VALENCIA. El escritor es un equilibrista entre la realidad y la fantasía, camina entre la tierra firme y las nubes bajas, se contornea entre lo concreto y lo abstracto. El valenciano Juan José Millás da tumbos sobre la cuerda. Pero si acaba cayendo de un lado, será sin duda el del delirio, el mismo que impregna todas sus obras. La última es Desde la sombra, que el miércoles por la tarde presentaba en la distendida tertulia de Espai Rambleta. Narra la historia de un hombre desempleado que se esconde en un armario y, antes de poder escapar, acaba atrapado en el interior de la habitación de un matrimonio.
“Delirio” es una palabra que manosea con frecuencia. Abusa de ella para describir la sociedad actual, el conflicto político. También el estado de Valencia en los últimos años. “En un porcentaje por encima de otras ciudades”, bromea. No obstante, la prefiere y la disfruta aplicada a un ámbito más humano y cotidiano, incluso banal. Como cuando relata la anécdota de que siempre confundió la palabra “Presente” con “Vicente” al pasar lista en el colegio. O cuando rememora cómo un amigo de infancia le convenció de que su padre, fontanero de profesión, era en realidad un agente de la Interpol. Imaginación no le falta.
Lleva con orgullo lo de ser atípico, raro. Es por ello que sus obras están marcadas por el surrealismo y el humor. Basten las siguientes frases extraídas de su charla en Rambleta para entender su particular filosofía de vida. Y, por qué no, para echar unas risas.
- Nunca he pretendido ser normal. De hecho, he conseguido vivir de la anormalidad. Si tienes una vida normal, estudias Derecho.
- Cuando uno empieza a escribir, aspira a tener una voz propia. Lo mejor que le puede suceder a un autor es que le digan que tiene su mundo.
- Un señor me dijo una vez: “Usted ve entrar una mosca por la ventana y ya tiene escrita la columna del domingo”. Y no te creas, tenía razón. Ese día había escrito sobre la sed de cerveza que me había asaltado por la mañana.
- Todo lo que cuento me ha sucedido. De una o de otra manera.
- Todos hablamos constantemente con nosotros mismos. Algunos en plan monólogo, otros en formato entrevista. Me costaría encontrar a una persona que no. Incluso la gente simple habla consigo misma… de simplezas.
- Siempre había tenido una duda. ¿Por qué si yo digo ‘casa’ veo una casa en mi cabeza, pero si digo ‘ca’ no veo media casa? Este era el tipo de cosas que me preocupaban mucho de pequeño.
- Casi no tengo amigos. Tampoco presumo de una familia normal. Las familias normales son en realidad las más raras de todas.
- Mi perro murió hace tres años. Cuando llego a casa aún sigo viendo su sombra que sale a saludarme. Entonces lo saco a pasear.