El calzado es un sector esencial para la economía de la Comunitat Valenciana y, en especial, para la provincia de Alicante que es la cuna de la producción zapatera. Miles de empresas y puestos de trabajo giran alrededor de esta industria que ha sabido sobreponerse a los momentos difíciles y convertirse en referente internacional de la moda, el diseño y la calidad.
ALICANTE- La capital española del calzado está en la provincia de Alicante que concentra la gran mayoría de los zapatos que se fabrican en la Comunitat Valenciana y alrededor del 65% a nivel nacional. En el eje zapatero que conforman las localidades del Valle del Vinalopó (Elda, Petrer y Villena) junto a Elche hay más de 2.500 empresas de calzado, agrupa cerca del 70% de las firmas nacionales del sector y solo en estos cuatro municipios trabajan más de 16.500 personas en la fabricación de zapatos.
En cuanto a números económicos, en el último año el sector movió más de 1.163 millones de euros en las exportaciones de calzado procedentes de la Comunitat Valenciana representando casi la mitad del total de ventas nacionales al exterior. Es uno de los sectores top en las exportaciones de la Comunitat y en la provincia de Alicante lidera el ranking de ventas al exterior con más de 500 mil euros en los primeros cinco meses del año.
Los orígenes de la industria del calzado de cuero se remontan a finales del siglo XIX cuando Elda ya contaba por aquel entonces con multitud de pequeños talleres y varias fábricas de calzado con más de un centenar de trabajadores. La fabricación de calzado se extendió por las poblaciones vecinas a principios del siglo XX y también a Elche cuyo desarrollo vino derivado de la industria alpargatera.
El calzado, afirma la presidenta de Avecal, «es un sector maduro que ha tenido varias crisis importantes pero los empresarios han sabido reconvertirse de ellas y se hicieron apuestas claves basadas en la marca, diseño, calidad e internacionalización».
«El sector se ha acostumbrado a vivir en un escenario de incertidumbre, ha demostrado saber reinventarse y adaptarse a las nuevas circunstancias y, para ellos, esos retos que van apareciendo a lo largo de su trayectoria empresarial entran casi en el ADN de la propia empresa. Esa capacidad de los empresarios alicantinos del calzado para ir evolucionando en el negocio y adaptarse a las circunstancias es algo que hay que poner en valor».
Uno de los momentos más delicados de la historia reciente del sector vino derivado de la globalización y la amenaza de China por sus bajos costes y su capacidad productiva. En aquel entonces hubo empresas que decidieron deslocalizar y trasladar a China todo o parte de su producción. Sin embargo, en los últimos años muchas de las empresas que se marcharon han emprendido el camino de vuelta para ser más competitivas y eficaces a la hora de servir pedidos con el nuevo ritmo comercial que ha impuesto el fast fashion, que lejos de presentar dos colecciones anuales exige nuevos diseños de forma más continua para un mercado que no entiende de temporadas.
Frente a este modelo, otras muchas empresas decidieron mantener su producción en la provincia y reivindicar su made in como sinónimo de calidad. A ello hay que añadir la apuesta realizada por las grandes firmas internacionales de la moda que producen parte de sus pedidos en las fábricas de calzado alicantinas.
La importancia del ‘made in’
Hay muchos nombres de grandes marcas y diseñadores que fabrican su producción en la zona y el que más presume de ello es Stuart Weitzman. El diseñador, para el que trabajan alrededor de una decena de fábricas alicantinas, ha puesto en valor el buen hacer de la industria alicantina y eso le ha dado aún más prestigio al calzado de la zona.
Una de las empresas que resistió a la tentación de producir en China fue la firma Magrit y solo con recorrer la fábrica se entienden los motivos. En esta empresa ubicada en Elda se elaboran los zapatos de forma artesanal desde 1929 y todas las personas que participan en su elaboración cuidan cada detalle para sacar al mercado el mejor producto.
En Magrit desarrollan todo el proceso de fabricación: desde el diseño y patronaje hasta la distribución del producto, lo que le aporta un valor añadido al calzado y es garantía de calidad. Primero se piensa, se sueña y se idea cada nuevo modelo desde el departamento creativo de diseño y, a partir de aquí, se pone en marcha todo el proceso para hacerlo realidad. Para ello, se llevan a cabo diversos pasos (patronaje, cortado, aparado, mecánica, almacén…) donde la arquitectura del zapato va tomando forma y las pieles, suelas, tacones, y adornos se van adheriendo a la estructura para definir el modelo final en un proceso artesanal en el que intervienen numerosas personas. «Cada par de zapatos pasa por más de cien manos de profesionales con más de treinta años de experiencia», indica el gerente de Magrit, Pepe Amat Mira.
