ALCANTE. Soplan nuevos aires en el Palacio Provincial de Alicante. A tenor de los últimos acontecimientos, se vislumbra un cambio de estrategia en el titular de la Diputación de Alicante, César Sánchez. Parece que atrás queda el hacha de guerra frente a la Generalitat Valenciana y se reproducen los gestos de complicidad hacia el presidente Ximo Puig -también hacia Mónica Oltra-. La cosa no viene de ahora. La buena sintonía hace tiempo que existe, una vez edulcoradas las formas del cap i casal tras los episodios de los decretos de coordinación en materia de Turismo y Deportes, el decreto de plurilingüismo y la factura del XarxaLlibres. También es una oportunidad para mostrar que hay otro Partido Popular, diferente al frentismo de Isabel Bonig y al de Gürtel -pese a que algunos le recuerdan sus vículos con el campismo-, aunque en el fondo hay dos elementos con los que Sánchez quiere marcar su propio territorio y de esta manera, asegurar otro mandato en la institución provincial y fijar distancias con Ciudadanos, la gran pesadilla en estos momentos de los populares.
No hay conflictos a la vista. El principal conflicto es Cataluña. César Sánchez va dando muestras de acercamiento a la Generalitat. El primero fue con el Fondo de Cooperación Local. Anunció que se sumaba a la iniciativa del Consell, aunque marcando sus propias directrices: con obras financieramente sostenibles. En el próximo ejercicio, lo debería hacer con cargo al presupuesto, como le reclama el PSPV y Compromís. Sánchez lo hará si obtiene gestos del presidente de la Generalitat. Aunque no tiene convencidos a los socialistas, el objetivo, ahora, es aislar a Compromís, que se ha convertido en el principal partido de la oposición en la Diputación de Alicante y transmitir la idea de que Sánchez si que llega a acuerdos con otros partidos o líderes moderados.
Sánchez y Puig han tardado dos años y medio largos en verse en el Palau. Demasiado tiempo. ¿Por qué ahora? Aunque el origen de la reunión es plantearle ayuda financiera a obras hidráulicas por el asunto de la sequía, la cita se produce cuando la Diputación de Alicante tiene su proyecto estrella en el momento que necesita a la Generalitat como aliado. Se trata de las áreas logísticas. La Diputación de Alicante tiene inversores de China con las gestiones realizadas por Carlos Castillo tras el viaje realizado al país asiático, pero necesita la ayuda de Puig para agilizar los trámites que exige la Ley de Ordenación del Territorio para adaptar las necesidades que requiera el proyecto del área logística Alicante/Elche. Sánchez sabe que Compromís no le va a ayudar, ni tampoco el presidente del Puerto de Alicante. Los alcaldes de Alicante y Elche se han desentendido. Necesita a Puig. Y con ello, pretende transmitir otra vez que él si que llega a acuerdos o alianzas, pero con líderes moderados, no con Compromís -considérese la reunión con Mónica Oltra una excepción al tratarse de asuntos sociales y con la que Sánchez no quiere polemizar dentro de las instituciones-.
No lo admitirá nunca en público, pero con el encuentro con Puig, el presidente de la Diputación de Alicante quiere exhibir que hay otro Partido Popular, moderado, responsable, capaz de llegar a acuerdos. Que ese mismo PP, el de Sánchez, fue quien recurrió el decreto de plurilingüismo, sí. Había materia y a Sánchez le presionaron (algunas fuentes aseguran que el también alcalde de Calp se comprometió forma privada a no hacerlo; es más, también ha trascendido que le han llegado mensajes de votantes del PP contrarios a la lucha encarnizada de su partido contra el valenciano, aunque eso fue en primavera, antes de que la crisis de Cataluña viviera su momentos de máxima tensión). Sánchez es pactista por naturaleza (o quiere transmitir esa sensación): siempre se ha mostrado a favor de llegar a un acuerdo con el PSOE sobre el tema lingüístico que sacara la cuestión del debate político. En cuanto a los decretos de coordinación, Sánchez también hubiera preferido pactar con el Consell y establecer un acuerdo en materia de turismo, pero vía convenio, no con imposiciones. Existe buena relación con la Agencia Valenciana de Turismo.
Otra de las razones para marcar distancias con Bonig fueron los acuerdos puntuales entre el PP y Podemos en las Cortes Valencianas con el debate presupuestario. Eso no le gustó. Tampoco lo reconocerá, pero Sánchez también sintoniza más el otro PP, el de Juan Carlos Moragues y María José Catalá, incluso con el heredero de Rita Barberá. Ha tenido gestos, como el artículo que escribió honrando la figura de la ex alcaldesa de València en el aniversario de su fallecimiento. Son detalles.
