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10 años de Bostezo, la revista del pensamiento y talento valenciano

Paco Inclán, editor del proyecto, hace balance y sitúa el proyecto en el panorama cultural valenciano

6/11/2018 - 

VALÈNCIA. “Una revista en papel en la era del internet. Un producto cultural de pago en los tiempos de ‘cultura gratis’. Una manera de ver las maneras de ver el mundo.  Una revista que cuida sus contenidos en extremo por la mala conciencia de estar contribuyendo a la desertización del Amazonas. Una publicación sin anclas. Un producto comercial más de la avasalladora industria editorial. Un rollo patatero”. Estas son solo algunas de las autodefiniciones de Bostezo, un proyecto marciano que celebró el pasado domingo -dentro de las actividades del Catacumba Film Festival-, su décimo aniversario.

Por el 2008, cuando la idea empezó a materializarse, la eclosión de las redes sociales y las ediciones digitales aún no había ocurrido, y la crisis económica no estaba en el punto en el que los artistas decidieron que mejor hacerlo uno mismo que depender de alguien. Pero Bostezo nació en València defendiendo que ellos eran papel y no digital y que la revista no dependía de nadie. Paco Inclán, su editor, regresaba a la ciudad desde México, donde había estado colaborando en Replicante, una revista monográfica en papel que guardaba un especial cuidado también con el trabajo gráfico y que él confiesa como “padre de Bostezo”.

Se juntó entonces con gente por una simple apetencia personal: “no teníamos un proyecto empresarial, ni mucho menos. Simplemente queríamos proponer algo y eso se hizo práctico con la revista”. El primer número trataría sobre la comunicación y la información como sospecha, reflexionando sobre el propio papel de la edición que también buscaba incluir un aspecto informativo. Los textos asomaban a partir de la investigación de los propios impulsores y de las personas cuyas perspectivas también les resultan interesantes; los temas surgían del interés más visceral por investigar temas como la ciudad de València, el fracaso, la economía o las fronteras mentales.

Acompañan además los artículos con apoyos gráficos que estos diez años han encargado con un sorprendente ojo clínico sobre el talento local. La recientemente premiada con el Premio Nacional del Cómic Ana Penyas (la primera mujer en ganar este galardón), la fenomenal Paula Bonet o el popular José Bravo se encuentran en su lista de colaboradores. “València es un vivero de talento gráfico y siempre tuvimos claro querer explotarlo. No tener una plantilla fija nos ha permitido experimentar y encargar los trabajos siempre a gente diferente que nos interesaba, muchas veces venía también de la propia investigación sobre el tema que tratábamos”.

Ante todo, libertad

Bostezo nació en un clima artístico menos amable que el actual, política y económicamente hablando. Pero para Inclán eso “dio fuerzas para intentar sacarlo adelante, transformando las dificultades en un reto”. Ayudó que, con el paso del tiempo, las fronteras de la revista se alejaron de València, llegando por ejemplo a California en 2013 (hicieron su número sobre el fracaso en el marco de una residencia artística). Ahora el contexto ha cambiado, pero ellos siguen siendo los mismos.

En 2016 fueron un paso más allá, pidiendo fondos a sus simpatizantes para sacar un número a través del micromezenazgo. El tema, elegido por los contribuyentes, fue sobre los límites del humor. “Después de muchos años batallando por sacar adelante la revista, decidimos hacer un llamamiento a apoyar el proyecto. Salió muy bien y significó concretar esa sensación que teníamos de la vinculación tan cercana que ha adquirido Bostezo con sus lectores y lectoras”, explica Inclán.

- ¿Crees que habéis servido de ejemplo con esa filosofía de libertad creativa absoluta y de ‘do it yourself’?
 - Sin duda, nos hemos sentido siempre libres y eso nos satisface. Hemos llegado donde hemos podido pero estamos tranquilos de no deber nada a nadie y de saber que todo lo que ha surgido ha sido desde nuestra apetencia.

Bostezo es también su proceso de creación, que no se concibe tanto como un proyecto periodístico ni artístico, sino como uno de investigación, intentando darle un carácter atemporal y aprovechando la periodicidad semestral que tuvo durante años para hacer las cosas con cuidado. El perfil de los autores es el de una persona “en búsqueda, curiosa, con ganas de aprender y que se cuestiona hasta dónde puede llegar desde el pensamiento”. Con este marco, los impulsores se han mantenido toda esta década, y el balance no puede ser más positivo: “todos hemos crecido personal y profesionalmente con el proyecto”.

Un Bostezo que está mutando

“La revista no ha podido morir a tiempo, pero ya veremos en qué se transforma a partir de ahora”, sentencia Inclán. El equipo editorial trabaja ahora en una guía gastronómica sobre cocinas migrantes en la ciudad de València que sacarán en colaboración con la ONG Jarit y el área de investigación universitaria Econcult. Está previsto que se publique a principios del año que viene.

¿Y la vida de Bostezo?: “De momento miramos al corto plazo y pensamos en la publicación de esta guía, pero lo que sí ha muerto es la vocación de la revista con una periodicidad concreta. Si de alguna manera se puede mantener ese espíritu con el que nacimos (edición impresa, investigación, etc.), bienvenido sea”.  

Ayer en la celebración de sus 10 años en Catacumba hicieron balance, y no podía ser más positivo: “La revista nos ha abierto puertas y hemos viajado con ella a México, Colombia, Ecuador, Copenhague, París… Todo con la fuerza que hemos puesto estos años”, comenta el editor. Y añade: “Hemos sido embajadores de València porque hemos querido contar las cosas, ya no sólo desde una periferia ideológica sino también territorial: desde la periferia se puede ver el centro; al revés, no”.

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