Para Amat, el calzado de Magrit se define por su «diseño, elegancia y distinción, la calidad en materiales y su fabricación» pero sobre todo «por el calce, la sensación del pie en el zapato que es insignia internacional de nuestra marca».
Son zapatos únicos y especiales que pueden estar compuestos por más de cuarenta piezas y que atraen, entre otras mujeres, a grandes personalidades y celebrities. Según apunta su gerente, fabrican alrededor de 150.000 pares al año en su fábrica principal a los que hay que sumar los 50.000 pares anuales cosidos a mano que se elaboran en otro centro de producción que tiene la firma. El 90% se exporta; están presentes en los cinco continentes y sus principales mercados son el europeo, americano y asiático. Cuentan con un showroom en Tokio y Milán, disponen de tienda online y el año pasado abrieron su primera tienda retail en Madrid.
La diversificación como reto
Magrit es una de esas compañías conocidas como empresas tractor. Es decir, aquellas que son grandes firmas, que van por delante y que son un estímulo para las pequeñas y medianas empresas. Son firmas que marcan un aprendizaje y que, de alguna manera, ayudan al resto a seguir creciendo.
Estas empresas, junto con las patronales FICE y Avecal, llevan trabajando desde hace años en la diversificación de mercados para no depender exclusivamente de un grupo de países que, en función de la coyuntura, pueden marcar el devenir del comercio exterior.
Se trata de evitar que se produzcan situaciones como las de 2016 donde la incertidumbre social, política y económica derivada de procesos electorales, el Brexit o los atentados terroristas han afectado en las ventas a los mercados tradicionales del sector con caídas en Francia, Alemania, Reino Unido, Portugal, Bélgica, Polonia y Países Bajos que lastraron las exportaciones de calzado en 2016 tras siete años de crecimiento en las ventas al exterior, según el informe anual de la Federación de Industrias del Calzado Español (FICE).
Los empresarios, según Marián Cano, «están aprendiendo a convivir con esa incertidumbre» y añade que el gran reto es diversificar los destinos de las exportaciones y que el peso no recaiga tanto en Europa —concentra más del 70% de las exportaciones del calzado nacional— sino que se puedan ir derivando hacia otras áreas para diversificar el riesgo. En este sentido, las miradas están puestas en potenciar el mercado en Estados Unidos, el principal destino extracomunitario, que presentó un aumento del valor de las exportaciones por encima del 12% en 2016.
En esa estrategia por la diversificación también se apuesta por el área Asia-Pacífico con Japón y China como principales estandartes y la posibilidad de celebrar por primera vez un showroom en Australia para aumentar la presencia del calzado español en la zona. América Latina también es un área que se va a trabajar sin perder de vista mercados como el ruso, que vuelve a reactivarse, o Canadá —al amparo del acuerdo CETA—.
Por otra parte, la asignatura pendiente sigue siendo la economía sumergida donde el calzado es uno de los sectores que más peso tiene en la provincia por los talleres ilegales o los empleos no declarados. Para ponerle fin a esta situación se han puesto en marcha varias iniciativas que van desde el Foro de Alcaldes por el Calzado impulsado por los municipios de Elda y Elche para, entre otros aspectos, luchar contra el trabajo sumergido, hasta la Mesa Contra la Economía Sumergida del Ayuntamiento de Elche o el portal habilitado por la Unión de Desempleados y Comisiones Obreras para poder denunciar casos de economía sumergida de forma anónima.
Tal y como señala la presidenta de Avecal, Marián Cano, otros desafíos que tiene que afrontar la industria se basan «en el comercio online, la industria 4.0 y la transformación digital a todos los niveles» junto a factores ligados a la productividad y competitividad relacionados con inversiones que las empresas tendrán que llevar a cabo. A todo ello hay que sumar un nuevo perfil de empresa que está apareciendo en el sector. Se trata de las startups que están muy enfocadas a las ventas de sus productos a través de internet. Es un perfil de compañías que triunfan en las redes sociales, apuestan por el diseño y su sede central no se encuentra en la provincia aunque su producción sí que se fabrica en esta zona.
Y es que el calzado es un sector que continuamente se está reinventando y que ha aprendido a convivir con las crisis y situaciones de incertidumbre para sacar de estas experiencias nuevas oportunidades. Es un sector con historia, que está dispuesto a innovar y a seguir liderando la economía de nuestro entorno.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 35 (IX/17) de la revista Plaza