Primera festividad de la Comunitat Valenciana con el nuevo Consell, que busca visibilizar el cambio y encontrar vías para relanzar el orgullo valenciano
VALENCIA. Primer 9 d'Octubre tras 20 años de gobierno del PPCV. Publicaba este diario en 2014 un balance sobre la gestión de la formación popular en el ocaso de la legislatura: dibujaba un tiempo que ya se intuía de transición -fue una jornada gris, descafeinada y con poca asistencia- y que puso en evidencia la debilidad de la otrora enérgica filosofía del PP, fundamentada en el simbolismo, el folclore y los fuegos de artificio. Mucho ruido para pocas nueces y, al final, solo algo de murmullo sin ningún glamour.
Los nuevos bríos, y así lo han querido los actuales patronos del Palau, ya han aparecido en las fechas anteriores al Día de la Comunitat Valenciana. La intensa programación a lo largo de toda la semana previa a la festividad, con una serie de actos culturales, apertura de puertas del Palau y otros céntricos edificios señoriales, charlas, exposiciones o visitas guidas, han cumplido el objetivo que se había planteado en Presidencia: evidenciar que se ha producido un cambio al frente de la Generalitat.
Un cambio que, lógicamente, no pretende quedarse solo en ruzafear la conmemoración del día de los valencianos, sino que va a dirigido a poner en relieve a una autonomía que ha ejercido y representado un papel muy inferior al que se le presupone por peso poblacional y económico. O lo que es lo mismo, revitalizar un orgullo valenciano hasta ahora limitado, como mucho, a ofrenar noves glòries a Espanya y a luchar contra los viejos fantasmas del catalanismo. Así lo insinúan, cuando no lo manifiestan públicamente, los socios de gobierno PSPV y Compromís.
Estas actuaciones, así lo apuntan altos cargos de estas formaciones, son solo el principio. La punta del iceberg. El acuerdo unánime conseguido en Les Corts esta semana para reclamar la remodelación urgente del sistema de financiación, la deuda histórica valenciana y un blindaje de las inversiones ajustadas a la población, es otro de los cimientos edificados en estos 100 días días de gobierno. Todo ello refrendado por la firma de un manifiesto por los agentes sociales y universidades, que se congregaron este miércoles para aprobar lo acordado en Les Corts Valencianes.
Tanto el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, como la número dos del Ejecutivo, Mónica Oltra, parecen de acuerdo en una cosa: esta reivindicación unísona no va a ser un grito que pase a convertirse en un susurro a partir de la provincia de Albacete. Desde el Consell, por ejemplo, se habla con convencimiento de la vía judicial para sacar adelante las reclamaciones valencianas si no son atendidas. "Gobierne quien gobierne". Un discurso que no extraña en la vicepresidenta y coportavoz de Compromís, pero que se hace más novedoso en un jefe del Consell socialista, cuyo líder, Pedro Sánchez, podría ser el presidente de España en apenas unos meses.
Esta actitud, propia de los que han visto herido su orgullo reiteradamente, se entiende intercalado con el deseo del nuevo Consell de recuperar parcelas del autogobierno perdidas en los últimos años, con la tutela madrileña tras el descalabro económico y el control nacional de la estructura regional de un partido como el PP. Algo que también le ha ocurrido al PSPV-PSOE, con la salvedad de que los socialistas no han podido siquiera tener responsabilidades de gobierno desde 1995.
Así pues, el esfuerzo de los socios en el Consell por revitalizar la festividad del 9 d'Octubre va acompañada de un fuerte desafío por recuperar ilusión y, tan importante o más, dinero para una mejoría de la posición que ha ocupado la Comunitat Valenciana en los últimos años. Un envite en el que el nuevo Ejecutivo se juega una credibilidad que, a buen seguro, goza de un margen de confianza temporalmente muy inferior al que disfrutaron sus predecesores.