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el sur del sur / OPINIÓN

El patio trasero de la N-332

13/08/2017 - 

A veces nos llenamos la boca de reclamar el Corredor Mediterráneo, de pronosticar cómo será la liberalización de la AP7 y de reclamar una mejora de las red de cercanías. Todo hace falta, pero a veces olvidamos lo que tenemos más cerca, que es, en este caso, las carreteras nacionales de toda la vida. Pero quizás hay una, la N-332, a la que cual deberíamos, deberían las autoridades, prestar la misma atención o más que cualquier otra infraestructuras, por razones económicas, y, cómo no, de seguridad.

Creo que conozco bastante bien el recorrido desde València hasta Torrevieja. Y si a ello, unimos las desgracias ocurridas en los últimos meses, podemos decir que tenemos el patio trasero de la casa (la Comunitat Valenciana, en el caso de Castellón, sería aplicable a la N-340) descuidado. Si empezamos por el norte, es decir, por València, podríamos decir que el patio está medio decente desde que en 2008 se construyera la autovía A-38, que viene a salvar el tráfico de los municipios de la Ribera Baixa  -aunque aún queda Favara- y deja el tráfico con bastante fluidez hasta llegar a Gandía. Gandía ya no es un problema desde que tiene la variante, pero entre la ciudad ducal y Oliva, existe un verdadero tapón que casi todos los días laborales deben soportar camioneros y ciudadanos que trabajan entre ambas ciudades u otras limítrofes, que tampoco disponen del tren como transporte alternativo.

Oliva es una Altea, o una Benissa o una Gata de Gorgos, como en su día lo fue Ondara o Villajoyosa. A ello, se añade, el trayecto entre Oliva y El Verger, una recta larguísima, que se ha convertido, por razones muy desgraciadas, aunque también por falta de seguridad, en un cementerio de ciclistas. Ondara también disfruta de variante; el cruce de Pedreguer con Dénia también superó su fase de nudo de la muerte, con múltiples accidentes nocturnos sin ningún tipo de seguridad. Gata espera una solución, al igual que la conexión entre la salida de la autopista por Ondara hasta Xàbia, que en los meses de verano es todo un corredor de valencianets del cap i casal con ganas de abandonar el silencio de la urbe y ponerse con vistas al Cabo de la Nao.

Benissa tiene la experanza de que las obras de la variante acaben cuanto antes. Pero mientras, debe soportar como los turistas que van a Calp comprueban el estado de sus fachadas y como el polvillo negro del humo se cuela en los comedores de sus casas. Altea no tiene definición: casi todos la han sufrido. Otra cosa es la solución para una carretera que debe salvar el tráfico interno y el trazado de la autopista. L'Alfàs del Pi tiene ya vía de escape y desde ahí, hasta Alicante, se puede hacer el trayecto con meridiana normalidad, con las circunvalaciones de de Benidorm y La Vila Joiosa a pleno rendimiento. La sorpresa, pero a la vez la gratitud del paisaje, está entre El Campello y La Vila.

Alicante tiene salvoconducto. Otra cosa es que se quiera pagar por ello: disfruta de todos circunvalaciones, una gratuita, que los días laborales es una ratonera; y la de pago, de la que todos huyen. Y después viene el sur, donde la N332 es un vagón contínuo de convoyes porque allí confluye, los mismo que sucede con el área de influencia de Gandia, una conglomeración económica que se las tiene que apañar con un carril en cada sentido, bien para ir al aeropuerto, bien para buscar un trozo de playa al que zambullirse.

Santa Pola es, estos días, intransitable. Pero más al sur está Torrevieja, que es un verdadero infierno, con  miles de conductores en la N-332 que quieren pasar de un lado al otro de la ciudad y se tienen que comer el desfiladero del tráfico con dos carriles en cada sentido para llegar, pero que después desemboca en un sólo hilo. Y el proyecto de ampliación de esa carretera es el colmo de la administración: está presupuestado en las cuentas de Fomento, pero ministerio y Generalitat Valenciana juegan con el proyecto como si fuera una pelota de tenis. Y lo peor de todo, es que en vez de buscar una solución, los políticos de uno y otro bando se tiran los trastos a la cabeza sin que nadie, con dos dedos de frente, ponga raciocinio al panorama. Unos quieren colgar pancartas, o  buscan solución en change.org ; los otros disparan hacia València.

Vengo a decir todo esto para recordar, como dice el presidente de Baleària, Adolfo Utor, y de todos aquellos que se hinchan la boca por los números del turismo sin distinguir si vienen con la nevera llena desde Madrid o van a comer a Casa Alfonso, en Orihuela Costa, que parte del Producto Interior Bruto de la Comunitat se genera, por suerte o desgracia, en la zona litoral. Y que para ser competitivo y reducir costes y contaminación, es necesario que la N-332 sea una prioridad. Y si no lo va a ser en parte, al menos que la alternativa, la liberalización del AP7, tenga un plan de futuro sobre la mesa para ver qué obras son más urgentes que otras y que tramos, ahora de pago, serán abiertos o de peaje blando para aligerar la carga de tráfico de la principal vía de comunicación doméstica que tenemos. Y cómo me recordó un día el profesor Armando Ortuño, de la Universidad de Alicante, ¿no sería una buena opción que la AP7 la gestionara la Generalitat y de ahí se sufragaran obras prioritarias para no sólo solventar la cuestión de la N-332, sino el famoso tren de la costa, las cercanías con Murcia y el enganche con Torrevieja, y todo ello unido con el AVE? Visto que el dinero de la financiación va a tardar en llegar, y que Rajoy va aprovechar el totum revolutum de las comunidades autonómas para alargar la agonía, pues a lo mejor es tiempo de pensárselo. Y visto, como dijo el campañero Javier Alfonso la semana pasada, que de Ciudadanos poco se puede esperar y que Isabel Bonig ha abdicado esta semana...pues a lo mejor la solución la tenemos en la Comunitat y no lo sabemos. Quizás una excursión por las travesías urbanas de Bellreguard, Altea o Torrevieja nos despiertan la conciencia.

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