, pero exagerándolo en el futuro, se pone el acento más sobre las inercias que hay ahora.
Para mi gusto, el argumento se quiebra cuando abandona esta senda para introducirse en las religiones, la mística y la pseudo-filosofía. Como podrá comprobar el lector, la final el sentido que se le encuentra a los fenómenos extraños o inexplicables que se producen es rudimentario, como poco. Es una pena el giro metafísico, porque la existencia de un Consorcio de Exploración Espacial que explota los recursos mineros de la Vía Láctea y el poder de sus accionistas daría para mucho.
Así como los escenarios terrestres que se plantean, por ejemplo, que un tercio de la población viva en las alcantarillas, “auténticos hormigueros”. Muy bien visto ese desenlace al problema de la vivienda. Me permito solo recordar que ese no es un escenario de ciencia ficción, que eso ya pasó en Argentina. El alcantarillado de la ciudad se hizo con grandes tuberías importadas de Francia. Parece que en el lateral venía en una inscripción el nombre del fabricante, A. Torrant, lo que dio nombre a los que se fueron a vivir dentro de ellos, “atorrantes”, que ha devenido en un popular insulto actual en argentina. Así que no hace falta irse dos siglos al futuro –Eternum es en el año 2297- para encontrar ciertas derivas sociales a las que nos conduce el incremento de la pobreza.