A diferencia de Bonig, Sánchez tiene hilo directo y es bien visto en Génova. Es secretario ejecutivo de Formación y casi todos los lunes, asiste a reuniones en la sede nacional del PP. En estos momentos, Sánchez tiene aliados como Pablo Casado, vicesecretario general, y es compañero de generación de Andrea Levy, entre otros, con los que coincidió en Nuevas Generaciones. Está considerado como un político con futuro en caso de que las cosas no vayan como debieran.
El objetivo de sus últimos movimientos en la Diputación de Alicante están hecho para marcar su propio territorio. Además de mantener buena sintonía de Ximo Puig por necesidad, Sánchez quiere ganarse la confianza de sus diputados, que casi fueron elegidos en su momento por José Císcar. De ahí que haya repartido ayudas nominativas a los municipios de sus vicepresidentes, pese a que ello le ha costado el recurso -y la suspensión temporal- tras el recurso de Compromís. Pero él, el gesto ya lo ha hecho, incluso con alguna subida de sueldos para sofocar conflictos internos y que los beneficiarios sepan distinguir.
Sánchez teme la operación Alcaldía de Alicante, en la que la dirección provincial de José Císcar quiere situar al subdelegado del Gobierno, José Miguel Saval. Un mal resultado del PPCV en las autonómicas le puede desplazar -estará en las quinielas de la sucesión- a otras responsabilidades y volver a reubicar a José Ciscar en la Diputación de Alicante, con permiso de Ciudadanos. En la oposición hace mucho frío. La confección de las candidaturas será clave. Sánchez quiere repetir en el Palacio Provincial porque sabe que las expectativas del PP no son buenas en el futuro y dependerán en parte de lo que como rentabilice la formación de Rivera los resultados de Cataluña y las encuestas. Los naranjas, con las ayudas a dedo a sus vicepresidentes, le han lanzado un aviso: no quieren ese modelo.
Volvemos al principio. No hay conflictos a la vista. Ya se preocupa el PSOE de desactivar todas las bombas que quieren ejecutar Compromís, pero Cataluña está marcando los ejes de la política. Las directrices, en el centro-derecha, las puede marcar la formación de Albert Rivera en las dos líneas que le han dado éxito en las últimas elecciones catalanas: España y regeneración. Con la primera, Sánchez cumple de sobra, aunque le gustaría elevar el nivel de tensión y crispación con Compromís. La segunda, la regeneración, esa es la gran pesadilla. El discurso de investidura de Sánchez de 2015 y su cumplimiento, marcado por el voto del entonces diputado de Ciudadanos -ahora en el grupo de no adscrito- ya no es -ya no sería- el mismo. De ahí que marque distancias. La dependencia de una nueva investidura de los naranjas le obligaría a hacer sacrificios que ha tapado con el paso del tiempo, como los gestos al alcalde de La Nucía, Bernabé Cano, imputado; las ayudas a dedo, u otras medidas polémicas que el PP ha adoptado como si gobernara en solitario y la aquiescencia del tránsfuga Fernando Sepulcre.
Además de todo lo que rodea a la Diputación de Alicante, Sánchez tiene el futuro de Calp por decidir. En principio no quiere repetir como alcalde, pero tampoco tiene clara la sucesión. Entre Pilar Cabrera, Ana Sala o Ana Perles anda el juego. Pero claro, tampoco se sabe en qué lista figurará Sánchez, si repitiendo por Calp, lo cual le obligaría a ir de número uno, o por Alicante, de número tres. Y a parte de esto, en Calp debe librar otra pugna política: Compromís ha situado el foco en los hoteles y los rascacielos que ahora se construyen en el municipio. Pero en el fondo también hay ruido de residentes europeos molestos con la dimensión urbanística que está adquiriendo el municipio. Calp se está convirtiendo en un destino cuasi urbano con muchos servicios todavía por resolver.
Y con este panorama, Sánchez afronta la recta final del mandato, con el objetivo de desmarcarse y al mismo tiempo, marcar territorio. Las victorias judiciales le han dado réditos ideológicos, amortizados por el debate de Cataluña, insuficientes para sus expectativas en el futuro. Necesita un logro o una victoria material, visible, tangible para su electorado, aunque final de la batalla tenga que sacrificar a sus peones más preparados por otros más fieles. Eso es la política. Ahora bien, lo hará a su estilo: sin pegar un tiro, y siempre en el momento justo y el sitio adecuado.