VALÈNCIA. No le ha sorprendido. Así lo comenta Andrés Goerlich, quien recuerda que hace unos meses ya tuvo un primer contacto con el concejal de Desarrollo Urbano, Vicent Sarrià, en el que éste se mostró poco optimista. A los descendientes del arquitecto Javier Goerlich la noticia de que el informe encargado por el Ayuntamiento de València ha dictaminado que el Cine Metropol no tiene ningún valor no les ha pillado de sorpresa. Ya habían visto la espada de Damocles pendiendo sobre el inmueble. Pero no piensan quedarse de brazos cruzados y han iniciado lo que Goerlich define como “fase diplomática”. Este mismo jueves, sin pérdida de tiempo, han presentado un escrito en la Junta Municipal del Eixample para solicitar acceso al expediente del edificio. Su intención es, obviamente, paralizar el derribo del inmueble.
Y es que, con los actuales informes municipales en la mano, los propietarios podrían demoler todo el edificio sin dejar rastro de él cuando quisieran, como si el Metropol jamás hubiera existido. Culminaría así la desaparición de una de las últimas salas históricas de la ciudad, creada por el periodista y empresario Vicent Miquel Carceller, y se cumpliría también así, de manera indirecta, por casualidad, el sueño del franquismo: que no quedase huella alguna en la ciudad del que fuera editor de La Traca, del hombre que se atrevió a burlarse de Franco y dibujarlo como un travesti, osadía que le costó la vida.
En el escrito, explica Goerlich, se justifica la oposición al derribo total del edificio y se solicita un nivel de protección 2, que salvaría la fachada y algunos elementos ornamentales como el cartel del cine, aludiendo tanto al hecho de que el Metropol forma parte del patrimonio inmaterial de la ciudad, como a la coherencia de la memoria urbana, pasando por el hecho de que València no se compone sólo de elementos tangibles. La intención de Goerlich es mantener una reunión con el alcalde, Joan Ribó, el concejal Sarrià y algún representante de la Conselleria de Cultura, preferiblemente la directora de Patrimonio, Carmen Amoraga, para reconducir la situación y que la tarea emprendedora del empresario que quiere crear un Hostel no colisione con el derecho de la ciudad a sus recuerdos.
El informe técnico del consistorio, hecho público este jueves, y firmado por tres arquitectos, sólo admite “un cierto interés, genérico e inmaterial” en cuanto a la valoración socio-cultural del cine y su relación con la memoria de la cinematografía de la ciudad. “Dicho interés tiene su correlato material en la decoración aplicada en los frentes de la planta baja-primera, como muestra de los cambios socio-culturales de la València de las primeras décadas del siglo XX”, reza el texto.
Es por ello que los tres autores del texto abren la posibilidad de que “se puede recomendar algún gesto que permita conservar la mencionada memoria a través de una reinterpretación de la iconografía Art-déco”, pero, advierten, “nunca prescribir”. Frente a la memoria, en su estudio sólo se imponen las consideraciones técnicas, estilísticas, y reflexiones varias sobre “la pobre naturaleza” de la manufactura del edificio. En cuanto a la valoración urbanística, el estudio no atribuye al cine “valores estructurales, articuladores o ambientales que deban ser tenidos en cuenta”.
Ni tan siquiera paisajísticos. Para los autores del informe, el Metropol es sólo un pedazo de cemento en medio de una calle. Nada más. Sin ninguna singularidad reseñable. “Debido a la localización en el centro del tramo largo de la manzana, nuestro edificio no tiene ninguna percepción especial dentro de la escena urbana, más allá de su condición de elemento raso del agregado urbano. En consecuencia no se puede reconocer ningún carácter articulador en su inserción urbana”, dice el texto.
Irónicamente hablando, el informe también tiene fragmentos jugosos como cuando alude al mal estado de conservación del edificio del que culpan al evento Casa-Decor. “A este [mal] estado ha contribuido indudablemente el hecho de hallarse desocupado y clausurado, desde hace años, pero también el incendio sufrido en el cinematógrafo el año 2001, y las remodelaciones estructurales y de uso llevadas a cabo posteriormente, al parecer con motivo de los eventos Casa-Decor, que exigieron una serie de refuerzos estructurales que carácter utilitario, los cuales desfiguran la reversión de un eventual valor de uso de los locales de planta baja y las viviendas de plantas superiores”.
Con un discurso entre lo materialista y utilitarista y un profundo desprecio a la historia sentimental del cine y de la ciudad (ninguna alusión a su programación, a su éxito entre la ciudadanía…), el largo estudio de 36 páginas permitiría demoler cualquier edificio antiguo que no fuera singular ni bello, al margen de cuál fuera su utilidad. Como apunta César Guardeño, de Círculo para la Defensa del Patrimonio, los argumentos que se emplean con el cine Metropol valdrían exactamente igual para todos los refugios antiaéreos de la ciudad. Acudiendo a la teoría del lenguaje, el informe realizado por encargo de la Concejalía puede ser visto como una apología del significante sobre el significado.
Inaugurado como cine en 1932, con 86 años de existencia, el Metropol parece condenado a la piqueta si alguien no lo impide, si alguien, aludiendo a los numerosos motivos que se pueden aducir, detiene la sinrazón burocrática, la espiral legalista que permitiría esta actuación. Una sinrazón que ha sido duramente contestada desde diferentes entidades civiles. Como dice Goerlich, “si quieren informes, mañana tendrán 10 en contra de su derribo”. De hecho ya tienen uno, oficial, el del Síndic de Greuges, del pasado 14 de septiembre, en el que se recomendaba “declarar el edificio del antiguo Cine Metropol de València como bien de relevancia local”. Una recomendación a la que se ha hecho caso omiso.